miércoles, mayo 10, 2017

Mes de María - Día 10

Llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor” Lucas: 2, 21-24
“María cuido al pequeño Hijo de Dios. Sus manos unidas en adoración se muestran también diligentes, solicitas. Poco después, a los 40 días, esas mismas manos maternales llevan al Niño al Templo según era la costumbre de entonces.
Así como María, protegió la vida de su Niño, así también toda mujer, toda madre debe cuidar la vida de sus hijos, sobre todo la vida religiosa. Así como María, consagro a su Hijo al Señor, así también toda madre debe conducir a sus hijos, sus tesoros, al Santuario de Dios, ofreciéndolos a Aquel que se los ha dado.
Nosotras queremos imitarla. ¡Cuan difícil nos es en nuestro tiempo descubrir y saber contestar las inquietudes y necesidades espirituales y religiosas de nuestros niños. Demasiado a menudo olvidamos que nuestras manos deberían procurar preferentemente la salud espiritual del niño antes que su bienestar físico, sin que la preferencia del uno vaya en desmedro del segundo. Así como las Manos de María frecuentemente se unían en oración por el Redentor del mundo, así también deben recogerse las nuestras para rezar por los que nos están confiados. Si queremos asemejarnos más a María en su actitud interior, entonces seremos un transparente suyo más puro para nuestros hijos y para todos los hombres y nuestro apostolado será mucho más fecundo. Ella se hará cargo de nuestros hijos, nosotras solo seremos sus pequeños instrumentos.”  (María, si fuéramos como Tu – PJK)

ORACION

“Al Hijo,
 que concebiste por obra del Espíritu Santo,
ahora en el Templo, llena de anhelos de redención
y con tu mirada maternal fija en nosotros,
lo devuelves al Padre regalándolo sin reservas,
Al igual que tu,
Diaconisa de la Ofrenda,
entrego por los hombres aquello que más amo.” (HP 344)

Y me consagro Ti, diciendo: Oh Señora mía, Oh Madre mía. . . . . . . . . .


PROPÓSITO
Te pedimos Señor que nosotros como padres de familia no nos amedrentemos al corregir a nuestros hijos y seamos fieles a tu Palabra.
Danos la fortaleza y la alegría de ser sal de nuestros propios hogares.





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