Novena Navideña 2015:
Navidad de la misericordia
P.Guillermo Carmona
Sexto día: ¡Bienvenido al hogar! La fiesta
sin par.
Oración inicial
En el pobre y
pequeño establo de Belén,
das a luz para
todos nosotros al Señor del mundo.
Tal como muestras
al Niño a pastores y reyes
y te inclinas ante
él adorándolo y sirviéndolo,
así
queremos con amor ser siempre sus instrumentos
y
llevarlo a la profundidad del corazón humano. (HP, 343).
(Rezamos: Padre
nuestro; 10 Ave Marías y gloria).
1. Texto bíblico: Lucas 15,11-32
“Jesús dijo: “Un hombre tenía dos hijos. El menor
de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de herencia que me corresponde’.
Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo
que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida
licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel
país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de
los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El
hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero
nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de
mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!’.
Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: ‘Padre, pequé contra el Cielo
y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus
jornaleros’. Entonces partió y volvió a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se
conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo y
contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus
servidores: ‘Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en
el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo.
Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida,
estaba perdido y fue encontrado’. Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya
cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y
llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. El le
respondió: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero y
engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo’. El se enojó y no quiso entrar.
Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: ‘Hace tantos
años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y
nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que
ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces
matar para él el ternero engordado!’.
Pero el padre le dijo: ‘Hijo mío, tú estás siempre
conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu
hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido
encontrado’”.
Después de la lectura dejamos un tiempo
para la reflexión personal del texto escuchado
o leído. Puedo comentar alguna de las siguientes preguntas:
-
¿Qué mensaje trae el texto?
-
¿Cómo lo interpreto?
-
¿Qué me dice a mí personalmente?
2. Reflexión
La
lectura de este conocido texto nos despierta algunas preguntas, como por
ejemplo, ¿Dónde estaba la madre, cuando el hijo se marchó? ¿Por qué no le pidió
que se quedara? ¿Qué habría pasado si el hijo menor, antes de encontrarse con
su padre, se hubiera encontrado con su hermano mayor? ¿Habría entrado? ¿Se habría celebrado la fiesta? ¿Por qué
se fue el hijo de la casa? Pero estas preguntas, por lícitas que sean, no hacen
al meollo de la parábola. Ella ilustra el amor que libera, amor reconquistado
en la misericordia.
El
padre no le impide al hijo la aventura de la libertad: no cierra la puerta, no
indaga, no se enoja, no enseña ni protesta (por lo menos no aparece en la descripción
de Jesucristo). Él sólo respeta el libre albedrío, es decir, el riesgo de optar
erróneamente. En el entretanto, ¿habrá rezado el padre por su hijo? No lo
sabemos; sólo se nos dice que estaba vigilante y a la espera.
Una
y otra vez nos llama la atención la alegría del padre cuando avizora al hijo y
sale a su encuentro. Es la opuesto a que probablemente haría cualquier padre,
que tiene un hijo que se comporta de esa forma: le habría pedido una rendición
de cuentas, le recriminaría su vida licenciosa, le daría el sermón que merecía.
Pero nada de esto sucede: en lugar de “ponerlo en penitencia”, lo abraza, lo
besa y le prepara una fiesta. Le habrá dicho, es probable: “Bienvenido a casa,
hijo. Te extrañábamos, nada era igual sin tu presencia. Tu vuelta nos devuelve la
vida y el sentido de este tiempo.” Quizás habrá agregado: “Tu madre y yo nos
preguntábamos cada noche, dónde estabas, si estabas bien, si precisabas el cariño”
La Navidad es el regreso del hijo pródigo al amor del
Padre misericordioso. Jesús Niño nos representa a todos, los que quedamos
en la casa y los que nos fuimos de ella. En ese Niño desvalido que nace en Belén, el Padre nos recibe a todos de vuelta
a su corazón y al hogar. En Él volvemos. No hay preguntas, no hay quejas, sólo
el llanto de Jesús que recuerda el dolor lacerante de la lejanía, las bellotas
de los cerdos y la tragedia de no haber hallado la felicidad en cosas engañosas.
Leer
la Navidad con ojos del hijo pródigo es el ejercicio propio de este año. Si
llegásemos a tomar en serio la enseñanza de esta parábola, habría un antes y un
después. Sólo es necesario reconocer lo tonto que hemos sido al irnos del hogar;
sabíamos que en la finca de “mi” padre había suficiente pan y mucho amor.
Es
bueno pedirle al Niño que nos haga comprender que en su nacimiento Dios nos
devuelve el anillo, el vestido nuevo y las sandalias: reivindica nuestra
dignidad. Allí tendremos ternura y empleo suficiente. Los dueños de la finca siempre
nos reciben porque son padres de verdad.
Ojalá
que nunca seamos como el hijo mayor: la inmisericordia es un pecado pernicioso.
El regreso es tarea de cada uno. El abrazo se lo dejamos al Padre y a la Madre.
La bienvenida es de hermanos sin rencor.
Es
el premio que nos regala Jesús en Navidad. Y sin tener demasiada conciencia, como
los pastores aquél día, vamos a su encuentro en medio de la noche.
Preguntas
para la reflexión
1. ¿Regresó el hijo menor solamente
por interés, porque tenía hambre, o habrá tenido alguna otra razón?
2. ¿Qué actitudes o acciones pueden
parecerse a la del padre misericordioso?
3. ¿Qué comportamientos descubrimos
en la sociedad y en la Iglesia que nos recuerdan quizás al hermano mayor?
4. ¿Qué le dice este año de la
misericordia a nuestro corazón?
Compromiso
sugerido
Escribirle una tarjetita a cada uno de los hijos (o de los más amigos
que cada uno tiene), manifestándole un valor o virtud que descubrimos en ellos.
El texto tiene que expresar la alegría del encuentro y de poder participar
todos en la mesa común del amor y aprecio mutuo.