viernes, enero 19, 2007

2º Hito: 20 de Enero

Se cumplen 65 años de aquel 20 de enero en que el Padre Kentenich rechazó la posibilidad que se le brindaba para evitar ir al campo de concentración de Dachau. Él asumió libremente su cruz y nos invitó a tomar con él esa cruz en una solidaridad de destinos. Solidaridad de destinos entre el Fundador y los miembros de toda la Familia. El fruto de esa cruz es nuestra libertad interior y la libertad exterior de nuestro Padre, a través de la conquista del Jardín de María. Cada miembro de la Familia deberá transformar su corazón en un floreciente Jardín de María. En “un jardín de pequeñas María que llevan a Cristo, que dan a luz a Cristo y que, en y con Cristo constantemente giran en torno al Padre”.

El Padre nos dice: “Ustedes no pueden imaginarse cuán intensamente viva estaba en mí, en Coblenza, la responsabilidad por la Familia. Mi lucha por la libertad debía ayudarle a alcanzar la perfecta libertad interior. Y su lucha por esa libertad debía ayudarme a mí a conquistar la libertad exterior. Ambas oraciones ‘Séquese mi diestra’ y ‘Mira, Padre a nuestra Familia’, nos muestran esa conciencia profunda. Yo vivía del pensamiento: ‘todo lo que hago repercute para el bien o para el dolor de la Familia… en ellos repercuten tu ser y tu vida, deciden su aflicción o acrecientan su dicha’. No estamos solos, estamos entrelazados en una comunidad. Piensen ustedes en un cerro de manzanas. Ahí todo depende de cada una. Si una está mala, puede contagiar a todas las otras. La conciencia de responsabilidad del uno por el otro es un regalo extraordinariamente grande.

Y continúa diciéndonos: “Tras mi decisión de sufrir por la Familia, no había ninguna visión, sino el simple tomar en serio la realidad del mutuo entrelazamiento de destinos. En Navidad encontré una fórmula en la expresión ‘Milagro de Nochebuena’. Viví del convencimiento que ustedes podrían conquistar para mí la libertad exterior y una buena porción de libertad interior, a través de la lucha por su propia libertad interior… ‘Su esfuerzo por la santidad significa para mí salvación o desgracia’ y viceversa… Este entrelazamiento de destinos tiene que llegar a ser una íntima vivencia para nosotros… Tenemos que penetrar cada vez con más hondura la conciencia de responsabilidad del uno por el otro”.

Esta solidaridad de destinos, sigue vigente, somos responsables de nuestra Familia y especialmente, de nuestra comunidad de Federación. Todo lo que yo haga o deje de hacer por mi santidad repercute en la santidad de cada una de mis hermanas. Pidamos a la Mater que nos ayude a vivir este verdadero espíritu comunitario.
Por esta solidaridad de destinos, que cada una de nosotras está llamada, a través de la lucha por la santidad, a conquistar la pronta canonización de nuestro Padre y Fundador. Recordemos que Juan Pablo II nos dijo “canonícenlo ustedes”.