domingo, febrero 28, 2010

Solidaridad en Alianza


Mensaje del P. Javier Arteaga

Queridos hermanos en la Alianza:

Todos hemos visto en los diarios y televisión el devastador terremoto que han sufrido nuestros hermanos de Chile. Muchos han sentido sus efectos con diferente intensidad en varias ciudades de nuestro país, especialmente en Mendoza, San Rafael, Salta y San Juan.

Los invito a acompañar a nuestros hermanos en la Alianza y a todo el pueblo chileno con nuestras oraciones, pensando en quienes han perdido seres queridos y casas; la reconstrucción después de una catástrofe de esta magnitud es muy ardua. Pidamos a nuestra Madre paz y consuelo, fortaleza y esperanza para todos los que hoy sufren tanto dolor.

Unidos al Padre Fundador pidámosle juntos a la Mater:

“Como tu Hijo, que durante su vida terrena
saciaba el hambre y traía consuelo y salud a los enfermos,
así con Él pasa ahora entre nosotros bendiciendo en silencio,
para darnos el inmenso poder de tus manos de Madre.”

Desde el Santuario reciban un cordial saludo y bendición,

P. Javier Arteaga

martes, febrero 23, 2010

Adoración y vida
Carta de Cristina Fezza de Celso

Buenos Aires 22/2/2010

Queridas hermanas de Federación:

Dado que este año tendremos los distintos capítulos y elecciones de nuevas jefas para nuestra Federación de Madres, pensamos que debemos trabajar de una manera muy especial para que el Espíritu Santo se manifieste en todo aquello que debamos decidir.
Quizás esta convocatoria pueda parecer demasiado “argentina” (pido disculpas a nuestras hermanas Paraguayas) pero creo que estamos tan unidas en el corazón de la Mater y entre nosotras que también creo que podemos compartir estos pensamientos sobre la trascendencia de nuestras vidas, no sólo en nuestras familias, sino en nuestra Federación, en la Iglesia y en nuestras Patrias pues el año que viene, Paraguay tiene su Bicentenario.

Éste es un año sin duda extraordinario. Es un año jubilar en Argentina por el aniversario que celebraremos y que nos debe convocar a una responsabilidad que trascienda lo personal.
También es un año muy importante en nuestra Federación de Madres pues en la Región Metropolitana y en Paraguay tenemos elección de jefas de grupo, Jefas Regionales y Consejos Regionales, incluyendo los Capítulos Regionales. Además toda la Federación elegirá nuevo Consejo Territorial en el Capítulo Territorial de Septiembre, elecciones que también requerirán de nuestra responsabilidad inspirada en la oración. Como así también tendremos el encuentro de las Madres de Argentina y Paraguay

Concientes de todo esto, aprovechemos esta Cuaresma buscando hacer de nuestra Federación una verdadera comunidad de amor donde “mujeres nuevas” sepan imitar a María en todo y fundamentalmente en el amor a su Hijo.

Por ello queremos invitarlas a generar una “corriente de Adoración” que será sin duda una “corriente de Vida” para todos.

A Jesús Sacramentado encomendemos nuestros corazones, nuestros pensamientos y nuestras manos para trabajar por una Federación de Madres que sea verdadera escuela de santidad, para hacer realidad que…….

“Con María Reina, construyamos una Patria para todos.” (lema de Argentina) y

“El Padre vive en mí, yo regalo hogar” (lema de Paraguay)

¿Cuál es la propuesta?:
en la medida en que sea posible, que cada una de las madres federadas, especialmente aquellas que integran el Círculo de Adoración, lleven a sus Parroquias un anhelo de Adoración buscando ver si se logra conquistar más y más Adoraciones y adoradores.

A nosotras, el esfuerzo y la oración. El resto lo hará el Señor pues… la Adoración es corriente de Vida, de la Vida verdadera a la que todos estamos llamados a unirnos.

Pidámosle a Jesús Sacramentado que envíe su Espíritu sobre nosotras para crecer en esa responsabilidad por nuestra Federación y por nuestra Patria, responsabilidad que tiene mucho de amor.

Por ello volvamos nuestros ojos, nuestra mente, nuestro corazón y nuestras vidas a la fuente del Amor verdadero.

María Cristina Fezza de Celso
2º Curso
Círculo de Adoración de Federación de Madres.


PD: Profundamente unidas Argentina y Paraguay, en comunidad de corazones, me atrevo a compartirles estos pensamientos y tal vez si cambiamos el nombre del país en la poesía, es aplicable a Paraguay …

Patria para todos

Años han transcurrido,
Años transcurrirán.
200 años de vida
marcan hoy tu caminar

Nuevo bicentenario
otros hijos vivirán,
construyendo con sus manos
la Patria que habitarán.

Corriente de Historia y vida
conquistada en el andar….
sueño de aquéllos que un día
gritaron tu Libertad.

Bendecida Argentina,
seno de fecundidad,
promesa aun no cumplida:
¡muchos sufren en tu lar!

¿Por qué te hacemos esquiva?
¿Por qué hay hombres sin hogar?
¿Por qué no hablamos lenguaje
de grandeza y hermandad?

¡Patria que has caminado
camino de Libertad…!
¡Patria aun te debemos
transitar en la Unidad!


Cristina Celso 22-2-2010

jueves, febrero 18, 2010

Carta de Alianza

Febrero 2010

Queridos hermanos en la Alianza:

Hace unos días me decía un peregrino en el Santuario que las vacaciones ya eran parte del pasado y nuevamente el día a día se le presentaba con un vértigo tal que no le quedaba resto para detenerse y pensar hacia dónde va su vida. Y en general es bastante así. La vida parece una carrera de fórmula uno... y al terminar cada día, la noche nos envuelve en la angustia de lo que no hicimos y de todo lo que nos queda por hacer. Y al día siguiente continuamos, sin parar. Sin embargo, muchas veces aparecen hechos que con desgarradora elocuencia nos obligan a frenar, situaciones que no podemos controlar, que no podemos “comprar” ni “vender”: una enfermedad, un fracaso grande, el golpe de una desilusión, un accidente irreparable, la muerte de un ser querido, siempre están agazapados en la historia de cualquier hombre. Estos hechos nos obligan a salir de la rutina de la carrera, a parar. Es en ese momento cuando constatamos lo efímero de todo y experimentamos el vacío y la desilusión de las cosas; como si la música que nos movía se silenciara. Entonces podemos conformarnos con quedarnos así, paralizados y reducidos al mínimo o decidirnos a cambiar para vivir en plenitud.

Es en esta experiencia vital que podemos enmarcar la Cuaresma. Dios nos invita a “reconocernos” tal cual somos, reconocer los logros y dar gracias por ello, pero también reconocer que algo no va bien en nosotros mismos, en mi familia, en nuestra sociedad y cambiar, convertirnos. Conversión se dice en griego «metánoia», que significa cambio de meta, cambio de dirección.

El Salmo 50, el «Miserere», que rezamos el miércoles de ceniza y cada viernes, es el salmo en el que un pecador reconoce su debilidad, muestra su arrepentimiento e implora humildemente a Dios: «borra mi toda culpa... crea en mí un corazón puro... devuélveme la alegría de tu salvación». Se trata de la súplica a Dios para que nos socorra con su Misericordia que sana, salva y santifica nuestras vidas; Dios, el único que nos hace viable el cambio profundo y verdadero.

Jesús, en el evangelio de Mateo 6, 1-16, nos muestra 3 actitudes del hombre profundamente creyente, 3 actitudes como camino de renovación en esta cuaresma:
- la oración personal para frenar la soberbia y profundizar el vínculo de amor con Dios;
- el ayuno para dominar la sensualidad, purificar nuestra vida interior;
- los actos de misericordia para liberarnos de la codicia y crecer en el amor al prójimo.

Al ir desarrollando estas tres actitudes vamos creciendo en el encuentro e identificación con Jesús, quien nos anima y acompaña a profundizar y no quedarnos en lo superficial; es como que Jesús nos dijera nuevamente “¡navega mar adentro!”
- nos anima al encuentro personal con Dios, el Padre, que nos conoce y nos ama hasta lo más profundo del ser. Sólo en el amor de Dios encontraremos nuestra paz.

- nos anima a ser sinceros y auténticos con nosotros mismos; pero, al mismo tiempo a no quedarnos encerrados en nuestras debilidades. El camino de la Cuaresma es posible si fijamos la mirada en Dios, nuestro Padre, y renovamos nuestra confianza en su amor por nosotros.
- Nos anima a salir del encierro y las seguridades mezquinas, nos anima a salir al encuentro del otro para escucharlo, tratar de comprendernos, compartir mis intereses, vivir el amor solidario con el hermano. “Debemos romper nuestra falta de generosidad y pensar en el vasto mundo, el cual requiere de nuestra ayuda.” (P. Kentenich. “Él levanta a los pequeños” Pág. 27).

Como Familia de Schoenstatt este año 2010, año del Bicentenario de la Patria, queremos trabajar por una “Patria para todos”, por una cultura del encuentro y la solidaridad, por una cultura de Alianza de Amor. En cuaresma Cristo nos llama a la conversión de nuestro corazón y con Él crecer más en el amor concreto. Benedicto XVI nos dice: “el amor al prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte en ciegos ante Dios” (Deus Caritas est, nº 16).

Querida Familia de Schoenstatt, que en Alianza con María crezcamos en un amor fiel al pie de la cruz, un amor generoso y magnánimo como el de Cristo, un amor para todos.

Reciban desde el Santuario un cordial saludo. Que tengan un feliz día de Alianza y una bendecida cuaresma.

P. Javier Arteaga

“Con María Reina, construyamos una Patria para todos”

martes, febrero 16, 2010

La oración de Jesús

Padre Nicolás Schwizer

Circunstancias. La oración de Jesús - igual que la nuestra - no era algo automático, que Él ponía en marcha cuando quería. Tenía que escoger bien el lugar: el desierto, la soledad de un monte. Tenía que elegir también el momento, las circunstancias que inspiraban y favorecían la oración.

En su existencia tan llena de ocupaciones - como lo es la nuestra - ¬le resultaba muchas veces difícil encontrar el tiempo necesario. Entonces tenía que levantarse muy de madrugada, o se retiraba al atardecer, o velaba durante la noche.
E incluso a veces, cuando le estorbaba la presencia de sus discípulos, los mandaba subir a la barca y los enviaba a la otra orilla del lago.

Frecuentemente, Jesús oraba a solas. Su relación excepcional con el Padre explica este modo singular de orar, en el que ni siquiera los más íntimos discípulos tienen acceso.

¿Por qué ora? Ahora, ¿cuál era esa oración que Jesús se empeñaba tanto en proteger? ¿Qué tenía que pedir Él, el hijo de Dios, qué gracia o qué ayuda?

¡Qué no se nos ocurra pensar que Jesús oraba para darnos buen ejemplo! Un teólogo moderno dice acertadamente: “Si la oración de Cristo tiene algún sentido para nosotros, si es un ejemplo, entonces es porque ante todo tiene un sentido para Él mismo.”

Lo mismo que todos nosotros, Jesús no tuvo siempre la misma claridad de conciencia, ni la misma concentración de atención. Él fue vulnerable a las impresiones y sensible a las influencias. Tuvo necesidad de recogerse para pensar mejor lo que pensaba y para saber mejor lo que sabía.

Encuentro con el Padre. Se apartaba frecuentemente de la gente, cansado de su incredulidad: “raza incrédula y perversa, ¿hasta cuándo os soportaré?” O estaba apenado por la dureza de su corazón, impaciente por su obstinación y su lentitud para comprender: “¿Tenéis la mente cerrada?”, les pregunta en una oportunidad.

Entonces necesitaba calmarse, consultar en su interior con el Padre, para encontrar el sentido verdadero de su misión, su indulgencia para con los hombres, su fe en su fuerza de redención. Y luego volvía a los suyos renovado y sereno.

La voluntad del Padre. Jesús conoció la tentación que le llegaba en el sufrimiento, en la soledad, en el miedo. Necesitaba expresar lo que le subía espontáneamente a los labios: “¡Padre, líbrame de esta hora! ¡Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz!”

Gracias a la oración, Cristo iba ahondando, encontrando su verdadera naturaleza. Se acordaba de dónde venía y adónde iba. Volvía a sentirse HIJO y una vez unido así con su Padre, ya no tenía más que una sola oración: “¡Padre, que se haga tu voluntad!”. Era su mejor oración, la culminación de todas sus oraciones.

¿Y nosotros? Si queremos saber el estado de nuestra vida cristiana, sólo necesitamos fijarnos en cómo rezamos.

Quizás no sepamos rezar. Sabemos charlar con nuestros amigos, nuestros compañeros horas y horas. Pero no sabemos hablar, charlar con Dios ni siquiera unos pocos minutos por día.
Cuanto más sencilla y filial es nuestra oración, tanto más gusta a Dios. Dios busca al hombre simple, que habla con Él, como un niño con su padre. La filialidad, actitud fundamental del ser humano ante Dios, es también la actitud en la oración ante Dios.

Queridos hermanos, el gran ejemplo de Cristo, de María, la Virgen orante, y de los Santos quiere desafiarnos y animarnos a una vida de oración más seria, más intensa, más profunda.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Elegimos bien el lugar y el momento de la oración y le dedicamos suficiente tiempo?
2. ¿La tomamos en serio como el alimento y la respiración del alma?
3. ¿Nuestra oración es realmente un hablar personal y espontáneamente con Dios?

Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com
Queridas madres de Federación:

Cuando pensábamos en el 2010, año del Bicentenario, nos parecía lejanísimo y sin embargo ya lo estamos transitando y en días más empezaremos a prepararnos para la fiesta máxima de los católicos, la Pascua de Resurrección.

El 17 de febrero es Miércoles de Cenizas. Tendremos cuarenta días para preparar nuestro corazón, para acompañar a Jesús en esos cuarenta días en los que vence las tentaciones con el ayuno, oración y cercanía al Padre y acepta su voluntad por amor a nosotros.

Es un tiempo penitencial que nos regala la Iglesia y nos invita a una auténtica conversión en gratitud por la entrega de Jesús, porque reconocemos que hemos recibido mucho más de lo que podíamos esperar, porque nos sentimos más deudores que acreedores de su amor, de su justicia, como dice Benedicto XVI, en su mensaje de Cuaresma.

Nuestra conversión no tiene que quedar en una palabra vacía de contenido. Pero para convertirnos primero tenemos que saber qué es lo que tenemos que cambiar. Será necesario que hagamos un examen de conciencia para poder descubrir qué es aquello contra lo que tenemos que luchar.

Hace unos días en la liturgia escuchamos la narración de la lucha entre David y Goliat (1Sam 17,32-51). David era tan sólo un “muchacho”, frente a un gigante, con armadura y espada. Sin embargo, David lo enfrenta muy seguro porque confía en la ayuda de Dios. Él tenía a Dios de su lado, sabía que Dios lo ayudaría en la pelea y podría vencer al gigante.

Nosotras –con seguridad- también tenemos un Goliat contra quien luchar. Preguntémonos en esta Cuaresma, cuál es ese Goliat al que tenemos que vencer. Será mi desorden interior o exterior, será mi mal humor, mi falta de alegría, mi falta de servicio, mi poca paciencia frente a los defectos y errores de los demás, será mi poca oración, mi falta de amor o de demostración de amor hacia los que me rodean, mi falta de solidaridad, de justicia, mis críticas, no saber escuchar, falta de comprensión, mi negativismo… Cada una sabrá cuál es la “piedrita en su zapato” que no le permite avanzar en su camino de santidad.

Volviendo al relato de David y Goliat, cuando el joven sale al encuentro del gigante pasa por un torrente y recoge cinco piedras. Nosotras también podemos contar con algunas piedras para vencer a nuestro Goliat.

¿Cuál es nuestro torrente? Nuestro torrente es el Santuario, donde recibimos las 3 gracias. Y ¿cuáles son esas 5 piedras? La fe en el amor providente del Padre; los sacramentos que nos regalan a Jesús; la Mater; el PK y los medios ascéticos y la comunidad.
Realmente ¿nos apropiamos de esas cinco piedras? ¿Las valoramos? ¿Son nuestras armas para luchar por la santidad?

La primera piedra es mi confianza en Dios. Decimos que tenemos fe en un solo Dios, pero sin embargo hay quienes ponen su confianza en otras cosas o personas. Sé de algunas madres que necesitan consultar con “doña Rosa”, la que te adivina el futuro, o te tira las cartas, o aquellas que leen el horóscopo al comienzo del día para ver qué les depara el “destino”, o quienes se enganchan con las cadenas y las reenvían para recibir un “milagro o sorpresa” o por temor. Dios nos ama sin condiciones. Como federadas tenemos que poner nuestra confianza en el Padre, que es quien nos cuida y hacia quien vamos. La Providencia se ocupa de cada una de nosotras y de nuestras familias, no necesitamos ir a preguntar a aquella vidente o “bruja” si nos han hecho “un trabajito” y pedirle ayuda para que lo deshaga, o seguir una cadena de oración por temor a que algo malo nos suceda o para recibir un regalo. “Amar a Dios sobre todas las cosas”, con Él todo lo puedo.

Cuando tenemos algún problema, la solución está en mi cercanía a Dios, Él me dará la fuerza necesaria para solucionarlo o para cambiar de actitud frente a ese problema. Cuando alguien nos hizo algún daño, en lugar de desahogarme con mi hermana o amiga, tendría que hacerlo con el Padre, con Jesús, con la Mater, ellos nunca nos desilusionan y de esta manera no estaría criticando a quienes me rodean. Voy y le cuento todo a Dios, Él nunca desilusiona.

La segunda piedra la encontramos en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía y la Reconciliación que nos mantienen unidos a Jesús. Como católicas y federadas anhelamos conquistar la confesión mensual y podríamos aprovechar este tiempo para hacer un buen examen de conciencia y una buena confesión para prepararnos al encuentro con Jesús resucitado. Frecuentar la Eucaristía, tratando de conquistar alguna Misa extra dominical.

La tercera piedra es la Mater. Jesús no puede negarle nada a su Madre, ella conoce nuestro corazón y nuestras necesidades. Pidamos sus gracias para que transforme nuestro “corazón de piedra en un corazón de carne”, para que nos ayude a conquistar nuestro ideal.

La cuarta piedra es nuestro Padre Fundador que nos regala los medios ascéticos y su bendición diariamente para ayudarnos a ser santos. ¿Cómo anda nuestro horario espiritual?

La quinta piedra es nuestra comunidad. En nuestro curso o grupo podremos encontrar el estímulo y la ayuda para seguir aspirando a la santidad, para conquistar el ideal que Jesús nos ha regalado. Ser como los primeros cristianos, que se los distinguía por cuánto se amaban. “Miren cómo se aman”.

Queremos ser santas, y la santidad es el esfuerzo constante por ser de Dios, por ser filiale, por hacer su voluntad y no sólo para Cuaresma. Tenemos que tener constancia en este camino de santidad, a pesar de los altos y bajos. Pero recordemos el dicho popular, “un santo triste es un triste santo”, por lo que tenemos que ser alegres y mostrar esa alegría a los demás para contagiarlos.

Cuaresma no es sinónimo de tristeza, sino de conversión y de penitencia, de amor a Dios y al prójimo. Cada una verá qué es lo que tiene que trabajar en esta Cuaresma para que su vida sea una fiesta, para que todos se alegren de estar a su lado. El Padre decía que donde hay alegría no entra el pecado. Pensemos cómo crear una atmósfera de alegría a nuestro alrededor.

En este camino de santidad tendremos que dejar algunas cosas, desprendernos de personas, de cosas, de sombras en nuestra vida y muchas veces nos resistiremos. Cristo dejó su vida por amor a nosotros y así pide que amemos a nuestro prójimo, con total desprendimiento. Ver en mi hermano el rostro de Cristo. Amar a mi hermano, como dice Jesús, como a mí mismo. Una manera de hacerlo es siguiendo las tres reglas de oro: no hacer a mi hermano lo que no quiero que me hagan, hacerle lo que me gustaría que mi hicieran, y tratar al tú como si fuera el “yo”. Sólo así podremos “forjar una Patria para todos” de la mano de la Mater.

Con las cinco piedras que encontramos en el Santuario nos resultará más fácil trabajar en esta Cuaresma. ¿Nos ponemos en camino?

Les deseo una bendecida Cuaresma y una feliz Pascua de Resurrección junto a los suyos, con cariño
M.Inés E. de podestá

viernes, febrero 12, 2010

El Pacto del Bicentenario, como respuesta para el pueblo argentino

MIRAMAR, Diego Asili. A más de un mes del inicio del 2010, la Argentina sigue, desde sus gobernantes, sin encontrar rumbo… El año del inicio del Bicentenario se venía anunciando como inicio de cambios, de unión nacional y de fiesta por un futuro esperanzador y prometedor… Nada de todo se observa al mirar para adelante… La familia de Schoenstatt de Argentina está dispuesta a trabajar por este país, y para eso, desde hace ya un año, se presentó el Pacto del Bicentenario.

¿En qué consta el Pacto del Bicentenario?
Es sencillo, en un decálogo de propuestas que el ciudadano comprometido, como tal, debe cumplir por propia elección. Es simplemente la invitación al compromiso personal y voluntario a dejar de ser habitantes y a convertirse en ciudadanos. Tal como invita la Carta de la Conferencia Episcopal Argentina, promulgada en el año 2008.

El Padre Kentenich, nos hablaba de las tres posturas frente a las crisis que se viven: “la activista”, que manipula al pueblo y lo guía para sus propios intereses; “la pasivista” o “charlatanes de café”, que sólo discuten el problema, pero no hacen nada para resolverlo; y por último los “teístas creadores de la historia”, que son aquellos que descubren en el pulso del tiempo y en las dificultades el desafío para crecer. Estos son los que dan inicio a su trabajo a partir del reto que nos presenta la sociedad y tratan de buscar respuesta.

Hacer “algo” para empezar un “todo”
El Pacto del Bicentenario representa esta postura para los argentinos, el hacer algo, el no quedarnos en charlas de café, en forjar unión, en búsqueda del bien común. El Padre Horacio Sosa invitaba en el año 2007, en la II Jornada Social, a que la familia de Schoenstatt debe y tiene que comprometerse, no importa en qué proporción, si es en forma progresiva, lo importante es que se comprometa a “algo”, lo que pueda, lo que esté a su alcance, ya que esa es la forma de empezar.

Los grandes desafíos, los grandes proyectos, quedan en la nada si no se empieza por “algo”. Esto es lo que el Pacto del Bicentenario tiene que representar para todo miembro de la Familia de Schoenstatt, este comienzo para un mundo nuevo, en una sociedad que lo está pidiendo a gritos.

¿De qué manera podemos ahondar en esto?
Para muchas personas, la “necesidad social” aún no fue verdaderamente observada, el “mirar sin ver” da como resultado el compromiso cero. Hay muchas formas de abrir los ojos. El libro del Padre Guillermo Carmona, “Una nueva ilusión para nuestra Patria”, basado en el lema “Familia viva, esperanza Argentina”, es respuesta y a la vez pregunta ya sea para empezar a trabajar o para ahondar más en este contenido. El libro está planteado a través de 8 capítulos, o talleres, en los que se puede trabajar desde una pregunta de análisis previo (que puede ser a nivel personal o grupal), una explicación de la situación en la que se está inmerso, la mirada de Schoenstatt sobre este escenario, y acciones concretas, en las que se puede trabajar para crecer como personas en pos de formar una Nación que pueda ser Patria. Concluyendo por fin con la presentación del Pacto del Bicentenario.

En vistas al 2014
El mensaje de la Conferencia 2014, en preparación al centenario del movimiento, invita a construir juntos afianzando la cultura de la Alianza. Argentina hoy tiene la posibilidad a través de acciones concretas de ser modelo de esta vida en Alianza para muchos países que están con la misma o mayor crisis institucional y social que la que el país esta inmerso. Ser modelo es dar el ejemplo de que un ciudadano comprometido más un ciudadano comprometido, ambos con la mirada puesta en el bien común, son formadores de un mundo nuevo.

Decir la verdad, ser justos, respetar las leyes, algunas de las cosas simples que exigimos siempre y no encontramos en los gobernantes o en las personas que manejan el poder, son las que a partir del Pacto del Bicentenario, nosotros nos comprometemos a cumplir. ¿Y por qué no? Invitar a otras personas a cumplirlas. Hagamos algo…

PACTO DEL BICENTENARIO
Yo… quiero sellar el Pacto del Bicentenario y me comprometo a cumplir los siguientes
puntos:
1) Hablar bien de la patria y no desprestigiarla.
2) Festejar las fechas patrias, honrar siempre a la bandera y tener algún símbolo
exterior que lo exprese.
3) Rezar diariamente un Padrenuestro, Avemaría y Gloria por los gobernantes.
4) Decir siempre la verdad. Jóvenes: no copiarse en el colegio y en la universidad.
5) Defender la vida física con hechos y palabras, sobre todo la del hijo en el seno
materno y la de aquellos que se acercan a su fin.
6) Vivir seriamente mi deber de estado como profesional, estudiante, comerciante,
docente, empleado, ama de casa, etc., cumpliendo los compromisos asumidos.
7) Respetar las leyes de tránsito, sobre todo: velocidad, semáforos, prioridad del
peatón y la no ingesta de alcohol si manejaré.
8) Pagar puntualmente a los empleados y tenerlos en blanco.
9) Cuidar la limpieza de los lugares públicos, calles, plazas, iglesia parroquial,
Santuario, no arrojar ningún papel ni desechos en el suelo.
10) Realizar alguna acción social o solidaria a la cual aporto mi dinero y/o con mi
tiempo y participar en las campañas por los más damnificados (daño grave de
carácter colectivo).
……………………… …………….. ………………….
Firma de la persona Lugar Fecha

Fuente: www.schoenstatt.de
Celebración del Bicentenario de Argentina

Queridos hermanos en la Alianza:

Les escribo para informarles sobre las celebraciones regionales del Bicentenario el 8 de mayo del 2010.

En la Jornada de Delegados pasada tuvimos oportunidad de reunirnos por Regiones para perfilar y desarrollar más las celebraciones del Bicentenario. La consigna fue que las celebraciones debían tener un carácter religioso, cívico-patriótico y abierto al pueblo de Dios. Por esa causa, en las comunidades donde se desarrollarán estas celebraciones (Rosario, Corrientes, Bariloche, Buenos Aires, San Juan, Tucumán) representantes del Movimiento se pusieron en contacto con los obispos diocesanos y con dirigentes de otros movimientos para invitarlos y coordinar actividades.

La Divina Providencia quiso que en esos días nos reuniéramos dirigentes de varios Movimientos a nivel nacional y las autoridades del DEPLAI (Departamento para los Laicos del Episcopado) para plantearnos qué podíamos hacer para celebrar el Bicentenario de la Patria. Nosotros (Schoenstatt) compartimos lo que hasta ese momento veníamos haciendo y fue muy bien recibido. Pronto todos coincidimos que como Iglesia queremos celebrar y agradecer al Señor por nuestra Patria Argentina en sus 200 años de vida. Esta propuesta fue transmitida al plenario de la Conferencia Episcopal, que en esos días estaba reunida, y fue aceptada muy positivamente.

El DEPLAI convoca a celebrar a la Patria el 8 de mayo del 2010 en todo el país y ha hecho llegar esta propuesta a todas las arquidiócesis y diócesis. Propone que se hagan:

• celebraciones masivas en las distintas regiones con la presencia de los obispos, parroquias, movimientos laicales y comunidades de toda la región;

• que estas celebraciones sean organizadas por los organismos diocesanos con la participación y ayuda de los movimientos;

• que nos unamos a nivel nacional con un mismo lema y un mismo signo a la misma hora:

• el lema: “¡CON MARÍA CONSTRUYAMOS UNA PATRIA PARA TODOS!”

• el signo: a las 15 hs encender una vela y rezar un Padrenuestro y un Ave María por la Patria, ¡encendamos una luz nueva de vida y esperanza por Argentina! (Si no se puede estar presente en los lugares de celebración se invita a que cada uno encienda una vela en su parroquia o en la casa y recen un Padrenuestro y un Ave María por la Patria.)

Como Movimiento de Schoenstatt apoyamos decididamente las Celebraciones Regionales del Bicentenario. Por ello llevémosla adelante en nuestra diócesis. Algunos pasos a realizar:

1. tratar y apoyar la Celebración Regional del Bicentenario en los Consejos Diocesanos del Movimiento de Schoenstatt e informar a toda la Familia diocesana de esta celebración;

2. promover las Celebraciones del Bicentenario ante nuestros obispos y en los organismos Diocesanos a donde estemos presentes;

3. trabajar coordinadamente con los movimientos y organismos diocesanos para que sea una gran celebración de la Iglesia;

4. (¡importante!) trabajar con los otros Coordinadores Diocesanos de la propia región; que sea una gran fiesta con la participación de todo el Movimiento.

5. Difundir el Pacto por el Bicentenario en todos los ambientes.

Queridos hermanos, como verán hay mucho por hacer. Somos responsables y garantes de la Celebración del Bicentenario en nuestra Región. En Alianza con la Mater e impulsados por el Espíritu Santo que nos lleva a “impregnar de Cristo” todas las realidades, trabajemos firmemente y coordinadamente para que las celebraciones del Bicentenario en nuestras Regiones sean expresión de la presencia, alegría y compromiso de la Iglesia al servicio de nuestra querida Argentina.

Unidos como Familia del Padre, reciban desde el Santuario un cordial saludo y bendición,

P. José Javier Arteaga

¡Con María Reina, construyamos una Patria para todos!

martes, febrero 09, 2010

Entrevista con el Padre Ángel Strada, postulador del proceso de beatificación del P.Kentenich

Fuente: www.Schoenstatt.de
Francisco Grondona. El proceso de canonización del Padre Kentenich fue abierto el 10 de febrero de 1975 en la ciudad de Tréveris. El Padre Ángel Strada es, desde el 20 de enero de 1997, el postulador de la causa tanto del Padre Kentenich como a su vez de la causa de Mario Hiriart, cuyo proceso ya se encuentra en Roma. En esta entrevista el Padre Ángel nos cuenta cómo está actualmente el proceso del Padre Kentenich, los pasos que se debieron seguir y cómo mantener vivo el interés por la canonización de nuestro Padre fundador.

¿En qué consiste el proceso de canonización? ¿Cuáles son los pasos a seguir y cómo se debe proceder?
El proceso de canonización es el procedimiento legislado por la Iglesia católica para verificar la santidad de una persona y reconocerla como modelo de vida según el evangelio e intercesora ante Dios, autorizando el culto litúrgico en su memoria. En el transcurso de los siglos este procedimiento ha tenido muy distintas formas. En la actualidad, según la legislación vigente desde 1983, consiste en dos etapas. La primera es informativa y se realiza en la diócesis donde la persona murió. Consiste principalmente en la toma de declaración de los testigos - a favor y en contra - y en la recolección de todo el material que sirva para investigar su vida y su heroicidad de virtudes. La segunda etapa en Roma es definitoria. La Congregación para las causas de los santos evalúa toda la información recibida y con la ayuda del juicio de ocho teólogos y de ocho obispos y cardenales llega a una conclusión que presenta al Santo Padre. En el caso de los confesores se inicia después el tratamiento del proceso de milagro, cuya primera etapa se la realiza en la diócesis donde ha tenido lugar. En el caso de los mártires no se requiere un milagro para la beatificación.

¿Cuándo comenzó la causa y cuál es su estado actual?
Por pedido de la Presidencia internacional de Schoenstatt la causa fue iniciada oficialmente por el obispo de Tréveris, Mons. Bernhard Stein, el 10 de febrero de 1975, es decir, seis años y medio después de la muerte del P. Kentenich.

Ya se han cumplido todos los requisitos de la etapa diocesana: la declaración de testigos, el examen de los escritos editados, la recolección y evaluación de los escritos no editados, la documentación sobre la fama de santidad, la declaración de no culto litúrgico, etc. En este último tramo, debido al cúmulo de trabajo del Delegado diocesano por ser simultáneamente Vicario general de la diócesis de Tréveris, la causa ha estado un tanto demorada. Tanto él como el nuevo obispo, Mons. Ackermann, han manifestado explícitamente la voluntad de que en los próximos meses se puedan concluir las tareas, muchas de ellas de orden técnico: numeración de las actas, legalización, confección de índices, etc. Entonces se podrá realizar la sesión de clausura y enviar a Roma toda la documentación. Oportunamente informaré a toda la Familia sobre este acontecimiento.

¿Cuántos son los escritos del P. Kentenich que se debieron estudiar?
En la legislación de las causas se requiere la presentación de todos los escritos existentes y se distingue entre escritos editados y no editados. Los escritos editados del P. Kentenich (libros o escritos publicados) fueron estudiados por teólogos nombrados a tal efecto, quienes dictaminaron que en ellos no se encuentra nada contrario al dogma y a la moral de la Iglesia católica. Los no editados fueron objeto del trabajo de una comisión de historiadores nombrada por el Obispo de Tréveris. Cerca de 120 archivos religiosos y civiles en Alemania y en todos los países donde estuvo del P. Kentenich fueron consultados sobre la existencia de documentos referidos a él. Se han catalogado alrededor de 29.000 escritos (cartas del y cartas al o sobre el P. Kentenich, conferencias, homilías, estudios, apuntes, etc.). Son un testimonio de la gran capacidad de trabajo del fundador, de su servicio incansable a personas y comunidades, de su sabiduría y conciencia de misión. También testimonian su autoridad moral y su fama de santidad, dado que ellas motivaron a tantas personas a guardar como un tesoro la carta recibida o los apuntes tomados en una conferencia.

Es bueno destacar que el examen de los escritos no constituye el tema central de un proceso. "No se canonizan ideas sino vidas", escuché decir a un perito. Lo más decisivo es la existencia concreta de la persona y las huellas de su seguimiento incondicional de Jesucristo. Por eso las declaraciones de los testigos que tuvieron contacto cercano y directo con el Padre fundador son las fuentes más significativas.

El P. Kentenich resaltó la santidad de la vida diaria. ¿Se puede pensar que el milagro obrado por su intercesión no será una gran manifestación sino un pequeño acto?
La santidad de la vida diaria es, sin duda, un mensaje central de nuestro fundador. Lo es también del Concilio Vaticano II cuando afirma la vocación a la santidad de todos los bautizados. Pero cuando la Iglesia aprueba un milagro está afirmando la existencia de un hecho extraordinario de la gracia que trasciende las leyes de la naturaleza. Es una gran manifestación del poder de Dios que no tiene ninguna explicación científica posible ni se la puede atribuir a fuerzas humanas o naturales.

El requisito de un milagro para la beatificación de un confesor proviene del deseo de la Iglesia de recibir una confirmación divina para el resultado positivo al que ha arribado después de una investigación exhaustiva de la vida de la persona y antes de dar el último paso de la declaración de su santidad. Sabemos que el P. Kentenich fue muy reservado frente a fenómenos extraordinarios de la gracia. De ninguna manera los negó pero siempre acentuó la importancia de la fe práctica en el actuar de Dios en los sucesos ordinarios de la vida y de la historia. Acentuó asimismo la importancia de la obediencia a las normas de la Iglesia. Con confianza tenemos que implorar el don de un milagro obrado por su intercesión para que la Iglesia reconozca su santidad.

¿Influye en el proceso del P. Kentenich el hecho de que se haya concluido la etapa diocesana de los procesos de varios hijos e hijas espirituales: José Engling, Joao Pozzobon, Hna. Maria Emilie, Mario Hiriart?
El santuario tiene que llegar a ser una "cuna de santidad" para muchos, según el documento de fundación. Quien vive fiel y generosamente la alianza de amor del 18 de octubre de 1914 es conducido a la plenitud de la vida cristiana, afirmó Juan Pablo II en septiembre de 1985. A esa plenitud llegó el Padre Fundador y, en su seguimiento, muchos hermanos y hermanas en la alianza. En la historia de la Familia hay vidas ejemplares: Max Brunner, Hans Wormer, Padre Reinisch, Bárbara Kast, Gilbert Schimmel, P. Hernán Alessandri... Sus vidas son testimonio de la acción de Dios en la historia de nuestra Familia. Fueron personalidades diferentes y vivieron en culturas y épocas diferentes. Todas, sin embargo, tuvieron la misma fuente de santidad: la alianza de amor. Todas, en diferentes medidas, estuvieron bajo la influencia de la paternidad espiritual del P. Kentenich. Son, por lo mismo, frutos de su propia aspiración a la santidad. El P. Kentenich no es un santo aislado. Creo que es muy significativo que junto a su causa de canonización estén en marcha causas de discípulos suyos. Todas hacen manifiesta la fecundidad del carisma del fundador. Y que el Espíritu Santo quiso regalar en Schoenstatt un camino nuevo de santidad en la Iglesia. Hay caminos sumamente fecundos y reconocidos, los abiertos por Benito de Nurcia, por Francisco de Asís, por Teresa de Ávila, por Ignacio de Loyola... Han regalado a la Iglesia y a la humanidad figuras insignes. El camino abierto por el P. Kentenich comienza a estar avalado por las diferentes causas de canonización. Es de desear que todas concluyan con el reconocimiento de la santidad, tanto del fundador como de sus discípulos.

¿Cómo se logra que después de más de 30 años de proceso se mantenga vivo el interés de la Familia de Schoenstatt?
En mi tarea de postulador he podido experimentar de muchas maneras la vitalidad de este interés, tanto en personas como en comunidades. Últimamente, hace pocas semanas, en hermosos encuentros que tuve en los distintos centros del Movimiento en Méjico. Se manifiesta de múltiples modos: la oración por la beatificación, el rezo de novenas, la ayuda financiera, el interés por la marcha del proceso, encuentros y jornadas con este tema, etc. De muchos países peregrinan personas al santuario original y a la tumba del Padre, visitan la Casa Padre Kentenich y la Casa de formación de las Hermanas donde vivió sus últimos tres años. En casi todos los centros del Movimiento en todo el mundo se han erigido memoriales o lugares de encuentro con el P. Kentenich. Estas y muchas otras manifestaciones expresan que la persona del fundador permanece viva en su fundación. No es de extrañar que esté vivo también el anhelo de que la Iglesia reconozca su santidad. El proceso ya lleva 35 años y no es de esperar que la etapa romana pueda desarrollarse rápidamente. Por el contrario, demandará mucho tiempo y trabajo. Pero lo importante no es la velocidad de la causa sino la importancia que tiene para la vida de la Iglesia.

¿Qué aportaría a la Iglesia católica la canonización del P. Kentenich?
Cada santo aporta algo decisivo a la Iglesia: muestra que es posible vivir el evangelio de Jesucristo. Ellos demuestran que la fe cristiana no consiste en ideales utópicos ni mera proclamación de verdades alejadas de la realidad. La vida nueva regalada por Jesucristo transforma vidas humanas con nombre y apellido propio. Cada santo tiene su psicología particular y vive en una cultura determinada. A nadie se le ahorra procesos de maduración, experiencias de la grandeza de Dios y de la pequeñez humana. San Pablo es diferente de San Pedro, Francisco de Asís no es Ignacio de Loyola, Teresa de Ávila no es Teresa de Calcuta. Cada uno aporta su seguimiento personal y original de Cristo. Y todos juntos manifiestan con perfiles propios la riqueza inconmensurable del misterio de Cristo. Esto nos posibilita tener una diversidad de modelos y de caminos para la propia aspiración a la santidad. Es el sentido de las distintas espiritualidades en la Iglesia. Y de la libre elección de cada cristiano escogiendo a quién quiere venerar y tener como modelo e intercesor en el cielo.

El teólogo Von Balthasar afirma que los santos son "respuesta de arriba a las preguntas de abajo". Muchas preguntas planteadas en este tramo de la historia que nos toca vivir fueron preguntas que se planteó el P. Kentenich, quien vivió "con la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios". A muchas preguntas dio respuesta con su propia vida porque dejó que Dios actuara en él y María lo educó desde el santuario. Necesitamos santos contemporáneos, con quienes podemos identificarnos porque son parte del mundo concreto del que formamos parte. El progreso técnico, las maravillas de la ciencia, el Concilio Vaticano II, la afirmación de los derechos humanos son luces del siglo XX, mezcladas con oscuras sombras: la orfandad moderna, los campos de concentración, dos guerras mundiales, la creciente secularización, la desigualdad entre los pueblos... Ese escenario de la biografía del P. Kentenich no nos es extraño. En este escenario se desarrolla la vida de la Iglesia actual. Allí se encuentran los desafíos planteados a la fe. La canonización del P. Kentenich ratificaría la validez del camino recorrido por él y lo ofrecería públicamente a la Iglesia universal.

¿Cómo se puede colaborar en la causa de canonización?
Una colaboración decisiva es la oración. La canonización hay que implorarla como un don. Más concretamente: hay que pedir la gracia de la clausura de la etapa diocesana y la gracia de un milagro obrado por intercesión del P. Kentenich.

Y no hay que olvidar aquella respuesta de Juan Pablo II a jóvenes suizos que en la plaza San Pedro le pedían la canonización: "canonícenlo ustedes". El reconocimiento oficial de la Iglesia será un hecho histórico. Pero no hay que pensar que obrará automáticamente la recepción de la persona y el mensaje del P. Kentenich en la vida concreta de los cristianos. Ella depende antes que nada del testimonio y del anuncio de quienes nos sabemos sus discípulos. Juan Pablo II en ocasión del centenario del natalicio del Padre fundador en 1985 nos dijo: "habéis sido llamados a ser partícipes de la gracia que recibió vuestro fundador y a ponerla a disposición de toda la Iglesia. Porque el carisma de los fundadores se revela como una experiencia del Espíritu, que es transmitida a los propios discípulos para que ellos la vivan, custodien, profundicen y desarrollen constantemente en comunión y para el bien de toda la Iglesia".

4 de febrero de 2010
P. Angel Lorenzo Strada
Postulador

sábado, febrero 06, 2010

La aportación del padre Kentenich a la Iglesia vista por un carmelita
Publicación con motivo de los 40 años de Schönstatt en España

MADRID, jueves 4 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- “Tenemos que contribuir a la creación de un nuevo tipo de hombre: el hombre que necesita la Iglesia para superar en su propio seno algunas graves perturbaciones”.

Éste es uno de los muchos pensamientos del fundador del Movimiento de Schönstatt que aparecen en el libro “José Kentenich. Historia de un hombre libre” (Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2009, 308 pp.), presentado este martes en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas, de Madrid.

Se trata de la primera biografía del padre Kentenich escrita por una persona que no pertenece al Movimiento de Schönstatt, el carmelita Eduardo T. Gil de Muro, prolífico periodista y escritor.
El libro ha sido publicado con motivo de la celebración de los 40 años de presencia del Movimiento de Schönstatt en España.

“Es un relato cronológico de toda su vida, su obra y sus dificultades, escrito de una forma desenfadada, que engancha”, explica a ZENIT la escritora Asunción Aguirrezábal, impulsora de la publicación.

Como las más de cincuenta biografías de santos escritas por el sacerdote riojano Gil de Muro, “Historia de un hombre libre” aproxima la figura del Padre Kentenich al gran público de una manera novelada, pero también con citas y reflexiones de gran profundidad.
En la presentación del libro, intervinieron, además de Aguirrezábal y Gil de Muro, la periodista Cristina López Schlichting y el empresario Gregorio Marañón.

Ella señaló que Schönstatt es una respuesta a la crisis que vive hoy la familia, a menudo desestructurada, dividida y confundida.

En el acto, también se destacó la importancia para la Iglesia del carisma del Padre Kentenich, así como algunos de sus aspectos novedosos como la función de la mujer, la importancia de la libertad, la visión de la familia y el carácter de María como corredentora.

40 años de crecimiento

Cuarenta años después de la bendición del primer Santuario de Schönstatt en España, el director del Movimiento en el país, el padre Carlos Padilla, opina que “hoy somos respuesta, pero muchas veces poco conocida”.

Durante este tiempo, se han levantado tres Santuarios (dos en la provincia de Madrid y uno en la de Barcelona) y ha comenzado a surgir el Movimiento en otras zonas (como Asturias, Gerona, Navarra, Alicante, Sevilla, Huelva,...).

Además, se han emprendido multitud de proyectos y acciones que buscan entregar el carisma, como el colegio Monte Tabor, las fundaciones María Ayuda y Tiempos Más Nuevos, la organización de misiones universitarias y familiares y de escuelas de padres, etcétera.

El padre Carlos Padilla destaca como desafíos actuales del Movimiento en España “dar a conocer más el Santuario y el camino de santidad propuesto por el padre Kentenich, y proporcionar respuestas concretas a la crisis actual de la familia”.

Vida interior

Uno de los aspectos más novedosos del libro se encuentra en la visión de una persona que no conocía antes al padre Kentenich sobre el aporte concreto de este sacerdote alemán a la Iglesia y al mundo.

En este sentido, Gil de Muro recuerda en su libro un diagnóstico del fundador de Schönstatt: “A nuestro cristianismo de ahora lo que le sucede es que por falta de vida interior está a punto de morir”.

“Kentenich había empezado a descubrir que uno de los males grandes de la sociedad contemporánea era la reciente masificación del individuo”, escribe.

Tras relatar los primeros años de la vida del padre Kentenich, marcados por su consagración a la Virgen María por parte de su madre, sus vivencias en un orfanato y su entrada a un seminario palotino, el autor describe el inicio de su tarea pedagógica con unos jóvenes seminaristas. “Hay que crear un hombre nuevo. Un hombre que no dependa de frases ni de principios venidos de fuera. Un hombre capaz de decidirse por sí mismo. Un hombre que sabe recorrer su propio camino libre de toda compulsión exterior”, señala su programa para los seminaristas.

El libro incorpora también citas de diversas personas que conocieron al protagonista, entre ellas uno de sus alumnos.

“Clases inolvidables las clases del padre Kentenich -recuerda- A mí me resultaron decisivas en el curso de mi vida. No fueron nunca un simple “aprende y aguanta”. Y continúa: “Se las arreglaba ingeniosamente para movilizar todas las energías espirituales y culturales de los alumnos y creaba en cada clase una comunidad que competía intelectualmente con gran nobleza y disciplina”.

Después de la Primera Guerra Mundial, el autor pone en boca del Padre Kentenich la clave para responder a las necesidades de ese tiempo: “Lo que más necesita nuestro tiempo -por no decir lo único- es que haya santos nuevos (que no es igual que nuevos santos de antaño), hombres nuevos y cabales, cristianos nuevos de verdad, perfectos como consumación gozosa de todos los esfuerzos personales y de la Gracia”.

Conquistar un reino de María

La nueva biografía refleja muy bien, con citas textuales, el secreto y la misión del fundador de la obra de Schoenstatt, sintetizado en frases como ésta: “He venido a traer fuego, a conquistar un reino de María en muchos corazones”.

Explica también el choque entre esos ideales y proyectos de José Kentenich y el contexto social y político de su Alemania natal.

“Kentenich no quería ser subversivo, pero tampoco quería ser el mudo que tantas veces aparece en los pueblos cuando se les precipitan encima estos terrenos de la historia”, escribe Gil de Muro.
Según el libro, el Movimiento de Schönstatt fue calificado por el servicio de seguridad de las SS como “sumamente peligroso”, como “el más peligroso de cuantos movimientos ha podido identificar el Servicio Secreto”.

¿La causa?: “Schönstatt, a lomos de su propia inspiración y por los impulsos místicos del Padre José Kentenich, había pasado de lo que había sido un sencillo inicio piadoso a ser una referencia espiritual y social que ya hemos visto cómo se las traía de tiesas y peligrosas al nazismo que estaba avasallando al pueblo”.

Pero ése no fue el único obstáculo que encontraron el sacerdote y su obra. “Ni lo de Roma ni lo de Berlín -curia por un lado, y SS por el otro- podían con el coraje de este hombre”, explica.
“El mundo se había vuelto loco y no estaba mal que en Schönstatt se refugiara para potenciarse lo poco que de sensatez y de espíritu estaba quedando en el pueblo alemán”, añade.

Libre en la cárcel y en el campo de concentración

El relato continúa explicando la extensión del Movimiento de Schönstatt por varios países, paralela al encarcelamiento de su fundador y su posterior entrada en el campo de concentración de Dachau.

Sobre las semanas en la cárcel, destaca: “Nunca iba a estar más esclavo que lo que estaba en esos momentos de angustia carcelaria y, sin embargo, jamás se iba a sentir tan libre como ahora para disponer de sus emociones, de sus decisiones interiores y del aire mismo con que resolvía cualquiera de sus incertidumbres”.

En palabras del Padre Kentenich: “Ni siquiera un minuto de mi prisión me he sentido abandonado. Y eso que la encerrona en el búnker fue literalmente trituradora”.

Respecto a los casi tres años que pasó en Dachau, el libro detalla cómo escribía libros y animaba y aconsejaba a otros prisioneros.

“Este campo de concentración tiene que llegar a ser el campo de la discordia. Para lo cual nada mejor que ponerlo en manos de la Virgen”, decía el prisionero número 29392.

“El espíritu del campo de concentración es un espíritu del que debe revestirse el cristiano verdadero -señaló al salir de aquel lugar-. Nunca descubrí tan potentemente la protección de María, la Madre”.

Desterrado de Europa

Posteriormente avanzó, tanto la extensión del Movimiento por todo el mundo como la oposición de algunos sectores de la Iglesia, hasta el punto de que el Vaticano le instó a que saliera de Europa.

La biografía relata cómo acata con paz esta orden y permanece exiliado en Milwaukee, en los Estados Unidos, durante casi 14 años.

Después de ese tiempo, el Papa Pablo VI lo declaró libre y pudo volver a Alemania, donde continuó con su actividad hasta su muerte. Inscritas en su tumba, dos palabras: “Dilexit Ecclesiam” (“Amó a la Iglesia”).
Por Patricia Navas

Fuente: Zenit

lunes, febrero 01, 2010

Nuestros milagros de cada día

Padre Nicolás Schwizer

Existe una ambigüedad que caracteriza a los signos y milagros de Jesucristo.
Por una parte, los evangelios están llenos de milagros. El camino de Jesús está señalado por acontecimientos prodigiosos: los ciegos recobran la vista, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los muertos resucitan.

Por otra parte, Cristo es reticente con los milagros. Multiplica los signos, pero no pretende presentarse como taumaturgo. Viene a traer la salvación, no a hacer milagros. Evita todo sensacionalismo, se niega decididamente a lo espectacular.

Si miramos atentamente el Evangelio, podemos decir que hay dos cosas que son capaces de arrancarle milagros: la fe de los que piden y la miseria de los hombres.
1. La fe del que pide. Un rostro que implora con fe es un espectáculo ante el que Cristo no puede resistirse. Es su punto débil. Se deja escapar expresiones maravilladas: “¡Mujer, qué grande es tu fe!” Y no puede evitar realizar el milagro: “Hágase según tus deseos...”

2. La miseria humana. Cuando Jesús se encuentra en sus caminos con la miseria, se siente casi obligado a regalar el milagro. En muchos casos, ni siquiera es necesario que formulen una petición explícita. Basta con la presencia del dolor. P.ej. las lágrimas de una madre que acompaña al sepulcro a su único hijo. Y Cristo responde inmediatamente. No puede ver cómo los hombres sufren.

Yendo a nosotros, hay cristianos que quieren ver milagros a toda costa. Como si su fe estuviera colgada, más que de la palabra de Dios, de los milagros. Su vida se desarrolla bajo el signo de lo extraordinario, de lo excepcional, a veces incluso de lo extravagante.

No han comprendido que la fe es lo que provoca el milagro. Y no al revés. Han trastornado el procedimiento de Jesús. En el evangelio aparece con claridad que el Señor resalta la libertad, deja la puerta abierta, pero sin obligar a entrar a nadie, sin golpes espectaculares. Él queda vencido sólo por la fe de los hombres.

Pero existe también una postura contraria, también fuera de tono. Son cristianos que tienen miedo, que casi se avergüenzan del milagro. Pretenden impedirle a Dios que sea Dios. Les gustaría aconsejarle que no resulta oportuno, que es mejor, para evitarse complicaciones, dejar en paz el campo de las leyes físicas. Como si Dios estuviese obligado a pedirles consejo antes de manifestar su propia omnipotencia. Se olvidan que los milagros son la expresión de la libertad de Dios.

Nuestros milagros. Por encima de estas actitudes frente a los milagros y signos de Dios, está la obligación precisa para todos nosotros: Cristo nos ha dejado la consigna de hacer milagros. Es el “signo” de nuestra fe. Más aún, hemos de “convertimos” en milagros: Milagros de coherencia, de fidelidad, de misericordia, de generosidad, de comprensión.

Una vez más esta “generación perversa pide un signo”. Y tiene derecho a esperarlo de nosotros, los que nos llamamos cristianos. ¿Qué signo podemos ofrecerles? ¿Qué milagro podemos presentarles?

Una respuesta al mundo que nos rodea. Nuestro camino pasa por un mundo que tiene hambre, hambre de pan y hambre de amor. Un mundo enfermo de desilusiones. Un mundo ciego por la violencia. Un mundo asolado por el egoísmo. No podemos pasar por ese camino limitándonos a contarles a los demás, los milagros de Jesús. No podemos contar con sus milagros. Hemos de contar con los nuestros.

Lo que buscan los hombres de este mundo, son nuestros milagros de cada día: nuestros milagros de fe, de amor, de transformación, de vida cristiana.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Qué milagro de transformación pueden ver en mí?
2. ¿Qué ofrezco a los que buscan algo?

Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com