domingo, agosto 18, 2013

Carta de Alianza


Carta de Alianza

Agosto 2013

Queridos hermanos en la Alianza:

En la Carta de Alianza del mes pasado les escribí sobre los preparativos de los jóvenes para la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, la gran peregrinación de una Iglesia joven que sale al encuentro de los hermanos. La Jornada fue una formidable experiencia de fe y vida en Cristo para los millones de jóvenes allí reunidos, pero también para millones de católicos y hombres de buena voluntad de todo el mundo. Con sus palabras y gestos el Papa nos muestra el camino de la Iglesia hoy y nos enseña a caminarlo.
Hay un concepto central en el mensaje del Papa Francisco desde que era cardenal en Buenos Aires y que en Río lo marcó insistentemente: la cultura del encuentro.

"En muchos ambientes se ha abierto paso lamentablemente una cultura de la exclusión, una «cultura del descarte». No hay lugar para el anciano ni para el hijo no deseado; no hay tiempo para detenerse con aquel pobre a la vera del camino. A veces parece que, para algunos, las relaciones humanas estén reguladas por dos «dogmas»: la eficiencia y el pragmatismo. (… ) El encuentro y la acogida de todos, la solidaridad y la fraternidad, son los elementos que hacen a nuestra civilización verdaderamente humana. Ser servidores de la comunión y de la cultura del encuentro. Permítanme decir que debemos estar casi obsesionados en este sentido. No queremos ser presuntuosos imponiendo «nuestra verdad». Lo que nos guía es la certeza humilde y feliz de quien ha sido encontrado, alcanzado y transformado por la Verdad que es Cristo, y no puede dejar de proclamarla (cf. Lc 24,13-35)". (SS. Francisco a los sacerdotes, Río de Janeiro, 27/7/2013)

"Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta es siempre la misma: Diálogo, diálogo, diálogo. El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno a cambio". (SS. Francisco a los dirigentes, Río de Janeiro, 27/7 /2013)

El 7 de agosto el Papa sorprendió a los peregrinos que se encontraban en el Santuario de San Cayetano de Liniers, Buenos Aires, dirigiéndoles estas palabras grabadas en un video:
"Lo que Jesús nos enseña primero es encontrarnos y en el encuentro ayudarnos. Necesitamos saber encontrarnos, necesitamos edificar, crear, construir una cultura del encuentro. Hay tanto desencuentro: líos en la familia, siempre; líos en el barrio; líos en el trabajo; líos en todos lados. Y los desencuentros no ayudan. La cultura del encuentro".
El mensaje del Papa sobre la "cultura del encuentro" tiene mucha coincidencia con la "cultura de Alianza" que anunciamos desde Schoenstatt: viviendo en Alianza de Amor con María, Ella nos educa y nos ayuda a estrechar vínculos con Dios, a salir al encuentro del hermano, a tender "puentes" y ser factores de unidad y diálogo en nuestro entorno familiar, laboral y social, construyendo así una cultura de Alianza.

María al salir e ir al encuentro de su prima Isabel ofreciéndole su ayuda concreta, la de sus manos, y regalando la presencia del Hijo que portaba en sus entrañas, se trasformó en la primera misionera de un Dios que hace Alianza con su pueblo. María gestó así cultura de Alianza.

Los apóstoles fueron animados por este mismo espíritu que hoy sigue impulsando a la Iglesia, reconciliando a los hombres, construyendo la cultura del encuentro y la paz. Este mismo espíritu ardió en el corazón del P. Fundador y lo movió a lo largo de su vida a anunciar la Alianza de Amor con María: "Es mi total convicción que sobre la Alianza de Amor se puede basar toda la vida. Podría comprobarles esto en todas las situaciones de mi vida". (P. Kentenich, 19 de junio de 1966)

La Alianza de Amor con la Sma. Virgen María es mucho más que un acto de piedad particular. María, en lo más profundo de nuestra alma, imprime su sello, su estilo de vida, nos educa como lo hizo con Jesús y sus apóstoles. Por ello la Alianza con María es forjadora de cultura. En una de las más hermosas oraciones el P. Kentenich le pide a la Virgen:
"Aseméjanos a Ti y enséñanos a caminar por la vida tal como Tú lo hiciste: fuerte y digna, sencilla y bondadosa, repartiendo amor, paz y alegría. En nosotros recorre nuestro tiempo preparándolo para Cristo Jesús". (Hacia el Padre, 609)

¿Qué sucedería si miles de mujeres y varones, jóvenes y adultos, en esta Argentina de hoy fuéramos capaces de caminar por nuestras ciudades y barrios con fortaleza y dignidad de vida, con sencillez y bondad, regalando amor, paz y alegría? ¿Qué sucedería si en esta Argentina de hoy, dividida por tantos rencores y fragmentada por la ambición, la violencia y la indiferencia, viviéramos cada día la Alianza de Amor con mayor conciencia de misión y con una marcada conciencia de renovación cultural y social?

"Los movimientos y las instituciones diocesanos tienen esa participación en el pastoreo del Obispo, tienen algo de pastores. Pastores de gente, de pueblo. ¡¡Qué triste cuando un movimiento o una institución se enferman y en vez de ser pastores de pueblo, se convierten en "peinadores de ovejitas" y se pasan todo el tiempo en las reuniones "maquillándose el alma"!! ¿Cuántos "maquilladores" hay? No sé, esperemos que sean pocos. Pero qué daño nos hacen aquellos que viven para "mirarse el ombligo", mirarse a sí mismos, y no salen a misionar, no salen a dar la herencia que han recibido gratuitamente por pura gracia de Jesucristo, por puro amor del Padre en comunión con el Espíritu Santo". (Card. Bergoglio, 29/5/1999)

Queridos hermanos, reciban desde el Santuario, en este día de Alianza, un cordial saludo y bendición, especialmente para los niños en su día.

¡Feliz día de Alianza


P. José Javier Arteaga

¡CON MARÍA ARDAMOS POR LA MISIÓN!   
 
 
 



jueves, agosto 01, 2013

Refexiones


Tesoro en el cielo

Padre Nicolás Schwizer
 
N° 147 – 01 de agosto de 2013

Jesús habla a los suyos sobre el uso de los bienes terrenos. Les propone acumular bienes espirituales y eternos, en lugar de cosas materiales y perecederas: “Haceos un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.

Y ya sabemos que no es el dinero o la riqueza como tal, sino su abuso lo que es condenado por Jesús. Porque siempre existe el gran peligro de que el hombre no sea el dueño de sus bienes, sino que se convierta en su esclavo. Y el verdadero cristiano, el hombre nuevo debe ser un hombre libre: libre de toda esclavitud interior, de toda atadura incontrolada a los bienes y riquezas terrenas.

Y la codicia es una de las muchas formas de nuestro egoísmo, el que está muy metido dentro de nosotros mismos, y contra el cual tenemos que luchar durante toda nuestra vida.

Por lo general, Dios no nos exige renunciar al dinero y a los bienes materiales. Lo que nos pide es que los pongamos al servicio de los demás. “Dad limosna; y haceos un tesoro en el cielo”. El que tiene bienes materiales debe saber que la verdadera riqueza no es la que posee, sino la que da a sus hermanos necesitados. El hombre será siempre más feliz dando que recibiendo. Y dando de su riqueza experimentará la generosidad de Dios.

Pero la riqueza lleva consigo un peligro todavía más grande que la esclavitud interior. Y es que no acerca el hombre a Dios, sino que lo aparta de Él. El rico cree que puede prescindir de Dios. Pone toda su confianza en sus bienes. Corta sus relaciones con la Divina Providencia. Cree que sus riquezas le permiten dejar de lado a Dios. Espera seguir adelante él solo, por sus propios medios, sin tener que recurrir a Dios.

En cambio, el pobre, es decir, el hombre que busca tener un tesoro en el cielo, se da cuenta de que depende totalmente de Dios. Tiene una conciencia clara de su limitación humana.

En el fondo, cada hombre aún sin saberlo ‑ es un pobre. Y la pobreza material es el signo visible de esa pobreza mucho más profunda y universal: nuestra pobreza moral, nuestra fe miserable, nuestro amor raquítico. Todos somos pobres ante Dios, con nuestra culpa, nuestra miseria, nuestras deficiencias.

El rico se aparta de Dios, pero se aparta también de los hermanos. Al contrario, el pobre es fraternal: se abre a los demás como se abre a Dios, comparte con ellos sus cosas. Él sabe bien que nuestros bienes son bienes de familia, el servicio de todos los miembros. El pobre no es una persona que no tiene nada, sino una que hace servir todo lo que tiene. Se da cuenta de que es mejor dar que recibir.

Pero no todos lo reconocen ante Él. Sólo aquel que conoce y reconoce su debilidad y pequeñez ante Dios, pone toda su confianza en Él, espera todo de Él, busca su protección poderosa. En esa actitud se vacía de sí mismo y se entrega filialmente al Padre. Y porque está abierto y disponible para Dios, hay lugar para el actuar divino.

“Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” ¿Y dónde está mi tesoro? ¿Busco yo los bienes de este mundo o busco las riquezas de Dios? ¿Dedico mi tiempo a los intereses terrenos o los intereses de Dios? ¿Cuál es el sentido, la verdadera meta de mi vida?

El Padre José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt solía decirnos: El sentido de mi vida de cristiano es buscar a Dios, volver a Dios, caminar hacia el Padre.
 
Preguntas para la reflexión
1. ¿Dónde está mi tesoro?
2. ¿Tengo en el ropero, ropas que no uso hace años?
3. ¿Ayudo a instituciones de caridad?

Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com

 
 
 

Fechas importantes agosto 2013

04           San Juan María Vianney. Día del Párroco
06          Transfiguración del Señor

07           San Cayetano
10           Primera Consagración 19º Curso
15           Asunción de la Sma. Virgen
15           Consagración Perpetua 3º Curso Paraguay
20           Hoerde. Fundación de la Federación Apostólica
20/8/47     1º Alianza filial
21/8/42      Franz Reinisch es decapitado
22           María Reina
24/8/1909   P.Kentenich es admitido a la profesión perpetua
27           Santa Mónica

28           San Agustín
29           Martirio San Juan Bautista
30           Santa Rosa de Lima, patrona de América Latina