martes, mayo 09, 2017

Mes de María - Día 9

"Dio a luz, lo envolvió en pañales" - Texto: Lucas 2,1-7
“María contempla a su Niño, reconociendo en el al Dios Eterno, infinito, al Dios envuelto en pañales.
Así como nosotros mismos nos asombramos y admiramos de la ilimitada condescendencia de Dios: tomar figura de niño para venir, para salir a nuestro encuentro, así también se admira María ante el misterio de este amor.
Las conocidas palabras “allí donde está tu tesoro esta también tu corazón” nos ayudan a imaginarnos bien el jubilo que llenaba el corazón de María al adorar al Señor de sus anhelos que ante ella yacía tan desvalido, y al poder asistirle y prestarle sus cuidados maternales, prodigándole todo su cariño maternal.
Con cuanto amor descansarían los ojos de María en Jesús. (María, si fuéramos como Tu – PJK)
Como son esos ojos de María ¿Los ojos de María son ojos puros, maternales, abnegados, divinizados.
La Santísima Virgen nos sigue con sus ojos maternales, vela sobre nosotras, sobre nuestras preocupaciones, angustias, destino e intereses. Todo ello conmueve su corazón de madre y hace que de sus ojos se irradie amor maternal. De ahí que nuestra meta más bella sea – a mi parecer – procurar que también mis ojos se conviertan en ojos de María. Me limito a  subrayar y recordarles que en virtud de nuestra consagración – si la tomamos en serio – todos nosotros recibimos, día tras día, la gracia de hacer de nuestros ojos, ojos de María. (Para nosotras – PJK)

ORACION

 “Conoces aquella tierra abundante y pura,
reflejo de la Belleza Eterna:
donde las almas nobles y fuertes
 se desposan con el Cordero de Dios;
donde ojos transparentes irradian calor
y manos bondadosas alivian los dolores ;
donde esas manos sin mancha
continuamente se juntan en oración
para conjurar los podres demoniacos?
Yo conozco esa maravillosa tierra:
 es la pradera asoleada
Con los resplandores del Tabor,
Donde reina nuestra Señora tres veces Admirable
En la porción de sus hijos escogidos,
 donde retribuye fielmente los dones de amor
manifestando su gloria
y regalando una fecundidad ilimitada.
¡Es mi terruño, es mi tierra de Schoenstatt! (HP 601)

Y me consagro a Ti, diciendo: Oh, Señora mía, Oh Madre mía . . . . . . . . .

PROPÓSITO

Este día trataré a las personas que me encuentre, mirándolas desde la fe, como trataría al mismo Cristo







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