miércoles, abril 16, 2014

Carta de Alianza


Argentina – 18 de abril de 2014

Queridos hermanos en la Alianza:

Este 18 de abril, día de Alianza, estamos en pleno Triduo pascual, celebrando los días más importantes del año litúrgico que nos hacen presente el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, quien “con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida” (prefacio pascual I).
El Jueves Santo comenzamos con el Triduo pascual, día en que nuestro Señor Jesucristo, en la última Cena, instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio, y al lavar los pies a los apóstoles nos regaló el amor fraterno. No hay Eucaristía sin sacerdote, como tampoco puede haber amor fraterno pleno sin Eucaristía; es decir, un amor que incluya realmente a todos, incluso al enemigo, y que tenga como fundamento a Dios que nos ama y nos hace participar de su misma Vida. Sólo el amor salva y nos reúne en una sola familia de hermanos, y esa acción amorosa parte de la iniciativa de Cristo Jesús. Solo Él nos reúne alrededor de su mesa y nos alimenta con su propia Vida, dejándonos como memorial y pedido a la Iglesia: “Hagan esto en conmemoración mía” (1Cor 11,25).
El Viernes Santo nos habla de la pasión y muerte de Cristo. El grito salido de sus labios, “por qué me has abandonado”, recoge toda la impotencia del hombre ante la muerte. ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Qué sentido tiene tanto dolor y muerte? Pero la cruz es árbol de vida. En ella triunfa la vida sobre la muerte, el amor sobre el odio, la verdad sobre la mentira. Por eso, desde el instante en que Jesús, el Hijo de Dios, abrazó nuestra humanidad pecadora y destinada a la muerte, la cruz se convirtió en el signo bendito que nos muestra el camino hacia la vida, hacia la libertad y hacia el amor. Por eso la muerte, y con ella todo el dolor moral y físico que la anticipan, no tiene la última palabra. La última palabra la tiene Dios, que resucitó a Jesús. Abrazar al Crucificado es aprender de Él, pues la cruz asumida y ofrecida se convierte en una poderosísima fuente de vida, de libertad y de amor. Y, como signo de consuelo y esperanza, junto a la Cruz de Jesús estaba su Madre, y desde aquel momento nuestra Madre también.
La Vigilia pascual y el Domingo de Gloria. En medio de la noche brilla la Luz santa del Cirio Pascual, símbolo de Cristo resucitado, que quiebra la oscuridad de la muerte. En esa noche santa renovamos nuestra Alianza bautismal con Dios, nuestra vida. Cristo resucitado es el objeto principal de nuestra fe. Somos cristianos porque creemos que Jesucristo resucitó. El relato bíblico sobre la resurrección de Jesús es asombrosamente simple y directo: María Magdalena y la otra María se encontraron ante el sepulcro vacío, y “después de ver el lugar donde estaba” y comprender que “había resucitado como lo había dicho”, “atemorizadas pero llenas de alegría (…) fueron a dar la noticia a los discípulos”.
El Papa Francisco nos da tres “pistas” de resurrección referente a este texto de la Escritura:
1-       ¡No nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestra vida! El Señor es así. ¡Él nos sorprende siempre! Hermanos y hermanas: ¡No nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestra vida! A menudo estamos cansados, defraudados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, creemos que no podemos seguir. No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, no nos resignemos nunca: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar; no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a Él.
2-     Dejemos entrar la Vida en nuestra vida. “Cuántas veces necesitamos que el Amor nos diga: ¿Por qué buscas entre los muertos al que vive? Los problemas, las preocupaciones de todos los días, tienden a encerrarnos en nosotros mismos en la tristeza, en la amargura… ahí está la muerte. ¡No busquemos allí al que vive! Acepta, pues, que Jesús resucitado entre en tu vida; acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la Vida! Si hasta ahora has estado alejado de Él, da un pequeño paso: te recibirá con los brazos abiertos”.
3-     Recordemos y anunciemos lo bueno que Dios ha hecho por nosotros. “«Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea [...]. Y recordaron sus palabras» (Lc 24, 6. 8). Se trata de la invitación a hacer memoria del encuentro con Jesús, de sus palabras, de sus gestos, de su vida; y es precisamente este recordar con amor la experiencia vivida con el Maestro lo que induce a las mujeres a superar todo temor y a llevar el anuncio de la resurrección a los Apóstoles y a todos los demás (cf. Lc 24, 9). Hacer memoria de lo que Dios ha hecho y hace por mí, por nosotros; hacer memoria del camino andado; y esto abre de par en par el corazón a la esperanza para el futuro. ¡Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestra vida!” (Papa Francisco, Pascua 2013).
Abrirse a la novedad de Dios, recibir la Vida que viene de Dios, recordar y anunciar las bendiciones de Dios en nuestra vida, son actitudes del hombre y la mujer “pascuales”, renovados por la gracia de Dios. ¿Pero cuál es el camino para vivir estas actitudes de hombres nuevos en Cristo? ¿Cuál es el camino para ese encuentro de vida con Cristo?
El P. Kentenich, ante esta pregunta trascendental, respondía que el camino es María, ya que ella ha sido constituida por Dios en modelo y modeladora del hombre y la mujer nuevos que viven en Alianza con Dios. La vida de María es plena comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, es entrega y servicio a los hombres de todos los tiempos. María, la “llena de Gracia”, María de la Alianza, que nos educa y conduce a la plena Alianza de Amor con el Señor, que nos recuerda siempre: “hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5). 
Queridos hermanos, en esta Pascua, unidos a María, renovemos nuestra Alianza con Cristo y dejemos que Él irrumpa con toda su Luz y Vida en nuestras vidas, nos renueve y renueve nuestras familias, la Iglesia, las instituciones, la Patria y el mundo. Vivamos como Aliados de Cristo y María, y anunciemos - compartamos la bondad de su amor.
Desde el Santuario, les deseo un bendecido día de Alianza y ¡feliz Pascua de resurrección!

P. José Javier Arteaga
  

¡TU ALIANZA, NUESTRA MISIÓN!

martes, abril 01, 2014

Reflexiones

Espíritu de victoriosidad

Padre Nicolás Schwizer
N° 155 - 01 de abril de 2014

Igual que los primeros cristianos, a Schoenstatt le caracteriza un espíritu de gran victoriosidad. Esa victoriosidad surgió, sobre todo, después de la lucha mortal en el tiempo del nazismo.

Nosotros en Schoenstatt no nos basamos en el plano natural, en consideraciones humanas. Creemos en la influencia de fuerzas divinas: “... donde Dios se desposa con los débiles...” dice el Cántico al terruño. En otra oportunidad dice el P. Kentenich: En Schoenstatt “la omnipotencia de Dios se desposa con la impotencia de hombre”.

Y ese es el único motivo de nuestra victoriosidad, de nuestra fe en el triunfo de la causa de Schoenstatt.

María, signo de victoria. Es por eso que le llamamos a la Virgen el gran signo de victoria. Ella misma como persona es la prueba del triunfo sobre todo lo terreno y lo diabólico. Allí donde Ella aparezca, será un gran signo de victoria y la victoria acompañará a nuestra bandera. Porque Ella es “la Vencedora en todas las batallas de Dios”, es decir, a través de Ella Dios ha triunfado siempre.

Llevarla al campo de batalla. Y nosotros, que somos sus instrumentos, ¿qué hemos de hacer entonces?
Dice el Padre Kentenich: “¡Debemos llevar a la Santísima Virgen al campo de batalla!”
Detrás de ello se esconde la convicción: “El demonio celebra sus aquelarres (Hexensabbat) hoy en todas partes, y si no interviene en la batalla la aplastadora de la serpiente, no podemos esperar vencer”. Pero si Ella va con nosotros, nos atrevemos a luchar y a conseguir la victoria.

a) Debemos llevar sobre todo, a la Santísima Virgen al campo de batalla del propio corazón.

“¿Quién debe ayudarnos, por lo tanto, a dominar los instintos de nuestro interior? ¿Quién nos debe dar fuerzas cuando hemos faltado? ¿Quién nos debe ayudar a levantarnos, cuando hemos caído?... Sea que se trate de vencer mis instintos, sea que se trate de ser siempre noble (en las luchas económicas), o que se trate de estar siempre al lado de los míos a pesar de cualquier fracaso, siempre debemos llevar a la Virgen al campo de batalla de nuestro corazón.
Es también el sentido de la Consagración: proclamar a la Virgen como Reina en el trono del propio corazón”.

b) Debemos llevarla también al campo de batalla de nuestra familia, de nuestro hogar. Pueden ser problemas familiares, falta de comunicación, falta de entendimiento, falta de afecto y libertad, dificultades entre las generaciones, una madre sobreprotectora, un padre débil o ausente, etc.
Pueden ser problemas matrimoniales, dificultades en la educación de los hijos, necesidades económicas.

¿Y qué respuesta da el Padre Kentenich a estas dificultades?
“Yo duermo siempre bien, puesto que la Santísima Virgen ha tomado la responsabilidad por mí. Yo he sellado una Alianza con Ella. Ella lo hace todo. Ella tiene la preocupación por todo. (Por eso, todos los hijos que me regala Dios los conduzco a la Virgen... Si yo le digo que le regalo mi hijo, Ella lo acepta y se preocupa por él)”.

Eso, por supuesto, no significa que nosotros no debemos hacer nada. Pero lo que necesitamos hoy es, ante todo, el heroísmo de una confianza despreocupada y victoriosa.

c) Una espiritualidad sana abarca al hombre entero, no sólo en su hogar, sino también y sobre todo en su trabajo, en su profesión. Por lo tanto, hemos de llevar a la Virgen también al campo de batalla de la profesión: colegio, universidad, oficina, negocio... Si le damos el lugar que le corresponde, entonces Ella vencerá también en el campo de batalla profesional.

 Preguntas para la reflexión

1.      ¿Veo a la Virgen como la Victoriosa?
2.      ¿Confío en Ella en mis luchas de la vida diaria?
3.      ¿Tengo una imagen de la Virgen en mi trabajo?

Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com

Fechas importantes abril 2014

06. 5º Domingo de Cuaresma
06/4/1945.- P.Kentenich sale del campo de concentración de Dachau.
12/4/1894.- P.Kentenich es Consagrado a la Sma. Virgen
13. Domingo de Ramos
17. Jueves Santo
18. Viernes Santo
19. Sábado Santo
20. Pascua de Resurrección
27.  De la Divina Misericordia