lunes, enero 26, 2009

El 20 de enero a la luz del Año Paulino
"Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros"
Pablo: No fue por casualidad que el Padre José Kentenich eligió este apodo en el campo de concentración

Homilía de Mons. Dr. Peter Wolf

Iglesia de la Adoración. Monte Schoenstatt
20 de enero de 2009

Queridos hermanos, querida Familia de Schoenstatt:
Estamos en medio del año paulino al que nos ha invitado el Santo Padre. Muchos de nosotros hemos aceptado esta invitación y nos hemos dispuesto interiormente a regalarle más atención a San Pablo y a dialogar con él. Algunos ya comprobaron, en la primera mitad de este año paulino, cuánto ha frecuentado nuestro Padre y Fundador la escuela de San Pablo.

Esta tarde quisiera invitarlos a percatarse, en el contexto del 20 de enero, como vio y comprendió nuestro Fundador el encarcelamiento de San Pablo. Ya en las cartas escritas en la cárcel de la Gestapo, en la calle de los Carmelitas en Coblenza, se encuentran los primeros indicios que señalan a San Pablo. En la primera carta al P. Mühlbeyer, que en ese entonces era el director del Movimiento, el Padre Kentenich escribe el 21 de octubre de 1941, inmediatamente después de haber estado cuatro semanas en la oscuridad del sótano: “Además, acerca de la pregunta de lo que él debía hacer, San Pablo mantuvo como respuesta la significativa indicación: “lo que deberá sufrir a causa de mi nombre”

La siguiente carta, escrita una semana después a las Hermanas de María, contiene igualmente referencias a San Pablo. El Padre Kentenich escribe: “es finalmente una suerte que no solamente podamos hablarles a los hombres de Dios, sino también que le hablemos a Dios de los hombres. Uso abundantemente esta posibilidad, tal como lo hizo San Pablo (Gal. 4, 19)”.

Más adelante indica con un pensamiento tras otro a San Pablo: “Como regalo para el mes de octubre imploro para ustedes un fuerte crecimiento hacia la madurez de la plenitud de Cristo (Efesios 4, 13), hacia la mayoría de edad e independencia y hacia la audacia en Cristo. Rezo con San Pablo: ‘Doblo mis rodillas ante el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra’. Y así cita todo el himno a Cristo de la epístola a los Efesios.

Hacia el final de su carta se encuentra un pasaje en el que interpreta la situación de prisionero de San Pablo. Aquí, en la escuela de San Pablo, madura el pensamiento desde el cual se hace verdaderamente inteligible la decisión del 20 de enero: “No queremos ser de aquellos que en la oración saben decir mucho de la entrega total, pero que reúnen todos los caballos del mundo para volver atrás el carro cuando Dios comienza a tomar en serio nuestra oración y hace con nosotros lo que Él quiere. Esto vale especialmente cuando nos conduce a la escuela del sufrimiento. San Pablo da por sobreentendido que nosotros, como miembros de Cristo, tenemos que igualarnos a Él en su sufrimiento y que el dolor no significa solamente el derrumbamiento de lo humano sino también y especialmente, la irrupción de las fuerzas divinas y con ello una rica fecundidad en nuestras vidas y en nuestras obras. (Cfr. Colosenses, 1, 24; 1 Corintios 4,9)”.

Entre las breves notas enviadas desde la cárcel a principios de diciembre de 1941 se encuentra finalmente una noticia que revela mucho: “Leo diariamente Filipenses 1”.

Evidentemente esta carta del apóstol era especialmente valiosa para nuestro Padre, por lo que en aquel tiempo la leía diariamente y comparaba con ella su propia prisión. Lo he comenzado y sólo puedo recomendarles que lean este capítulo muchas veces.

Descubrí en él cada vez más, cómo muchas expresiones del apóstol valen para nuestro Padre, palabra por palabra. En su situación, él pudo hacer propias estas palabras:
“Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros, rogando siempre y en todas mis oraciones con alegría por todos vosotros, a causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy”. (Filipenses 1, 3-5).

También puede escribir a los suyos como San Pablo:
“Estoy firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús” (Filipenses 1,6).

Puede repetir palabra por palabra con San Pablo y unirse a él:
“Y es justo que yo sienta así de todos vosotros, pues os llevo en mi corazón, partícipes como sois todos de mi gracia, tanto en mis cadenas como en la defensa y consolidación del Evangelio” (Filipenses 1,7).

De pronto palabras que tienen casi 2000 años de antigüedad cobran vida. Recuperan su fuerza original y expresan lo que nuestro Padre quería decir a las Hermanas, a sus seguidores. Debían leerlo y descubrir más y más lo que quería decir San Pablo en aquel entonces y su Fundador en ese momento. Así entiendo la indicación de nuestro Padre, en otra carta de ese tiempo dirigida a la que en aquel entonces era la superiora general de las Hermanas de María: “En diciembre puede Ud. hacer leer al comienzo de la meditación, en lugar de mis cartas, el primer capítulo de la epístola a los filipenses”.

Así, a lo largo de todo un mes tenían tiempo para intuir lo que nuestro Padre quería decirles con las palabras del apóstol. San Pablo era el intérprete. Él traducía, con sus palabras, lo que el Padre y Fundador quería decir a los suyos desde la cárcel.

Más que en las homilías y conferencias de antes, podía y debía hacerse visible algo de la profunda vinculación y del cordial amor que se había desarrollado a lo largo de los años en la fundación.
“Pues Dios es testigo de cuánto os quiero a todos vosotros en el corazón de Cristo Jesús” (Filipenses 1,8).

El Padre encarcelado, puede, con las palabras del apóstol, señalar a las Hermanas cuán profundamente las ha guardado en su corazón y de lo cual puede decir en ese momento: “Y lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y en todo discernimiento con que podáis valorarlo mejor para ser puros y sin tacha para el día de Cristo” (Filipenses 1,9-10).

Después de la Navidad de 1941 el fundador se arriesgó a escribir una meditación tras otra a un curso de las Hermanas de María en cuya consagración había estado presente y que había elegido el ideal de Sponsa, y a enviárselas de contrabando. Estas meditaciones fueron publicadas más tarde como “Pensamientos sobre el ideal de Sponsa”, contienen de nuevo la invitación “a seguir en la escuela de San Pablo”. Con un entusiasmo palpable, les presenta a San Pablo a las jóvenes Hermanas: “Lo que hizo inmensamente grande, fuerte y fecundo a San Pablo, el hombre de los mil corazones, ha sido su ideal personal: el hombre nuevo en Cristo”.

Esta es una introducción muy motivadora en la imagen paulina de Cristo, en su participación en “la parte feliz y en la parte dolorosa de la vida del Redentor” que en una esquela tras otra llegó desde la cárcel a Schoenstatt. En cierto modo aquí hay alguien que comprende a un San Pablo desde dentro. Aquí se unen el que comparte el destino de San Pablo y que al mismo tiempo lo estudia. Nuestro Padre tenía una Biblia en su celda y un libro sobre San Pablo, en aquel tiempo muy conocido, del Prof. Josef Holzner, que había estado en ejercicios dictados por él.

A la prisión en Coblenza le siguió el encarcelamiento en el campo de concentración de Dachau, en donde ingresó el 13 de marzo de 1942. Permaneció prisionero allí hasta el 6 de abril de 1945. Ya en la primera carta escrita en el campo de concentración manifestó hacia fuera: “Seguramente ustedes esperan desde hace mucho la primera carta desde mi nuevo hogar. Por lo tanto aprovecho la primera oportunidad para cumplirles el deseo. ¿Cómo me va? San Pablo podría responder: ‘Todo lo puedo en aquel que me conforta’...” (22 de marzo de 1942). Lo que se había iniciado en la cárcel de Coblenza, se puso en práctica en el campo de concentración.

En adelante “Pablo”, o una gran P con un punto, sería el apodo de José Kentenich. En una carta escrita en Dachau el 19 de abril del mismo año, dice: “Él comprenderá a P. solamente cuando sostenga que ha vivido y obrado en una ciudad de paganos, Él ahora comprende a P. cuando él sostiene que vive y trabaja en una ciudad de paganos, de necios y de muerte...”. ...Mirando retrospectivamente esta época, el Fundador contó acerca del tema sobre el que redactó todo un tratado en el campo de concentración, y entonces dijo: “Tuve todas las posibilidades de escribir desde el campo de concentración, naturalmente en forma camuflada: ¡cartas de Pablo! Todo pasó sin problemas por la censura”.

Quise destacar estas pistas en las cartas en torno al 20 de enero con motivo del año paulino. Para mí no es, en absoluto, un apodo casual – Pablo, en lugar de su nombre –el que descubrimos en las cartas de la prisión. Encuentro una íntima cercanía en el destino de ambos y una congenialidad en sus pensamientos que me impulsa a querer conocerlos cada vez mejor.

Fuente: www.schoenstatt.de

martes, enero 20, 2009

Carta de Alianza - 20 de Enero -


Querida Familia de Schoenstatt:

Mientras escribo estas líneas muchos de ustedes están de vacaciones, descansando en casa, en la sierra o en alguna playa. Otros siguen o ya han retomado el trabajo, pero seguramente con el ritmo que impone el mes de enero.

Las noticias que más escuchamos en estos días son la terrible sequía que destruye los sembrados y mata el ganado en vastas regiones de nuestra patria; el desmesurado aumento de la tarifa de electricidad; la guerra en la Franja de Gaza y la paz que asoma tímidamente, y la asunción de Barak Obama el 20 de enero como nuevo presidente de los Estados Unidos. Pero en tiempos globalizados no todas las noticias entran en el ajustado y predeterminado formato de la globalización. Cada día suceden buenas cosas que no salen en los noticieros, buenas acciones que quedan en lo oculto porque no “venden” ni “impactan” ni “cambian el mundo” y, no obstante, le cambian la vida a mucha gente, que es la manera concreta de ir cambiando el mundo.

Con alegría y mucha entrega jóvenes de Schoenstatt realizaron, entre el 26 de diciembre y el 4 de enero, 3 misiones en diferentes localidades del país: el grupo misionero MTA (con 180 jóvenes de Buenos Aires y San Isidro) misionó en las localidades de Médanos, Pedro Luro y Mayor Buratovich en el extremo sur de la provincia de Buenos Aires; el grupo misionero Gaudium Mariae (con 160 jóvenes de Córdoba) misionó en la localidad cordobesa de Deán Funes; y el grupo misionero Ignis Mariae (con 175 jóvenes de Tucumán y Salta) misionó en la ciudad salteña de Rosario de la Frontera. Si contamos bien en total fueron 515 jóvenes de Schoenstatt, ¡Medio millar de jóvenes misionando y ayudando a la gente! ¡Esto sí que es una gran y muy buena noticia! El P. Tomás Dell´Oca, asesor de Tucumán, nos da su testimonio: “Muchos se preguntarán qué es lo que impulsa a tantos jóvenes a salir a misionar durante el verano. Seguramente la mayoría de ellos tienen mil posibilidades mejores y diferentes para pasar año nuevo. Sin embargo la respuesta es obvia para cada uno de los que vive esta experiencia. Se trata de no pensar en uno mismo, sino de salir al encuentro del otro, del que lo necesita, del que está más solo. Cuando uno tiene esa experiencia te das cuenta que estás entregando a Cristo, llevando a la Mater al corazón de tanta gente. Es en ese momento en el que te das cuenta que en realidad Dios también sale a tu encuentro a través de tantos rostros, de tantas historias de vida. Todo adquiere un nuevo sentido, el sentido del amor, el sentido de la entrega, incluso hasta el sentido del sacrificio y del dolor. Año a año, verano tras verano, nuestra juventud nos demuestra que tenemos una juventud heroica. Juventud, que desde su alegría, su pasión, su trabajo solidario, y sobre todo en la fuerza de su Alianza con la Mater, es esperanza de una Nueva Argentina”.

“Se trata de no pensar en uno mismo, sino de salir al encuentro del otro…” Celebramos el 20 de enero. En estas palabras vemos un hilo conductor que vincula una misma actitud con la del P. Kentenich aquel día: Entregarse y salir al encuentro del hermano, del que sufre, del Dios que habla y pide respuesta.

El P. José Kentenich escribía desde la prisión de la Gestapo en Coblenza en diciembre de 1941: “Mis cadenas son el precio de rescate por el cobijamiento y libertad de toda la Familia. Luchen por un verdadero arraigo y libertad en Dios. Pero tengan en cuenta que somos libres para Dios en la medida que nos hacemos libres de nosotros mismos, de toda voluntad y deseo propios”. El P. Fundador había sido encarcelado por su férrea oposición al régimen nazi por ser un sistema inhumano y demoníaco; él y su Movimiento eran peligrosos por educar un tipo de hombre que no se plegaba dócilmente a la ideología de turno.

En la Navidad de 1941 escribía: “De todo corazón dono gustoso al Buen Dios la pérdida de mi libertad. Estoy dispuesto a soportarla en todas las formas posibles, hasta el fin de mi vida si con ello pago el precio para la perdurabilidad, santidad y fecundidad de ustedes y de toda la Familia hasta el final de los tiempos. …Esto no deben olvidarlo nunca: quien ama a la Familia se considera feliz de poder darlo todo por ella”. Días después, en la madrugada del 20 de enero de 1942, mientras celebraba en su celda la Santa Misa, el P. Kentenich decide no firmar el pedido de revisión médica y ofrece su libertad por la libertad interior de su Familia.

En el mes de marzo fue trasladado al campo de concentración de Dachau donde permaneció preso en condiciones infrahumanas durante 3 años y medio. Era el salto mortal en la confianza divina: unido profundamente a Cristo y siguiendo su ejemplo acepta el dolor y la cruz para que los suyos tengan vida en abundancia, su vida para nuestra vida. Como Cristo el P. Fundador quiere cumplir la voluntad del Padre Dios. Esta vivencia profunda y total de la Alianza de Amor del P. Kentenich despierta en sus hijos una gran corriente de solidaridad con él y de profunda unión entre los hermanos. Esta solidaridad acrisoló y profundizó el carácter familiar del Movimiento de Schoenstatt. El 20 de enero se constituyó así en el eje de la historia de Schoenstatt siendo sus frutos:
- la confirmación del carácter sobrenatural de la obra: Familia de Dios
- la comunidad de destinos entre el P. Fundador y la Familia: Familia del Padre
- la solidaridad de destinos de los hermanos entre sí: Familia de hermanos
Esto tampoco salió en las noticias y diarios de su época, pero marcó la vida de miles de hombres y mujeres de aquella y de esta época.

Para la Familia de Schoenstatt argentina el 20 de enero tiene también el significado del paso del P. Kentenich por nuestra tierra, su herencia y nuestra misión.

El Padre llega a Argentina por primera vez en el año 1947, apenas a dos años de ser liberado del campo de concentración. Trae la experiencia de Dachau como la ciudad de locura y muerte, y, como contrapartida, la vivencia y el mensaje del 20 de enero. Viene buscando aliados para la misión y aquí encuentra corazones abiertos para recibir el mensaje y comprometerse con esa misión. Expresión de esa nueva vida es la corriente del Padre. En los viajes sucesivos surge la necesidad del Santuario y comienza un intenso tiempo de búsqueda y conquista del mismo para lo cual el P. Fundador colabora personalmente con oraciones, capital de gracias y dinero. En la piedra fundamental queda escrito: “Este Santuario ha de ser garantía y prenda para todos los tiempos de que el espíritu del 20 de enero de 1942 no morirá en la Familia, de que el principio paterno será reconocido en la Iglesia y que el Reino del Padre se extenderá triunfal. Al mismo tiempo ha de ser un símbolo del amor paterno y la fidelidad filial”.

El 17 de enero de 1952 el P. Kentenich llega a Argentina rumbo al exilio en Estados Unidos. Él había prometido que vendría a bendecir el Santuario no importa dónde estuviera. Él cumple su promesa en momentos de sumo dolor e incertidumbre (nuevamente). El 20 de enero de 1952, día especialmente esperado por él, bendice el Santuario de Nuevo Schoenstatt y lo define como un signo de fe, de unidad, de lucha y de victoria. El 19 de marzo, día de San José, el P. Fundador coloca el símbolo de Dios Padre en el Santuario, y habla de la importancia para este tiempo de la “doble paternidad”, la del Padre del Cielo y la de sus transparentes, los padres de la tierra. El Padre Dios es el centro de todo, y nosotros sus hijos, unidos en Cristo y por Él, participamos de esa paternidad y lo hacemos presente en el mundo siendo nosotros mismo padres y madres que forjan familia. Por esta corriente de vida aquí surgida éste es y será el Santuario del Padre. Otro suceso que no ha salido en las noticias pero que cambió y sigue cambiando la vida de miles de personas.

Querida Familia de Schoenstatt, celebrar el 20 de enero es recordar el paso del Padre en el '42 y en el '52 sin caer en “reduccionismos” místico-espirituales sino contemplarlo en todas sus dimensiones: espiritual, pedagógicas, profética y misionero. Celebrar el 20 de enero es también compartir este mensaje, no privatizarlo; es renovarnos en la misión del Padre, encarnarla y traducirla al tiempo de hoy, con toda su originalidad y con creatividad; es animarnos a dar saltos de fe luchando por una sociedad más justa, más libre y solidaria; es animarnos a ser más hijos del Padre, es animarnos (como él) a ser verdaderos padres y madres, ser familia, para que muchos hombres y mujeres hoy tengan Vida y la tengan en abundancia.

Esto, seguramente, tampoco saldrá en las noticias pero seguiremos cambiando el mundo. ¡Feliz 20 de Enero!

Desde el Santuario del Padre les mando un cordial saludo y bendición.

P. José Javier Arteaga

Familia viva, ¡Esperanza argentina!

lunes, enero 19, 2009

20 de enero de 1942

Extraído de “El Jardín de María y el 20 de Enero” de P.Rafael Fernández.

Estando el Padre Kentenich en la cárcel en Coblenza, había logrado tener un asiduo contacto epistolar y visual con las Hermanas. El médico había examinado al Padre y lo había declarado apto para ir al campo de concentración de Dachau. Al enterarse la Familia, hablan con el médico, quién estaría dispuesto a revisarlo nuevamente y declarar que por su problema de pulmón no es apto para el campo de concentración. Esta revisión tenía que solicitarla el Padre, pero él siente que Dios le pide que no tome ninguna iniciativa para evitar ir al campo de concentración.

El Padre experimenta una lucha interior muy grande. Cada día está más convencido que Dios le pide esta entrega y por otro lado la Familia le ruega que solicite una nueva revisación y esa solicitud vence el 20 de enero. El Padre cuenta que ese día en la Misa, durante la consagración, sintió la seguridad de que Dios le pedía no acudir al médico. Era sin duda, una inspiración del Espíritu Santo.

El 20 de enero es un paso muy difícil, que entraña una enorme confianza en el querer de Dios. Sabía que habría cruz, pero estaba seguro que la Mater cuidaría de él y que saldría victorioso. Por eso cuando el Padre Kentenich se refiere al 20 de enero dice que es un “caminar en la confianza divina”.

Piensa que él le debía esta entrega a su Familia, él era el representante, la cabeza de la Familia y en él se decidía el destino de su Familia. Es decir, él abrazaba su cruz para que la Familia llegase a ser un Jardín de María. Si él asumía su lugar, por su condición de fundador, de cabeza de la Familia, Dios iba a bendecir a los suyos. Este acontecimiento implica la solidaridad de destinos, ganar la santidad del uno por el otro. Si la Familia quería que el Padre Fundador fuese liberado del campo de concentración, tenía que convertirse en un floreciente Jardín de María.

¿Qué significa llegar a ser un Jardín de María? El lo define: “El Jardín de María está formado por pequeñas Marías que se han conformado en Cristo, que son portadoras de Cristo y que dan a luz a Cristo en el mundo y que con Cristo y en Cristo, giran en torno a Dios Padre”.

Es decir, tiene que surgir la pequeña María, y la pequeña María es la persona que vive para Cristo, en Cristo y por Cristo, que quiere llevar el mundo hacia Cristo, hacer que nazca Cristo en el mundo, para elevar al mundo, en el Espíritu Santo, hasta Dios Padre.

Esas pequeñas Marías, a semejanza de María, su prototipo es su unión a Cristo Jesús. En el corazón de María palpita la profunda bi-unidad con Cristo, el sentido de su vida es Cristo, ella se da por entero a Cristo y por el Espíritu Santo gira constantemente en torno a Dios Padre. Ese girar en torno al Padre es lo que nos permite decir “Abbá, Padre”.

El término “pequeñas Marías” nos muestra una actitud profundamente filial, de niño ante Dios, por lo que lo esencial de esta María, de este Cristo es ser hijo, y como Cristo y María hacen siempre lo que agrada al Padre.

Hay personas y grupos que se han implantado en el Jardín de María (también cursos de Federación de Madres) y sería importante poder conquistar esa riqueza y poder llegar a ser como el Padre nos soñó, un floreciente Jardín de María.

El secreto de la vitalidad del Jardín es el mutuo entrelazamiento de destinos, del Padre y de los miembros de la Familia y de los miembros entre sí. Nombrando al Padre, también pensamos en el Santuario y en la Mater. Es imposible concebir al Padre Fundador sin esa indisolubilidad entre él, el Santuario y la Mater.

Este entrelazamiento de destinos está basado en el pensamiento del cuerpo místico de Cristo y de nuestro carácter familiar. Recordemos la imagen que nos regala san Pablo del cuerpo (1 Cor 12,12). Así como en el cuerpo cada miembro es necesario y tiene una función propia, tal como cada miembro necesita de los otros, así también nosotros nos necesitamos mutuamente.

Así como no se puede despreciar a ningún miembro del cuerpo, tampoco se puede despreciar a cualquier miembro de la comunidad, cada uno tiene un lugar y debe ejercer su función de acuerdo al don de Dios.

En ese Jardín de María hay muchos miembros, somos diferentes, pero estamos profundamente condicionados los unos por los otros. Si fuésemos todos iguales, perderíamos la posibilidad de enriquecernos con la originalidad del otro. Nos necesitamos unos a otros, cada uno tiene un lugar, nadie sobra, e incluso aquellos que parecen no tener ninguna función importante. Pensemos en el capital de gracias oculto que significa una enfermedad o una renuncia. Esa entrega da más alimento al cuerpo que la de aquellas personas que nos parecen sobresalientes, que más hablan o que más aparecen en público.

Cuando el Padre Kentenich define la comunidad, explica que en su esencia, consiste en el estar el uno en el otro, con el otro y para el otro. Esto es el entrelazamiento de destinos que nos regala con su decisión del 20 de enero de 1942.

El 20 de Enero condujo a la Familia a una vivencia extraordinaria de la redención y de las leyes que la rigen. Pensemos que la guerra se desarrollaba con toda crudeza y que el Padre vivía en el infierno de Dachau. En esa situación, asume libremente la cruz y llama a la Familia a tomar con él la cruz y a sellar la alianza en el sentido de la Inscriptio. La Inscriptio es la fusión de corazones con Cristo crucificado, de ella brotan la redención y la verdadera libertad, el fruto de la cruz es la instauración del reino de Dios, el triunfo del hombre nuevo y de la nueva comunidad.

En una plática, el Padre Kentenich nos recuerda ese entrelazamiento de destinos: “Ustedes no pueden imaginarse cuán intensamente viva estaba en mí en Coblenza, la responsabilidad por la Familia! Mi lucha por la libertad debía ayudarle a alcanzar la perfecta libertad interior. Y su lucha por esa libertad debía ayudarme a mí a conquistar la libertad exterior”.

jueves, enero 15, 2009

¿Alegres, o cabizbajos como las vacas?

Schwizer Padre Nicolás

La alegría es algo propio de la juventud y de los corazones jóvenes (de espíritu). Por eso, es algo característico de los cristianos, o por lo menos debería serlo. El cristiano tiene que ser alegre e irradiar su alegría a los que le rodean. Debemos crear o mantener un reino de alegría en nuestras familias, en nuestros grupos, en nuestros ambientes apostólicos.

¿Cuándo nos hemos reído con ganas por última vez? No, esa sonrisa cortés para cumplir en sociedad, o ese aplauso forzado, aunque el chiste no tenga gracia, sino una risa sincera, sana, espontánea, que brota de dentro. No es que haya que reír siempre, pero sí hay que manifestar siempre el fruto del Espíritu que es la alegría y que sigue al amor.

¿Qué rostros ven los demás en nosotros? El andar con cara larga no redunda en honra de Dios, a quien profesamos servir y nos gloriamos en amar. “O cambias de cara o cambias de gurú”, dijo a un discípulo su maestro, que consideraba mala propaganda para su escuela tener discípulos tristones a su lado. Un famoso juez americano no se hizo pastor, porque los eclesiásticos que conocía parecían, por su apariencia y conducta, ser empleados de una funeraria. “No entristezcan al Espíritu Santo”, dice San Pablo (Ef 4.30). Y es bien posible que el Espíritu no se encuentre muy a gusto tras rostros serios y expresiones amargadas. Si llevamos a Dios dentro, debería notársenos en la cara.

No se trata de forzar la sonrisa, de fingir la alegría como se hace en la industria moderna del vender y convencer: sonrisas de mercado, rostros alquilados para ganar clientes. Entre tanta sonrisa fingida, no es extraño que perdamos el sentido de la alegría auténtica, libre, espontánea. Hay que devolverle al mundo la capacidad de alegrarse por dentro y por fuera.

Quizás deben cambiar algunas cosas. Si hasta ahora mi hermano o mi hermana me ponían los nervios de punta y no debían acercarse a mí, en adelante debiera ser distinto. O si me he Tal vez, hasta hoy nos parecíamos a una botella de champaña, cuyo corcho salta fácilmente hasta el cielorraso.

Debemos esforzarnos por ser alegres y desbordantes de alegría, así como corresponde a una persona joven. Hemos de ser pequeñas águilas que no descansan, que siempre de nuevo quieren llegar al sol, que siempre están alegres, y que también permanecen alegres cuando Dios les manda cruces y sufrimientos.

Debemos dar a los demás todo el cariño y el amor que podamos, también besos, abrazos, caricias. En la familia y en el matrimonio no podemos ni debemos renunciar a estas nobles alegrías sensibles. En este terreno no les está permitido querer hacer sacrificios: no les está permitida la frialdad. Porque si no hacemos de nuestras familias un reino de la alegría, los hijos se escaparán y buscarán otras alegrías y no siempre tan sanas. Pero si los hijos encuentran todas las alegrías que necesiten en la propia familia, se sienten de inmediato bien en ella.

Detrás de aquello se esconde una ley. En una comunidad reina a la larga, o la atmósfera de alegría o atmósfera de pantano. Una cosa intermedia no es posible. Pienso que todos nos damos cuenta de la gran importancia de la alegría para que reine un buen espíritu en nuestros grupos, en nuestras familias y en nuestros corazones.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Dependemos en cada momento de nuestros estados de ánimo: hoy contentos, mañana con mal genio?
2. ¿Somos personas alegres, optimistas, que ven también el lado bueno de las cosas?
3. ¿Somos más bien pesimistas, andamos como las vacas siempre cabizbajos?
4. ¿Cómo reaccionamos ante los golpes y problemas de la vida, ante el sufrimiento y la cruz?

Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.comvuelto muy susceptible frente a mis papás, debería cambiar mi actitud frente a ellos.

sábado, enero 03, 2009

Fechas importantes enero 2009

01 Santa María, Madre de Dios
04 Epifanía del Señor



05 Nacimiento José Engling (1898)
06 Reyes Magos





11 Bautismo de Jesús




18 Día de Alianza
20/1/42 Segundo Hito: “En la Confianza Divina”
20/1/43 P.K. Recibe cruz de plata en Dachau de S.S.Pío XII
22 San Vicente Pallotti
22 Beata Laura Vicuña
24 San Francisco de Sales
31 San Juan Bosco