sábado, marzo 30, 2013

Declaraciones del cardenal Bergoglio a los Padres de Schoenstatt, pocos días antes de ir a Roma para el Cónclave



Hacen falta pastores con olor a oveja
Por Rocío Lancho García
CIUDAD DEL VATICANO, 22 de marzo de 2013 (Zenit.org) - El padre Ángel Strada, en el programa Alianza de amor de la radio del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, habla sobre el encuentro que tuvieron con el cardenal Bergoglio en la reunión anual de sacerdotes de este movimiento de Argentina y Paraguay, 2 días antes de dar comienzo el cónclave.
El padre Strada reconoce la gran sorpresa con la que recibieron la noticia de que el cardenal Bergoglio había sido elegido papa, ya que los medios de comunicación no le daban como "candidato" por la edad que tiene, aunque el padre Strada admite que los que le conocen sabían que era un gran candidato por sus cualidades. "El nombre que él ha elegido ya es un programa, Francisco fue un Evangelio vivido", dice en la entrevista.
A continuación, cuenta cómo los padres que trabajan en Argentina, Paraguay y Uruguay se reúnen anualmente, y siempre tienen la inquietud de invitar a ese encuentro, que dura varios días, a alguna personalidad para enriquecer, intercambiar y dar a conocer la comunidad de Schoenstatt. Seis meses antes ya pensaron en el cardenal Bergoglio por el aprecio que le tienen y porque pensaban que por la edad ya iba a presentar su renuncia. El mismo cardenal llamó a la comunidad para avisarles que él viajaba al cónclave pero que el encuentro no se suspendía y que les esperaba el sábado 23 de febrero por la mañana en la curia de Buenos Aires. "Nos dijo que no iba a dar ninguna conferencia, que le hiciéramos preguntas y que quería que intercambiáramos", cuenta.
Una de las preguntas que le hicieron fue qué perfil debería tener el nuevo papa. El cardenal Bergoglio les respondió: "Les voy a decir cosas evidentes pero son las cosas en las que yo creo. Primero, tiene que ser un hombre de oración, un hombre profundamente vinculado a Dios. Segundo, tiene que ser una persona que cree profundamente que el dueño de la Iglesia es Jesucristo y no él y que Jesucristo es el Señor de la historia. Tercero, un buen obispo. Debe ser un hombre que sabe cuidar, acoger, tierno con las personas, que sabe crear comunión. Y cuarto, debe ser un hombre ahora que ayude a reformar la Curia". Sin quererlo, continua el padre Ángel, hizo una descripción de sí mismo. Es "un gran don del cielo que el cónclave le haya elegido", añade.
Hablando a nivel más personal, Strada cuenta lo que sintió cuando se despidió de él. "Me preguntó cómo iba la causa de la canonización del padre Kentenich (fundador del movimiento) y cuando nos despedimos pensé qué lástima que este hombre no vaya a ser elegido papa, pensando en el impedimento de la edad, pero ojalá sea alguien como él". Cuenta además cómo el cardenal Bergoglio bromeó sobre la posibilidad que lo eligieran, "nosotros le preguntamos como estaba la salud de él por el pequeño problema que había tenido en las piernas y nos respondió que ya estaba muy bien, un padre le dijo que tuviera cuidado porque, ya con buena salud, los cardenales le podían elegir papa, y nos respondió que no nos hiciéramos a esa idea y que ya lo tenía pensado, que iba a entrar al cónclave con un bastón, y los cardenales pensarán que a ese viejito no le vamos a elegir nunca".
"Una idea fija que tiene él --continúa narrando el padre Strada- la expresa con estas palabras: hay que buscar una Iglesia que esté en la calle. Él piensa que la Iglesia no debe cerrarse sobre sí misma porque se enferma. Tiene que ir a buscar a los hombre. Dice que nos equivocamos al pensar que en el rebaño tenemos 99 ovejas y hay una oveja descarriada que está afuera. Y es exactamente al revés, en el rebaño tenemos una oveja y hay 99 que están afuera, y el error nuestro es dedicarnos a la única ovejita que tenemos dentro". Cuenta el padre que a ellos les dijo "hoy no hacen falta clérigos, no hacen falta funcionarios clericales, hacen falta pastores que tengan olor a oveja, pastores que estén con las ovejas, que nunca las apaleen sino que las cuiden con mucho amor".
Finaliza la entrevista hablando del aspecto mariano del santo padre, que demostró con su primer gesto como pontífice de acudir a Santa María la Mayor, para hacer una ofrenda con flores a la Virgen, como un niño que le va a regalar flores a su madre. Y destaca también su labor pastoral y de cercanía a los hombres cuando dice que la Iglesia tiene que ser tierna y salir a buscar a los hombres.

Saludo P. José Javier Arteaga
 
“Esa noche también María, la Madre, estaba en vela. Sus entrañas le hacían intuir la cercanía de esa Vida que concibiera en Nazareth, y su fe consolidaba la intuición.
A Ella le pedimos que, como primera discípula, nos enseñe a perseverar en la vigilia, nos acompañe en la paciencia, nos fortalezca en la esperanza; le pedimos que nos lleve hacia el encuentro con su Hijo Resucitado; le pedimos que nos libre del miedo, de tal manera que podamos escuchar el anuncio del Ángel y también salir corriendo… pero no de susto sino para anunciarlo a otros que tanto lo necesitan.”

(Card. Bergoglio, vigilia pascual, 2012)

Queridos hermanos,
Que el Señor los bendiga en esta Pascua con una vida renovada en la fe, la esperanza y el amor. ¡Seamos misioneros de su Buena Noticia!
Desde el santuario de la Sma. Virgen les mando un cordial saludo a Uds. y sus familias.
 

 ¡Feliz Pascua!
 
P. José Javier Arteaga
        


domingo, marzo 24, 2013

Domingo de Ramos

 Texto completo: Homilía del Papa Francisco en Misa por Domingo de Ramos 2013
 

VATICANO, 24 Mar. 13 / 11:05 am (ACI).- 1. Jesús entra en Jerusalén. La muchedumbre de los discípulos lo acompañan festivamente, se extienden los mantos ante él, se habla de los prodigios que ha hecho, se eleva un grito de alabanza: «¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto» (Lc 19,38).

Gentío, fiesta, alabanza, bendición, paz. Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo.

Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios y se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma.

Este es Jesús. Este es su corazón atento a todos nosotros, que ve nuestras debilidades, nuestros pecados. El amor de Jesús es grande. Y, así, entra en Jerusalén con este amor, y nos mira a todos nosotros.

Es una bella escena, llena de luz – la luz del amor de Jesús, de su corazón –, de alegría, de fiesta.

Al comienzo de la Misa, también nosotros la hemos repetido. Hemos agitado nuestras palmas.

También nosotros hemos acogido al Señor; también nosotros hemos expresado la alegría de acompañarlo, de saber que nos es cercano, presente en nosotros y en medio de nosotros como un amigo, como un hermano, también como rey, es decir, como faro luminoso de nuestra vida.

Jesús es Dios, pero se ha abajado a caminar con nosotros. Es nuestro amigo, nuestro hermano. El que nos ilumina en nuestro camino. Y así lo hemos acogido hoy. Y esta es la primera palabra que quisiera deciros: alegría. No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo.

Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; que está entre nosotros; nace del saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables, y ¡hay tantos!

Y en este momento viene el enemigo, viene el diablo, tantas veces disfrazado de ángel, e insidiosamente nos dice su palabra. No le escuchéis. Sigamos a Jesús. Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro.

Y, por favor, no os dejéis robar la esperanza, no dejéis robar la esperanza. Esa que nos da Jesús.

2. Segunda palabra: ¿Por qué Jesús entra en Jerusalén? O, tal vez mejor, ¿cómo entra Jesús en Jerusalén? La multitud lo aclama como rey. Y él no se opone, no la hace callar (cf. Lc 19,39-40). Pero, ¿qué tipo de rey es Jesús?

Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla, que tiene el sentido de ver en Jesús algo más; tiene ese sentido de la fe, que dice: Éste es el Salvador.

Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado, como anuncia Isaías en la Primera Lectura (cf. Is 50,6); entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero.

Y, entonces, he aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz. Pienso en lo que decía Benedicto XVI a los Cardenales: Vosotros sois príncipes, pero de un rey crucificado.

Ese es trono de Jesús. Jesús toma sobre sí... ¿Por qué la cruz? Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, el de todos nosotros, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios.

Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, que nadie puede llevárselo consigo, lo debe dejar.

Mi abuela nos decía a los niños: El sudario no tiene bolsillos. Amor al dinero, al poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra la vida humana y contra la creación. Y también –cada uno lo sabe y lo conoce– nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo y a toda la creación.

Y Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección. Este es el bien que Jesús nos hace a todos en el trono de la cruz. La cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados y de hacer un poquito eso que ha hecho él aquel día de su muerte.

3. Hoy están en esta plaza tantos jóvenes: desde hace 28 años, el Domingo de Ramos es la Jornada de la Juventud. Y esta es la tercera palabra: jóvenes.

Queridos jóvenes, os he visto en la procesión cuando entrabais; os imagino haciendo fiesta en torno a Jesús, agitando ramos de olivo; os imagino mientras aclamáis su nombre y expresáis la alegría de estar con él.

Vosotros tenéis una parte importante en la celebración de la fe. Nos traéis la alegría de la fe y nos decís que tenemos que vivir la fe con un corazón joven, siempre: un corazón joven incluso a los setenta, ochenta años. Corazón joven. Con Cristo el corazón nunca envejece. Pero todos sabemos, y vosotros lo sabéis bien, que el Rey a quien seguimos y nos acompaña es un Rey muy especial: es un Rey que ama hasta la cruz y que nos enseña a servir, a amar.

Y vosotros no os avergonzáis de su cruz. Más aún, la abrazáis porque habéis comprendido que la verdadera alegría está en el don de sí mismo, en el don de sí, en salir de uno mismo, y en que él ha triunfado sobre el mal con el amor de Dios.

Lleváis la cruz peregrina a través de todos los continentes, por las vías del mundo. La lleváis respondiendo a la invitación de Jesús: «Id y haced discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19), que es el tema de la Jornada Mundial de la Juventud de este año. La lleváis para decir a todos que, en la cruz, Jesús ha derribado el muro de la enemistad, que separa a los hombres y a los pueblos, y ha traído la reconciliación y la paz.

Queridos amigos, también yo me pongo en camino con vosotros, desde hoy, sobre las huellas del beato Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora estamos ya cerca de la próxima etapa de esta gran peregrinación de la cruz de Cristo. Aguardo con alegría el próximo mes de julio, en Río de Janeiro.

Os doy cita en aquella gran ciudad de Brasil. Preparaos bien, sobre todo espiritualmente en vuestras comunidades, para que este encuentro sea un signo de fe para el mundo entero.

Los jóvenes deben decir al mundo: Es bueno seguir a Jesús; es bueno ir con Jesús; es bueno el mensaje de Jesús; es bueno salir de uno mismo, a las periferias del mundo y de la existencia, para llevar a Jesús. Tres palabras: alegría, cruz, jóvenes.

Pidamos la intercesión de la Virgen María. Ella nos enseña el gozo del encuentro con Cristo, el amor con el que debemos mirarlo al pie de la cruz, el entusiasmo del corazón joven con el que hemos de seguirlo en esta Semana Santa y durante toda nuestra vida. Que así sea.

Fuente: aciprensa.com

jueves, marzo 21, 2013


Carta de Alianza
Marzo 2013
 
Queridos hermanos en la Alianza:

He querido escribir esta carta de Alianza pasada la Misa de inicio del pontificado del Papa Francisco. Han sido tantas las vivencias en estos días y Dios nos ha hablado tan fuerte que era necesario un poco de tiempo para reflexionar.

Pocas veces los medios nacionales e internacionales se han ocupado tanto de un acontecimiento eclesial como con la elección del Papa Francisco. Tal vez porque ha excedido lo eclesial para ser un acontecimiento de gran repercusión social en todo el mundo. Multitudes se acercaron espontáneamente a plazas e iglesias para agradecer a Dios y expresar la inmensa alegría.

Más que gestos

Un sacerdote alemán, con quien compartí años de estudio en el seminario de Münster, me escribió lleno de alegría: “es el primer Papa llamado Francisco, el primer latinoamericano, el primer argentino, el primer jesuita. ¡Y primero en cuántas cosas más será!”. Sorprendió al mundo con muchos gestos no tan frecuentes en el Vaticano, pero típicos del Cardenal Bergoglio que nosotros conocemos. Gestos que expresan una vida:

·      La sencillez y austeridad al llevar sus zapatos negros de siempre, la cruz pectoral plateada que usó siempre como obispo, al subirse al micro con sus hermanos cardenales como anduvo siempre en Buenos Aires. Sencillez de vida que nos plantea, como Iglesia, la necesidad de un estilo de vida más simple y austero, sin pretensiones de honores y poder, a semejanza de Cristo.

·      La cercanía y cordialidad con cada persona siempre, pero quedó grabada en nuestros corazones cuando se bajó del papamóvil para bendecir y besar a un hombre parapléjico y lo acarició varias veces. Cercanía con los enfermos, los desvalidos, con los presos, con las víctimas de la injusticia y todo aquel que lo llamara para pedirle consejo y ayuda. Es la imagen de esa Iglesia cercana y cordial que abraza y contiene, que escucha, dialoga y atiende al hombre concreto, a cada hombre, para darnos su corazón, para darnos a Jesús que nos ama.

·      La misericordia de Dios en todo. “La misericordia cambia el mundo; un poco de misericordia hace que el mundo sea menos frío y más justo. Tenemos necesidad de entender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso, que tiene tanta paciencia…”, nos decía en su primer Ángelus del domingo pasado. Hay muchas heridas por sanar y mucho dolor que mitigar en nuestras vidas y en la patria, ¡el odio no es remedio! Tenemos mucha, mucha necesidad de perdón y misericordia. Eso es lo que nos ofrece el Papa Francisco en sus palabras, silencios y actitudes: la misericordia de Dios hecha carne y vida.

Más que sentimientos

Será por lo anteriormente escrito y por muchos gestos más, que en estos días no nos hemos cansado de leer y comentar las noticias sobre el Papa Francisco. Porque su vida realmente es una Buena Noticia para nuestro tiempo, porque ha despertado una ola de sentimientos buenos que nos hablan de anhelos más profundos:

·      una renovada alegría, como una “Pascua adelantada” en medio de la Cuaresma. Una alegría que no teníamos desde hace mucho tiempo, que nos hacía falta, que nos abre a la esperanza. Como me decía un padre de familia de La Plata: “estoy feliz porque nuevamente tenemos un Papa papá, sí, un padre al frente de la Iglesia”.

·      un aire nuevo, de vida nueva y renovación. Esa frescura del auténtico amor evangélico que todo lo mueve y nos conmueve. ¡Sí, las cosas pueden cambiar y mejorar!

·      un sano orgullo (no burdo chauvinismo) porque es nuestro Papa Bergoglio, porque lo conocemos y sabemos por experiencia que es verdaderamente el buen Pastor, que cuida de su gente y nos lleva por el buen camino de Jesús. Así como nos fortaleció con su amor, su sabiduría y su vida en Argentina, lo seguirá haciendo para el bien de la Iglesia en el mundo entero.

Un compromiso mayor

En los encuentros con Mons. Bergoglio era común que al despedirse siempre pidiera “rece por mí”. Grande fue nuestra sorpresa y alegría el día que fue elegido Papa cuando, antes de impartirnos la bendición apostólica urbi et orbi desde el balcón de la basílica de San Pedro, con humildad, nos pidió a toda la Iglesia que rezáramos por él. No es retórica; no es “pose”. Lo necesita mucho porque muchos son los problemas que tiene que resolver y por los cuales fue elegido. Muchas son las marejadas que tiene que enfrentar la barca de Pedro por él timoneada, tanto dentro de la Iglesia como en el mundo. Por eso nuestro compromiso es rezar cada día por el Papa Francisco, porque nos lo pidió a su Iglesia y porque somos su pueblo argentino.

Creo que un segundo compromiso con el Papa Francisco, como Familia de Schoenstatt, es amar y ayudar a la Iglesia para que siempre sea familia de Dios, como la soñó el P. Fundador, guiada por el Espíritu Santo y apostólica, mariana, unida y fraterna, pobre y humilde, alma del mundo. Ese en nuestro regalo y compromiso para el 2014.

Queridos hermanos, Dios nos ha hablado muy fuerte y claramente estos días en la persona del Papa Francisco. Sigamos regalando Alianza y acercando a muchos el amor de Cristo y María; sigamos forjando una cultura de Alianza, de los vínculos y del diálogo en nuestra sociedad. En Alianza con María y en comunión fraterna, sigamos trabajando y colaborando con Cristo en la construcción de su Iglesia, familia de Dios.

Reciban mi cordial saludo y bendición,

P.José Javier Arteaga
                                      
¡CON MARÍA ARDAMOS POR LA MISIÓN!

martes, marzo 05, 2013


El doble amor
 
Padre Nicolás Schwizer
N° 142 – 01 de marzo de 2013
 

Toda nuestra vida, cuando es realmente cristiana, está orientada hacia el amor: el amor a Dios y el amor al prójimo. Sólo el amor hace grande y fecunda nuestra existencia y nos garantiza la salvación eterna.

 
Para los judíos, el primer mandamiento superaba infinitamente el segundo y se practicaba por separado de él. Tenían un sentido muy profundo de la trascendencia de Dios y de sus derechos. Jesucristo no niega el primer mandamiento, pero inquieta y rebela a sus correligionarios por la forma con que lo cumple: sirviendo al hombre.
 

Y si preguntamos a un cristiano ordinario: ¿Cuál es el gran mandamiento de Cristo, su mandamiento nuevo? No nos responderá: el amor a Dios. Sino que nos dirá: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Sin embargo, ese mandamiento no tiene nada de nuevo; se encuentra ya en el Antiguo Testamento.
 

¿En qué consiste, entonces, la novedad que Jesús imprime a estos antiguos mandamientos? Lo nuevo es que Cristo ha unido inseparablemente a estos dos mandamientos: El amor verdadero a Dios es un amor verdadero al hombre. Y todo amor auténtico al hombre es un amor auténtico a Dios.

Ésta es la gran novedad de la Encarnación. Ya no estamos divididos entre dos amores. Ya no tenemos por qué quitarle al hombre un poco de nuestro tiempo, de nuestro dinero, de nuestro corazón, para dárselo a Dios.

Dios no es un rival del hombre: Todo lo que se hace al más pequeño de los hombres, se le hace al mismo Dios. Por la Encarnación, Dios se ha hecho hombre, Dios se ha solidarizado con todos los hombres; Dios y el hombre son inseparables. La novedad del Evangelio es la divinización del hombre y la humanización de Dios.

 
Significa: la oración, el culto, el servicio a Dios no tienen ningún valor si no expresan y alimentan una caridad auténtica, es decir, un servicio práctico y directo al hombre. El signo en que se reconocerá que somos discípulos de Cristo es que amamos a nuestros hermanos.

Lo que pasa es que el amor a Dios separado del amor al hombre se presta a muchas ilusiones. Se puede creer en Dios y no amar a los hombres, como el sacerdote y el levita de la parábola del Buen Samaritano. O como los fariseos que creían servir a Dios cuando crucificaron a Jesús.

 
Recordemos también aquella palabra de San Juan: “El que dice que ama a Dios, a quien no ve, sin amar a su hermano, a quien ve, es un mentiroso (1 Jn 4,20).

 
El juicio final no se basará en la cantidad de nuestras comuniones, de nuestras misas dominicales, de nuestras prácticas religiosas, sino en nuestra conducta para con los hermanos. No seremos interrogados sobre lo que hemos hecho frente a Dios, sino sobre lo que hemos hecho frente a los demás.

 
San Agustín, en una de sus epístolas, habla: “La caridad fraterna es la única que distingue a los hijos de Dios de los hijos del diablo. Pueden todos hacer la señal de la cruz, responder amén, hacerse bautizar, entrar en la iglesia, edificar templos. Pero los hijos de Dios sólo se distinguen de los del diablo por la caridad. Puedes tener todo lo que quieras; “si te falta el amor, de nada te vale todo lo demás.”

 
Los primeros cristianos se llamaban sencillamente hermanos. Tenían un solo corazón y una sola alma. Hasta los paganos exclamaban: “Mirad, como se aman”. Es el elogio mayor que se puede hacer de una comunidad cristiana.

 
Pero no sé si los paganos de hoy pudieran decir lo mismo de todos los cristianos. Sin embargo, el milagro que necesita nuestro tiempo, el milagro para el cual nuestro mundo está abierto, es el milagro del amor y de la fraternidad de los cristianos.

 

Preguntas para la reflexión


1. ¿Es fraterna nuestra comunidad?

2. ¿Son válidos estos conceptos en el mundo de hoy?

3. ¿Qué puedo hacer por los demás?

 

Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com

viernes, marzo 01, 2013

Fechas importantes marzo 2013

03. 3º
domingo de Cuaresma

11.- El P.Kentenich es trasladado al campo de concentración de Dachau
10.- 4º  Domingo de Cuaresma
17.- 5º Domingo de Cuaresma
18.- Día de Alianza
19.- P.Kentenich celebra por primera vez Misa en Dachau

19.- San José. Onomástico del P.Fundador

24- Domingo de Ramos

31.- Pascua de Resurrección