martes, julio 31, 2007

Fechas importantes agosto
04 San Juan María Vianney. Día del Párroco



06 Transfiguración del Señor

07 San Cayetano





15 Asunción de María




20 Hoerde
22 María Reina
27 Santa Mónica
28 San Agustín




30 Santa Rosa de Lima, Patrona de América Latina

martes, julio 17, 2007

Carta Alianza julio 2007

El día 8 de julio recordamos los 97 años de la ordenación sacerdotal del Padre Kentenich. En un tiempo donde el sacerdocio tuvo los acentos más diversos y las crisis más profundas, él vivió y propuso un sacerdocio de rasgos profundamente paternales. Así lo experimentaron las miles de personas que lo conocieron, trataron y recibieron el don de su hacer sacerdotal. Quisiera, con motivo de la fecha citada, compartir dos acentos formulados por el Padre respecto a su sentir y vivir el sacerdocio y una experiencia personal con él.

Lo primero es lo que el Padre manifestó a los jóvenes del seminario de los Padres Pallottinos, cuando él asumió el cargo de director espiritual del mismo en 1912. En su primera comunicación con el grupo, de por sí bastante revoltoso, les dijo algo que sorprende por dos motivos al menos: porque es inusitadamente cercano en lo que dice a los jóvenes, y, segundo, porque pone a disposición de ellos su calidez afectiva. Lo dice así: (Estoy) “…firmemente decidido a cumplir del modo más perfecto, mis deberes para con todos y cada uno de ustedes. Me pongo, por lo tanto, enteramente a su disposición, con todo lo que soy y tengo; con mi saber y mi ignorancia, con mi poder y mi impotencia, pero, por sobre todo, les pertenece mi corazón”.

Vemos cómo ya desde el inicio de su vida sacerdotal, el Padre Fundador tenía claro que su servicio a los demás pasaba por el corazón. Tenía la convicción de que no se puede educar, ni ayudar a alguien a educarse si no se le ama. Se trata de un servicio que no pasa en primer lugar por la inteligencia y la voluntad, sino por el compromiso afectivo, por el corazón. Es este profundo convencimiento el que le llevará más tarde a formular su definición de educador: “Educar es el servicio abnegado, desinteresado y apasionado a la vida y originalidad del educando”. No hay educación sin amor, porque el amor es lo único que produce apertura en los otros y les abre a los ideales y valores de la vida. Sin lugar había tomado absolutamente en serio las palabras de Jesús: “Donde está tu tesoro estará tu corazón”.

Esta actitud de alma lo llevará -segundo acento- también a simbolizar su vivir sacerdotal en la imagen evangélica del Buen Pastor. Cuántas veces repetirá en su vida las palabras de Jesús: “el Buen Pastor conoce a sus ovejas y las ovejas lo conocen a él”. El trato personal, original, con cada persona es esencial a la acción del sacerdote-padre y educador, por ello cita nuevamente el texto del Evangelio de Juan (cap. 10): “El Buen Pastor llama a las ovejas por su nombre…y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. A un extraño no lo seguirían…”. Es así como el Padre concebía su relación sacerdotal con los que se confiaban a él: como un conocimiento mutuo. Nadie abre su alma a otro si se experimenta extraño, esto es no respetado, no amado. Por eso, hay que llamarlas por el nombre, esto es por su originalidad, a fin de servir la vida concreta del que viene a buscar orientación y guía. Pero no sólo el pastor ha de conocer a las ovejas, las ovejas han de conocer al pastor. Si éste fuera inaccesible, ellas no lo conocerían, o en todo caso no habría una relación de confianza y acogida de lo que brota del corazón y los labios del educador, en este caso sacerdote-padre.

Es así como señala tres características del sacerdote para con aquellos que se confían y confían en él: ocuparse de los suyos, como el Buen Pastor; cuidar de los suyos, como el Buen Pastor; cultivar la fidelidad del Buen Pastor para con los suyos. Si observamos la vida del Padre Kentenich veremos cómo vivió intensamente este trípode de su ser sacerdotal. Es muy revelador lo que, en el campo de concentración, ora a la Virgen pensando en los suyos: “…mira a los míos, a quienes te encomiendo. Cuando debo verlos librar solitarios el combate, sólo confiado en ti puedo continuar el camino”.

Cuando estuve por última vez con el Padre, pocos días antes de su muerte, él salía de la casa de formación de las Hermanas, en el Monte Schoenstatt, hacia el jardín. Un grupo de jóvenes lo vimos y corrimos hacia él. Nos atendió con alegría y serenidad, se notaba que no estaba bien de salud. Tras oírnos unos minutos nos dijo con enorme sencillez: “Ahora los dejo, porque voy a rezar el rosario por la conversión de los pecadores”. ¿Qué me conmovió de estas palabras, dichas en agosto de 1968? Que me hicieron recordar otras dichas por él 56 años antes, cuando explicó a los seminaristas por qué no le había sido fácil aceptar el cargo de director espiritual de ellos: “…para poder dedicar todo mi tiempo libre y mis fuerzas a los laicos, especialmente a la conversión de los viejos y empedernidos pecadores. Quería dar caza a los llamados ‘corderos pascuales’ y mi mayor alegría de sacerdote la sentía cuando venía uno de ellos agobiado por el peso de una vieja carga…de modo que el confesionario llegaba a crujir”.

¿Qué es lo que me tocó el alma? La constatación de cómo mantuvo el anhelo de ser manifestación del amor misericordioso de Dios desde la ordenación hasta el final de su vida. Este es el Dios que anunció y que propuso como la imagen de y para “los tiempos más nuevos”, la misión de “la Iglesia de las nuevas playas”. Que este 18 de julio, al renovar la alianza, podamos seguir diciendo a nuestro Padre y Fundador: “Padre, nuestro corazón en tu corazón, nuestro pensamiento en tu pensamiento, nuestra mano en tu mano, tu misión nuestra misión”.

P. Alberto E. Eronti

sábado, julio 14, 2007


La santidad matrimonial
P.Nicolás

¿En qué consiste la actitud fundamental de la vida matrimonial para llegar a la santidad? ¿Cuál es la mística que pueda entusiasmarnos a hacernos santos dentro del matrimonio? Me parece que la mística es ésta: estar siempre para el tú.

Cuando alguien se hace franciscano, se consagra a la pobreza. Cuando alguien se hace jesuita, se consagra a la obediencia. Cuando alguien se hace padre de Schoenstatt, se consagra al apostolado mariano. Y cuando alguien se casa, ¿a qué se consagra? ¡Se consagra a un tú!

Pero este estar para el otro, aunque parezca hermoso, es lo más difícil en la vida. Estar, ser para el otro - quiere decir, que yo ya no tengo derecho a pensar en mi comodidad, que tengo que olvidarme de mí mismo, que tengo que estar para el otro así como Cristo está para la Iglesia.

Mi misión es, entonces, apoyar al cónyuge, complementarlo, conducirlo al cielo. Y esto no es nada fácil - ustedes lo saben mejor que yo - porque somos egoístas, porque somos de corazón estrecho.

Si alguien lograra mantener esta actitud “estoy para el otro, sólo para el otro”, durante toda la vida, se haría santo. Y si se trata de canonizar a algún esposo, siempre se verá si estuvo para el otro.

Pero estar como Cristo está para la Iglesia, con amor noble, esclarecido, no con ese amor que pide que el otro esté para mí, sino que yo para el otro. El matrimonio será feliz en la medida en que vivimos según esta norma.

He de saber, entonces, dejarme limitar por el tú en mis gustos. ¿Y si a mí me gustan los tallarines y a ella las papas fritas? ¡Estoy condenado a comer papas fritas toda mi vida!

Lo soportaré una semana. ¿Pero lo soportaré 10 años, 30 años? ¿Y si Dios me ha dado la dicha de vivir 60 años de matrimonio? Tal vez nos reímos y, sin embargo, aquí está la clave de la felicidad matrimonial o de la tragedia matrimonial.

Ver las cualidades positivas… siempre

Este estar para el cónyuge, significa estar siempre dispuesto para tomar conciencia del tú, de las buenas cualidades del tú. ¡Y a esto nunca deben acostumbrarse los esposos!

Deben acostumbrarse a muchas cosas, pero que no se acostumbren a las buenas cualidades del cónyuge, sino que cada día sepan admirarlas más. Pienso que debe ser algo de lo que hace tan difícil la santidad en el matrimonio. Uno se acostumbra muy pronto a las buenas cualidades del tú y después sólo se fija en las malas cualidades. Y parece que esas malas cualidades se van proyectando y que las buenas cualidades van disminuyendo.

Es por eso que la felicidad matrimonial depende del espíritu de sacrificio, de la capacidad de dejarse crucificar por el otro. Es el camino del verdadero amor que es lo más difícil en esta vida humana. Ya lo dijo el poeta alemán Rilke: “Lo más difícil, la tarea más difícil que el hombre tiene que aprender, es el amor”. ¿Y por qué? Porque lo que más nos cuesta, es el olvidarnos de nosotros mismos y volcarnos hacia los demás.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Suelo sacrificar mis gustos, o insisto hasta imponerlos?
2. ¿Continúo viendo las cualidades de mi cónyuge, o me he acostumbrado?
3. ¿Me es más fácil ver lo negativo, incluso cuando opaca las virtudes del otro?

Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com

martes, julio 03, 2007

Nuestro credo schoenstattiano

1. Creemos que Schoenstatt surge como una irrupción de gracias en el seno de la Iglesia Católica el 18 de octubre de 1914. Que la providencia condujo al Padre José Kentenich a sellar ese día una alianza con María en el valle de Schoenstatt, constituyéndolo así en padre y fundador de nuestra Familia.
2. Creemos que nutriéndose de las napas profundas del Evangelio e inspirándose en los signos de los tiempos, las voces del alma y la resultante histórica, el Fundador anheló la formación, tanto en sus propias filas como en la sociedad, de un hombre nuevo en una comunidad nueva.
3. Creemos que el Santuario es el origen, fuente de gracia y de comunión de los hermanos en Schoenstatt. Allí sellamos la Alianza de Amor con María, la Madre, Reina y Victoriosa tres veces Admirable de Schoenstatt. Alrededor de él se reúne la Familia, crece nuestro sentido de pertenencia espiritual y conciencia misionera.
4. Creemos que debemos dar testimonio del lugar que María ocupa en el plan de salvación y de su misión en el tiempo actual: ella es la permanente compañera y colaboradora de Cristo en toda su obra de redención. La Mater tiene el oficio y encargo de ser imagen sublime y educadora materna del hombre nuevo y la comunidad nueva en Cristo.
5. Creemos que estamos llamados a aspirar a la santidad del día de trabajo. Queremos hacerlo mediante el fiel cumplimiento del deber de estado y por una respuesta generosa a los deseos del Padre.
6. Creemos que Cristo es el rostro de Dios Padre vuelto hacia el mundo y el Cordero victorioso que intercede por nosotros. Como miembros suyos, somos hijos en el Hijo y hermanos entre nosotros. En él y con él queremos amar y servir a la Iglesia para la vida del mundo.
7. Creemos que Dios nos permite reconocer su voluntad en los acontecimientos de la vida y la historia, en las voces del alma, en la estructura de ser de la creación y en los hombres. En libertad, Él nos invita por la fe práctica en la divina Providencia a hacer nuestros sus planes.
8. Creemos que Dios nos manifestó su paternidad y orientación en el Padre Fundador. En él hallamos el norte y el carisma que Schoenstatt quiere encarnar. Con alegría confesamos nuestra adhesión filial a él: “Padre, nuestro corazón en tu corazón, nuestro pensamiento en tu pensamiento, nuestra mano en tu mano”.
9. Creemos estar llamados a amar fraternalmente con fidelidad y respeto, a tomar iniciativas y cultivar la confianza y el perdón. Queremos que nuestra condición de familia se exprese en acogimiento cordial, el servicio abnegado y la corresponsabilidad. Guardamos silencio ante las faltas de los otros y sustentamos nuestra comunión por la oración y el deseo de asociarnos y complementarnos. El fin es ser “Con María, Familia del Padre”.
10. Creemos que el legado del Fundador, “Alegres por la esperanza y seguros de la victoria vamos con María hacia los tiempos más nuevos”, nos invita a nosotros -débiles instrumentos- a mirar con gratitud y compromiso el don y la tarea recibida. Schoenstatt para la Iglesia, la Iglesia para el mundo, el mundo para la Santísima Trinidad.
P. Guillermo Carmona

domingo, julio 01, 2007

Fechas a tener en cuenta Julio



08 Ordenación sacerdotal P. Kentenich
09 Independencia de Argentina
10 Primera Misa P. Fundador

16 Nuestra Sra. del Carmen

25 Santiago Apóstol –Patrono de Mendoza-
26 Santa Ana y san Joaquín
31 San Ignacio de Loyola