"En el exilio" - Texto: Mateo 2, 13 15 y 19
21
“Las dos expresiones en relación a la pasión de Cristo,
obediencia en el dolor y obediencia en la fe, pueden aplicarse también a la vida
de María.
Pensemos en la huida a Egipto: para ella significo un
gran dolor dejar su Patria, pero obedece de inmediato, en cuanto el ángel se
revela a José que deben dejar el país.
La obediencia de María, en el dolor y en la fe, se
vislumbra ya en su “Ecce Ancilla Domini” pues una esclava, por lo común, lleva
una vida oculta de renunciamientos, abnegación y sacrificios. (María si
fuéramos como tú, PJK)
La fe de la virgen fue duramente probada. ¿En que
consistían las pruebas? Todo lo que se le profetizo a María parece no cumplirse:
más bien parece realizarse lo contrario, día a día, año a
año.
Por ejemplo, la promesa dice:”su reino no tendrá fin”,
¿Qué sucede con su reino? ¿Dónde nace él?. Inmediatamente después, la matanza de
los inocentes, ¡su reino no tendrá fin! ¿Se dan cuenta de que se trata de
pruebas? Aun esto no basta. Ahora debe huir a otro país, ¡y su reino no tendrá
fin!
La Santísima Virgen tomo siempre partido a favor de Dios,
a pesar de que las circunstancias indicaban totalmente lo
contrario.
Es importante que veamos en nuestra propia vida la vida
de María, o bien, que contemplemos nuestra vida en la suya, como en un espejo.
También en nuestra vida: ¡cuánta dureza, cuanta obscuridad, cuantas cosas
incomprensibles!
Tienen que preguntarse, pues: ¿cómo es probada mi fe?
(La actualidad de María – PJK)
ORACION
RECIBE,
SEÑOR…
Por manos de mi madre, recibe, Señor, la donación total de mi libertad
soberana; toma mi memoria, los sentidos, la inteligencia; recíbelo todo como
signo de amor.
Toma el corazón entero y toda la voluntad y de este modo se sacie en mí
el auténtico amor, para mi mayor felicidad, cuanto tu me has dado, sin ninguna
reserva te lo devuelvo.
Sobre todo esto dispón siempre a tu gusto, sólo una cosa te pido: ¡que
te ame, Señor! Haz que cercano o lejano me sepa amado por ti como la cara pupila
de tus propios ojos.
Concédeme las gracias que me impulsen con vigor hacia aquello que sin
ti no me atrevo a emprender; dame participar en la fecundidad que tu amor otorga
a tu Esposa.
Dame ser fecundo para el terruño de Schoenstatt: mi vida sea un Sí
creador para cuanto, bondadosamente con la tierra de Schoenstatt tú has planeado
para la salvación de los hombres.
Sólo entonces me deben llamar dichoso, pleno, y nunca se me podrá dar
una felicidad mayor; ya nada hay que continúe anhelando; lo que tú dispongas es
mi querer y mi bien.
Mi Señor y mi Dios, toma todo lo que me ata, cuanto disminuye mi fuerte
amor por ti; dame todo lo que acreciente el amor por ti y, si estorba el amor,
quítame mi propio yo.
Amén.(HP 386-392)
Y me consagro a ti, diciendo: Oh Señora mía, Oh Madre mía. . . . .
PROPOSITO
Ante las dificultades, preocupaciones y
angustias, decir la jaculatoria: ¡Jesús, en ti confío!
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