viernes, marzo 27, 2015

El Puente N° 1/2015 - Carta editorial

CARTA EDITORIAL


Estamos empezando un nuevo ciclo de nuestra Revista EL PUENTE. Iniciamos esta inmensa tarea bajo el amparo de la Mater, sabiendo que solo Ella, nuestra Aliada, nos puede dar el empujoncito y sostenernos en este salto!




El Puente N° 1/2015 - Carta para nosotras


CARTA PARA NOSOTRAS

Lux Elena Ramírez de Villalba


Un poco de historia... En marzo de 1989, la Hna. Regina comenzó con una Circular que luego se transformó en el Boletín y años después se le puso el nombre de Puente. Nació como una manera de comunicación entre los dos primeros cursos y para conocer cómo se desarrollaba la Federación en Alemania a través de artículos que la Hermana traducía del Boletín de Alemania.





El Puente N° 1/2015 - Hija Fiel

HIJA FIEL... viviendo la filialidad de la vida diaria en la escuela de María 

Aporte del 2º Curso – Región Metropolitana

LA FILIALIDAD, NUESTRO ESTILO DE VIDA COMO FILIA PATRIS.



El elemento fundamental de la filialidad es el amor, no sólo entendido como meta sino también como camino. Dios nos ama más allá de nuestra miseria y pequeñez, y eso hace que nos sintamos cobijados en su amor paternal. Pero no podemos solamente cobijarnos, sino amar a Dios con amor maduro, estar siempre dispuestos a hacer su voluntad. Es lo que llamó nuestro Padre y Fundador “filialidad heroica”.






El Puente N° 1/2015 - Alma y corazón

ALMA Y CORAZON... cultivando la cultura de la alianza, cultivando la cultura del encuentro

Aporte del 5º Curso FILIA INMACULATA PATRIS – Región Cuyo

ALMA Y CORAZÓN, ¡QUÉ HERMOSA VOCACIÓN!


Toda mujer debe ser alma y corazón, entendiendo por alma la fuerza vital que la anima a ser una mujer íntegra, libre pero muy arraigada en el corazón de Dios. Y debe ser corazón que bombea con fe, esperanza y caridad a cada parte de su ser y da vida a otros. Pues a través de nosotras, Dios quiere regalar ese amor a muchos, ¡qué hermosa vocación!


martes, marzo 17, 2015

Carta de Alianza

En Alianza salgamos al encuentro 

 MARZO 2015

 Queridos hermanos en la Alianza, Esta primera “Carta de Alianza” quiere abrir las meditaciones que nos acompañarán este año. El objetivo es, cada 18 de mes, adentrarnos en el lema de la Familia de Schoenstatt 2015: “En alianza, salgamos al encuentro”. Hoy quiero hablarles de la relación entre “alianza” y “encuentro”. Desde hace varios años, venimos hablando de la “cultura de la alianza”, un término que se acuñó a partir de la preparación al Jubileo. El Papa Francisco, a su vez, habla de la “cultura del encuentro”. Ambos términos se los ha tomado como sinónimos, y lo son. Sin embargo, hay diferencias. La “alianza” perfila un tipo de relación: es mutua y consciente de ambas partes. Se sella cuando hay un objetivo más o menos claro, donde los dos contrayentes buscan un beneficio. La alianza de Dios con su pueblo, tema central de la Biblia, es una relación donde el hombre recibe la protección, el amor y la beneficencia de lo alto; y Dios percibe el reconocimiento humilde y amoroso de sus hijos. La “cultura de la alianza” es un estilo de vida, donde el hombre vive el día a día el vínculo con Dios. Pero la alianza puede darse también con los demás. En la Biblia se narran alianzas entre pueblos y personas. Todas perciben algo; hay uno que toma la iniciativa, pero el otro acepta la oferta y ambos cumplen requisitos. Toda alianza conoce derechos y deberes. Su incumplimiento puede ser causal de quiebre, de separación y distancia de las partes. Cuanto más seria es la alianza, menos inocua es ella, por ejemplo, la alianza matrimonial. Toda alianza, sea gratuita u onerosa tiene un objetivo, pretende un tipo de vínculo que, si se lo toma en serio, compromete tiempo, dinero, dedicación y en algunos casos, la propia vida. Es muta: yo gano y tú ganas. Tiene un costo y un beneficio, espiritual, material o social. A diferencia de la alianza, el encuentro no tiene mayores intenciones. No pretende nada del otro; puede generar aceptación o rechazo, cercanía o distancia. Salir al encuentro es ir en búsqueda, sin otra intención que el mismo encuentro. Se basa en el hecho de que el otro es persona, hijo de Dios, alguien a quien debo respetar, con quien puedo dialogar. Es muy probable que nadie selle alianza con quien no comparta su ideología, que no sea de su “palo”, que no tenga los mismos valores ni pretenda lo que uno desea. Pero es posible salir al encuentro de los otros sin discriminación, sin prejuicio o juicio alguno. Salir al encuentro puede darse con alguien que no tiene mi identidad sexual, no comparta mi religión, no tenga mi afiliación política ni participe de mis mismas opciones. Es más universal. Cuando en noviembre del 2014 definimos como meta “salgamos al encuentro”, le dimos una motivación, no una finalidad: salir para hallar a Jesucristo que vive en cada hombre. No buscamos inculcarle nada, ni hay intención proselitista. Es exigente, porque presupone olvido de sí mismo, desprendimiento sincero. En esta cuaresma, mirando ya la cercanía de la Semana Santa y la Pascua, se nos brinda la oportunidad de descubrir cuántas veces el Señor y la Mater se dijeron: “salgamos al encuentro”. Nos han hallado y en base a nuestra disponibilidad nos han propuesto algo más: sellar alianza. La Cuaresma es la ocasión para descubrir al Dios que nos busca y quiere abrazarnos. Como un humilde pordiosero nos acercamos al Calvario y besamos la cruz de Jesucristo. Allí estará su Madre. Ella nos será dada, para que el encuentro termine en la alegría de la Pascua. Porque ellos salieron al encuentro, nosotros también lo haremos especialmente durante este año. Un abrazo cordial a cada uno de ustedes y mi bendición para este día de Alianza.

 P. Guillermo Carmona

lunes, marzo 02, 2015

Reflexiones

Sentido de culpa y debilidad

 Padre Nicolás Schwizer
N° 166 - 01 de marzo de 2015

¿Cuál es el sentido de culpa y debilidad? El Padre Kentenich afirma que recién con el reconocimiento de nuestras limitaciones y culpas empezamos la vida religiosa; todo lo demás queda en lo ético. ¿Y por qué eso?

Dependencia de Dios el verdadero sentido de nuestra culpabilidad es “alcanzar una fuerte conciencia de dependencia de Dios”. En esto consiste la verdadera religiosidad. Dios quiere nuestra dependencia filial. Y el medio más valioso para arraigarnos en el corazón del Padre es nuestra miseria y nuestra culpa. Porque normalmente no aprendemos la dependencia de Dios, si no cometemos faltas. Aquí vale lo que el Padre Kentenich nos repitió tantas veces: “Dios me ama a causa de mis faltas; me ama porque soy pequeño, no a pesar de que soy pequeño”. Ojalá todos podamos experimentar: El Padre Dios me quiere a causa de mis faltas y culpas.

Tengo que aprender, entonces, no sólo a vivir con mis debilidades y pecados, sino también a sacar provecho de ellos. Debo enfrentarme sinceramente con mi miseria personal. Debo posgustar todas mis debilidades y culpas y entregarlas filialmente al Padre. Debo “colocar la escalera” en cada una de ellas para remontarme a Dios, para encontrarme allá arriba con el Padre de las misericordias. El sentido y el fruto de mi pobreza interior debe ser: crecer ilimitadamente en mi apego y amor a Dios.


Entrega filial. Todo debe llevarme a Dios, porque Él es la gran meta final de mi vida. Por eso también mis debilidades y culpas deben llevarme a Dios. ¿Cuál ha de ser, entonces, mi actitud? “Debo dejarme caer”, dice el Padre. ¿Adónde debo dejarme caer? Debo dejarme caer en los brazos de Dios Padre. Está bien luchar en contra de nuestras miserias, tomar nuevos propósitos, hacer brillar ante nuestros ojos el ideal ético. Pero lo más importante es y será siempre el dejarse caer en los brazos del Padre Dios, el dejarse caer en el corazón del Padre misericordioso.
“Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor 12, 10), nos dice San Pablo. Todos somos débiles, pensando en nuestro ideal elevado. ¿Y cuándo somos fuertes? Cuando sacamos de nuestra fragilidad una doble conclusión:

(1) Decir un sí alegre a mi miseria; reconocer ante Dios mis debilidades y mis pequeñeces.
(2) Extender mis manos hacia las manos misericordiosas de Dios; ponerme confiadamente en sus manos de Padre.

Cuando soy débil, entonces soy fuerte. ¿Por qué soy fuerte? Porque mi miseria se asocia con la misericordia de Dios. Porque mi pequeñez es el gran título para apelar a la misericordia del Padre.

El Padre Kentenich nos repetía en los últimos años de su vida: “La pequeñez reconocida es la omnipotencia del hijo y la impotencia del Padre”. Mi debilidad reconocida es el triunfo sobre el corazón de Dios. Este es el gran camino para saltar de este mundo al mundo del más allá. Esta es la obra maestra de mi vida.

¿Cuál debería ser, por eso, el fruto supremo de todo nuestro esfuerzo por transformarnos en hombres nuevos, en hombres maduros, armónicos e integrados? El gran fruto debería ser: crecer decididamente en mi ser hijo, conquistar una filialidad heroica ante el Padre. Es una filialidad que me hace reconocer con humildad heroica mis miserias. Es una filialidad que con confianza heroica me lanza a los brazos amorosos del Padre Dios. Y es una filialidad que con heroísmo lleva a entregarme al Dios de mi vida, al Padre de las misericordias, para siempre.

Preguntas para la reflexión

1.      ¿Me es fácil reconocer mi pequeñez?
2.      ¿Qué entiendo por “dejarme caer”?
3.      ¿Creo posible la filialidad heroica en mí?

Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com

domingo, marzo 01, 2015

Fechas importantes marzo 2015


01.  2º domingo de Cuaresma
08.  3º domingo de Cuaresma
11.  El P.Kentenich es trasladado al campo de concentración de Dachau
13 y 14. “24 horas con el Señor”. Santo Padre convoca a Jornada de oración y confesión
15.  4º domingo de Cuaresma
18.  Día de Alianza
19.  P. Kentenich celebra por primera vez Misa en Dachau
19.  San José. Onomástico del P.Fundador

22.  5º domingo de Cuaresma
25.  Anunciación del Señor
29.  Domingo de Ramos