viernes, abril 27, 2012


Retiro Federación de Madres
 Región Mediterránea  (CANÁA)

Abril 2012
Tema: El Santuario

El día viernes a la tardecita fuimos llegando a la Casa de Retiros en Cabana,Unquillo, siendo acogidas muy cálidamente por nuestras hermanas del curso 15º, que habían organizado todo excelentemente con mucho cariño y entrega. No podemos dejar de mencionar los detalles de los regalitos en cada cuarto, la sobriedad  y profundidad de cada afiche, destacando lo neurálgico de Schoenstatt,  distribuídos  por toda la casa. La originalidad del Capitalario, (camino al 2014); la presencia del Símbolo del Padre, regalo de Mendoza, que será colocado en el Santuario de la Vida y la Esperanza en este año que se cumplen  10 años de su bendición. Los bellos souveniers (santuaritos de cerámica) preparados por nuestras hermanas encargadas de la organización. Todo esto en un clima de mucha alegría y  no precisamente en silencio.

La casa de retiros estaba muy renovada y muy confortable.

Comenzamos esa jornada con la misa de inicio, estando en el altar un cirio y un santuario. El cirio, símbolo que nos toca conquistar a la Familia cordobesa en este año, que es el año del santuario.

Se tomó la lectura de las Bodas de Canáa, y el P. Javier nos predicó una excelente homilía, relacionada a nuestro Ideal de Región. Explicó brevemente qué sucedió en Canáa, su importancia y significado.

Canáa es la actitud de María:

-Fe centrada en Dios
-Atenta a las necesidades de los hermanos
-Vinculada
-Sirve con alegría

Y con respecto a nuestro Ideal, qué significa ser “HIJA ORANTE, FORJADORA DE VÍNCULOS, SIRVE CON ALEGRÍA”.  Y concluyó con los desafíos de nuestro Ideal:

a. En un mundo secularizado que rechaza a Dios – centrarse en Dios.  El vínculo con Dios es el amor.

b. En un mundo de rupturas, rechazos, abandonos -   forjar vínculos, fraternos,  filiales, familiares.  Dialogar

c. En una sociedad que se aprovecha del otro, saca tajada, ventaja - servir con esfuerzo y alegría, creer que se puede.

 Luego de la cena, previa la lectura de una motivación al silencio leída por Leandra pero redactada por Flor, madre del curso 15º, nos dispusimos al mismo.

 En días anteriores al retiro fuimos recibiendo vía e-mail, enviadas por Vicha, motivaciones tales  como: “Ayúdame a hacer silencio”, Qué bueno es detenerme”, “Tu silencio ayuda al mío”, “Señor, Tú me conoces, acá me tienes”, las cuales fueron muy valiosas para ir preparándonos.

 Con respecto a las liturgias, fueron muy bien elaboradas por los distintos cursos, y destacamos la del curso 23º (curso nuevito). ¡Sin desperdicio! 

Las meditaciones serias y profundas luego  de las buenísimas charlas dadas por el P. Javier, ayudadas por todo un clima de silencio, espíritu comunitario, trabajo silencioso de muchas madres hicieron que pudiéramos vivir plenamente el  retiro.

Agradecemos especialmente por la excelente organización al Curso 15: “Hijas amadas, Santuario de Luz y Alegría” , a las que providencialmente les tocó encargarse de esta tarea y ¡¡¡Sin protagonismos!!!

 Agradecemos la incorporación de una nueva guitarrista, Patricia. 

Importante: SCHOENSTATT NO ES UN MOVIMIENTO CON SANTUARIO, SINO SCHOENSTATT ES UN SANTUARIO CON UN MOVIMIENTO.

El día domingo, una vez finalizada la misa de envío, realizamos la acostumbrada procesión encabezada por el P.Javier  y nuestras madres de curso con nuestras banderas y capitalarios hacia el jardín. Allí, en una gran fogata  los  quemamos y luego procedimos a sacarnos las consabidas fotos.

 Fue un hermoso y muy bendecido Retiro. ¡¡¡Gracias P. Javier!!!

jueves, abril 26, 2012


El Puente

Año 6
Nº 21
Abril 2012

                                               Sumario


a)  Carta para nosotras: Iris Wiersman, consejera
b) Espíritu Mariano: “Como María” María:  “Como Tu María” Aporte Curso 11º RMet
c) Espíritu Comunitario: “Mujer nueva en una comunidad nueva” Aporte Curso 12º RCuyo
d) Espíritu Apostólico: “Como sal y levadura en masa” Aporte Curso 3º PY


a)
Carta para nosotras

Aporte de Iris Wiersman, consejera

 Esto es una copia de una homilía que se presentó durante las misas de aguinaldo en el 2001 en la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe (Bo Campo Alegre, Hatillo). 

Los fundadores:

Según el plan del Dios providente, los fundadores son personas escogidas a través de las cuales, Él hace llegar a la Iglesia su gracia renovadora y vivificante. A ellos los hace portadores de carismas, es decir, de gracias especiales del Espíritu Santo, que conforman y alimentan la vida del Pueblo de Dios. Los Sumos Pontífices no han cesado de destacar la importancia que tienen los fundadores para sus comunidades y para la Iglesia. Con insistencia llaman a seguir sus pasos, a imitar su ejemplo y a mantener vivo su espíritu.

El Señor nunca abandona a su Iglesia. Constantemente sale al encuentro de las necesidades y desafíos que ésta padece y elige a personas que se abren a su gracia y conducción providencial. En esta perspectiva se sitúa para nosotros la persona del P. José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt. En él vemos la mano del Dios providente que conduce la historia a través de instrumentos libres y dóciles. Con ocasión del centenario de su nacimiento, en 1985, el Papa Juan Pablo II dirigió a la Familia de Schoenstatt las siguientes palabras: “La experiencia secular de la Iglesia nos enseña que la íntima adhesión espiritual a la persona del fundador y la fidelidad a su misión –una fidelidad que está siempre de nuevo atenta a los signos de los tiempos- son fuente de vida abundante para la propia fundación y para todo el Pueblo de Dios… Vosotros habéis sido llamados a ser partícipes de la gracia que recibió vuestro fundador y a ponerla a disposición de toda la Iglesia.” (Juan Pablo II, Roma, 20 de septiembre de 1985)

El carisma que Dios regaló al P. Kentenich es un carisma preclaramente mariano, marcado por una alianza de amor sellada con la santísima Virgen en el pequeño santuario de Schoenstatt. Un carisma mariano que quiere dar respuesta a las herejías antropológicas de nuestra época y que está orientado hacia la creación de un nuevo tipo de hombre cristiano que, de acuerdo a la persona y misión de la Virgen María, trata de encarnar en medio del mundo la armonía entre lo natural y lo sobrenatural.

La forma más adecuada para conocer el carisma de una comunidad o movimiento eclesial es conocer la vida del fundador. El fundador no sólo proclama su carisma; lo más importante es que él mismo lo encarna. Su vida da testimonio del paso de Dios por la historia. En ella aparecen los dones y talentos que Dios le ha conferido y que quiere hacer llegar al seno de la Iglesia. Para quienes Dios llama a Schoenstatt esto reviste gran importancia, pues en la historia del fundador se delinea la voluntad de Dios no sólo para Schoenstatt en general, sino para su propia vida. Si el Dios providente nos ha llamado a Schoenstatt, ello significa que Él nos llama al seguimiento de su fundador. Tal como a un jesuita le revela su voluntad a través de la vida de San Ignacio, de modo semejante nos manifiesta en forma especialísima nuestra misión y el sentido de nuestra existencia como miembros de Schoenstatt, a través del P. José Kentenich. De aquí que conocer más profundamente su trayectoria de vida constituye un camino privilegiado para conocer nuestra propia vocación y saber qué espera Dios de nosotros.

Estas reflexiones nos mueven a considerar el carisma mariano de Schoenstatt, y concretamente la alianza de amor con María, no en forma teórica, sino, en primer lugar, en la vida del fundador.

¿Quién es el Padre Kentenich?

“Quien tiene una misión ha de cumplirla, aunque conduzca al abismo más profundo y oscuro, aunque un salto mortal siga a otro”, decía con serenidad y total convicción, al atardecer del día 31 de mayo de 1949, en la capillita aún no del todo concluida, a los pies de la cordillera andina, el Padre José Kentenich. Tenía a la sazón 64 años. Esas palabras eran fiel reflejo de su vida. Nació el 18 de noviembre de 1885 en el pueblito de Gymnich (Alemania), a partir de sus nueve años fue internado, durante los cinco siguientes, en un orfanato en Oberhausen. En 1899 ingresa al Seminario Menor de los Padres Pallotinos en Ehrenbreitstein. En 1904 comienza su noviciado. Al cabo de seis años de duras pruebas: una salud muy frágil, crisis de fe que se prolongan por años y un primer rechazo por parte de sus superiores al tratarse su acceso a la ordenación sacerdotal. Es ordenado ministro de Cristo el 8 de julio de 1910. Profesor de latín y de alemán. Director Espiritual en el Seminario Menor de los Padres Pallotinos en Schoenstatt. Fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt. La Primera Guerra Mundial y la post-guerra. [Tengo duda de qué es] Famoso predicador de retiros para sacerdotes en la década del 20’ y la del 30’; perseguido por el Nacionalsocialismo y prisionero en el campo de concentración de Dachau.
…..Los seres humanos, por nuestra condición sensible, buscamos encontrar a Dios, y a lo divino, encarnado en personas humanas concretas. El hombre no puede vivir sin “arquetipos”. No puede sentirse atraído por una religión puramente intelectual, desencarnada. Normalmente llegamos a la realidad invisible, al Dios vivo, a través de signos visibles que nos lo hacen cercano en la tierra. Por eso los hombres y mujeres de Dios siempre son necesarios. Hoy más que nunca. Dice el Concilio Vaticano II: “…en la vida de aquellos que, siendo hombres como nosotros, con mayor perfección se transforman a imagen de Cristo, Dios manifiesta al vivo ante los hombres su presencia y su rostro” (Iglesia, 50). Y también enseña el Concilio que, ante el fenómeno masivo del ateísmo contemporáneo, es tarea de la Iglesia hacer “transparentes” y “como visibles” a Dios Padre y a su Hijo Jesucristo (Iglesia y Mundo 21). Esto fue el Padre Kentenich: un gran “transparente” de la paternidad de Dios. Así lo recuerda una madre de cinco hijos: “Conocí al Padre… me sentí querida, aceptada, acogida y comprendida como nunca antes. Me cambió la vida… ya no le tuve más miedo a la muerte, ni al juicio, ni a Dios… Si un ser humano, un padre terrenal puede dar tanta paz y alegría al alma, cómo será nuestro Padre Celestial”, No es éste el lugar para dar una visión panorámica de la vida del Padre Kentenich. Queremos acercarnos a su persona desde un ángulo bien determinado, a saber: su relación con el movimiento del pueblo y de peregrinos de Schoenstatt. Cabría afirmar dos cosas. Siendo Schoenstatt reflejo de la persona, del espíritu del Padre Kentenich (“ella es y será mi otro yo aquí en la tierra”), es lógico que el Movimiento, en su espiritualidad y en su estructura, ponga de manifiesto la amplitud de corazón, la grandeza de alma, el universalismo de su fundador. Por esta razón, Schoenstatt no podía ser solamente un movimiento destinado a unos pocos, a una elite, a comunidades de jefes. También debía tener una dimensión universal, estar abierto a todos. “El universalismo del Movimiento” -dijo el Padre Kentenich en una oportunidad- “exige que todo tipo de individuos y de personas puedan encontrar en él un hogar”(1935). Para lograr esto es necesario también el Movimiento del pueblo y de peregrinos, que el Padre Kentenich llamó a la existencia en la hora de la fundación (1914) e impulsó concretamente a partir de 1934. Al mismo tiempo, el Padre Kentenich juega un rol decisivo en el movimiento popular. En Schoenstatt la presencia de María en el Santuario, y su mensaje, nos llegan a través del Padre Kentenich. A su vez, éste nos conduce a María, nos conduce al Santuario.
b)                                  
Espíritu  Mariano: “Como María”
Aporte Curso  11º Región Metropolitana
                                                
¡COMO TU MARIA!
  Cómo tú María, queremos  que modeles en nosotras el corazón de una hija fiel.  Queremos un corazón de niñas dóciles a la voluntad del padre Dios; perseverantes en el servicio, seguras y confiadas en tu victoria, fieles a la enseñanza de nuestro padre Fundador.                                                                                                                                                Cómo  tu María, queremos ser la hija fiel que fuiste en Nazaret, abierta a escuchar los deseos de Dios, para darle nuestro si. La hija fiel que sirve en lo concreto y anuncia labuena noticia como en la visita a tu prima Isabel.
 Cómo tu María, queremos ser puentes de amor, acercar a Jesús a los hombres de hoy, a unirlos en lazos de amor, a atraerlos hasta Ti, a crear vínculos con los más lejanos,  a llegar hasta los más necesitados, a acercar el carisma del padre Kentenich a la Iglesia y al mundo de hoy.    
Queremos ser un puente de amor, ¡cómo tu María!, que abrazaste en tu corazón lo humano y lo divino, para alumbrar en Belén, al que es puente entre Dios y los hombres.                                                                                 
  ¿Qué anhelamos?  ¡María, si fuéramos como tu! .  Anhelamos poder repetir el sí de María y ser tan receptiva y estar tan abierta al mundo de Dios como Ella. Realmente, ¿no quisiéramos  todas ser una aparición de María abriendo de par en par las puertas del corazón y dejando entrar a Cristo en él? . Nuestras ansias no se acallan con un sí dado a Dios de vez en cuando; quisiéramos repetir continuamente aquellas palabras: “Sí, Padre, hágase en mí…”. Deja a tu hijo en nuestro corazón y enséñanos a llevarlo al mayor número posible de hombres. Toda mujer, por ser reflejo de María, ha sido llamada de una manera particular, a llevar a Cristo a los hombres, tanto por su ser como por su actuar, maternales y fecundos. (  “María, si fuéramos como tu ”.P. Kentenich).
Queremos ser un puente de amor, ¡cómo tu María!, que en Caná intercedes ante tu Hijo Jesús por los hombres.                                                                                                                                                                               En Caná de Galilea  vemos dos servicios, uno a favor de los hombres y el otro del Hijo. María se hace cargo del bochorno de los novios y hace el servicio de decirlo al Hijo. No le discute al Hijo la respuesta, sino que hace un segundo y hermoso servicio, esta vez a la misión de Jesús, diciéndoles a los sirvientes: “Haced lo que Él os diga”.  El amor es así, no usa violencia, no arremete, abre caminos y libera fuerzas de amor, alegra y serena. ¿Es posible ésto? Sí es posible por la ley fundamental del amor: la ley de la asemejación.  Me asemejo a quien amo. Sólo la fascinación por el modelo amado nos puede transformar realmente. (“Anhelo de amor”. P. Eronti ).
Queremos ser un puente de amor, ¡cómo tu María!, que unes tu corazón al cáliz de tu Hijo en el Gólgota, para que Él una eternamente la tierra y el cielo.                                                                                                                                 En la medida que por la fuerza asemejadora del amor nos identifiquemos con María se realiza esta oración del Padre Kentenich:                                                                                                                                                                     “Que su vida sea una imagen fiel de la vida de nuestra madre en la tierra; que, a través del hijo, Ella resplandezca revelando su gloria a nuestro tiempo”. (hacia el Padre N°439).

Queremos revelar la gloria de María. Desde la fuerza de la Alianza y del Santuario, lugar de gracias
 El Padre Fundador nos propone un programa de vida: 
“Madre aseméjanos a ti y enséñanos 
a caminar por la vida tal como tú lo hiciste.                                                                                                                  
fuerte, digna, sencilla y bondadosa,  
repartiendo amor paz y alegría.  
En nosotros recorre nuestro tiempo
preparándolo para Cristo Jesús”.
Curso 11-Hija fiel, puente de amor. Matilde Priani, Ana Figuera, Nancy Fernandez, Susani Ojam y Alicia Griffo.
 

c)                                                                   Espíritu comunitario
Aporte Curso 12 Región de Cuyo
La mujer nueva en la comunidad nueva
La Federación es comunidad
La Federación apostólica es una comunidad de madres,  moderna, atractiva, apostólicamente capacitada, que vive en medio del mundo, y que animada por el espíritu de los Consejos Evangélicos y en la fuerza de la Alianza de Amor con María se consume, en íntima unión a la Iglesia y a Schoenstatt, por la renovación religiosa y moral del mundo en Cristo.
 Este llamado que Dios nos ha hecho, si bien es individual, también es un llamado social. La vocación que hemos recibido es una vocación que compartimos con nuestras hermanas de Curso. Es decir, no es sólo una vocación propia sino también comunitaria. No se concibe en forma aislada ni con otras personas. ¿Qué significa esto? Que Dios nos llama para que formemos un grupo; la elección de cada una no es independiente del llamado de las otras madres, sino que cada elección está ligada en forma indisoluble con la elección de las otras hermanas de Curso.
Hemos  sido llamadas individualmente pero para que participemos  de un grupo determinado  con el  que formamos una comunidad. Dios, al decir mi nombre, me llamó a determinado curso, con un grupo de hermanas. Por eso, en Federación no hay vocación sin comunión.
Somos comunión, somos comunidad, porque queremos crecer y necesitamos la ayuda de las demás.  El sentido de la comunión es crecer y poder ayudarnos las unas con las otras para hacerlo. Esto que parece tan banal, que parece tan sencillo, no lo es. No vivimos la comunión sólo porque es lindo ser amigas y hermanas, porque nos sentimos cómodas, nos sentimos bien, sino que vivimos en comunión para crecer, para estimularnos y auxiliarnos, para lograr aquello para lo que hemos sido llamadas, la santidad.
Dios me ha llamado para la Federación y me ha llamado también como curso, junto a estas hermanas y no puedo pertenecer a la Federación sin ellas. Son las hermanas que la Mater eligió para mí.
 Al mismo tiempo esa vocación común, compartida, es la raíz de la comunidad. Por eso ese llamado común de Dios es lo que nos une como curso.
Vivir en comunidad significa ser corresponsable en las tareas que se nos encomiendan. También ser corresponsable de cada una de mis hermanas y estar atentas no sólo a su crecimiento espiritual y comunitario, sino también a sus problemas de salud, familiares y económicos. También llamarse mutuamente la atención, corregirnos. Todo esto nos ayuda a crecer, a llegar a la meta que es nuestra santidad y la del curso.
Formar una comunidad nueva
Nuestro curso tiene como ideal ser Madre filial, transparente de María, instrumento de amor, paz y alegría” para construir un “Nuevo Mundo”,  “una comunidad nueva”. Deseamos regalar amor, paz y alegría a los que nos rodean,  para luchar contra la ausencia de Dios en este mundo secularizado. Queremos ser madres nuevas para forjar una comunidad nueva.
El Espíritu comunitario tiene su fuente en el amor común a la Mater y al Padre, quienes crean en la comunidad un ambiente familiar en el que cada una vive en la otra y por la otra, haciéndose corresponsables mutuamente de la santidad de cada una.
Vivir en comunidad, en comunión, significa abrir el corazón  a esta inmensa experiencia de sentirnos regaladas por los otros. Junto con el capital de gracias también recibimos los valores, el fruto de los talentos que ellos tienen y del cual todas nos enriquecemos. Vivir en comunión es enriquecernos con el aporte de los otros, en nuestro caso, especialmente de nuestras hermanas de curso, de las hermanas de Federación, pero también de la familia de Schoenstatt y la Iglesia toda.
Junto con el recibir está el segundo movimiento que es el dar. La comunión involucra la capacidad de dar, colaborar con los otros, colaborar con el capital de gracias, ayudarnos mutuamente en el camino de salvación. Comunidad es corresponsabilidad, sentirse asociada a la otra persona y apoyarla.
Consejos para construir una comunidad nueva 
1.  Sumar y no restar. La comunidad se hace por la suma de las personalidades. Y no porque cada una tenga que perderse para nivelarse. La comunidad nueva  es la comunidad perfecta a base de personalidades diferentes. Nadie tiene que desdibujarse, ni  despersonalizarse, ni perder la riqueza propia, original de cada una: sino que al contrario, se deben sumar las originalidades.  De esta manera se multiplica la riqueza y el potencial de cada una.    
2. Ver las diferencias como riquezas.  Las diferencias no son una amenaza a la comunidad. No ponen en peligro a la comunidad. En todo caso son una riqueza aunque a veces molesten, incomoden. Esas diferencias, esas originalidades son las que enriquecen, y no el uniformismo. Nos enriquecemos cuando nos complementamos, cuando intercambiamos, cuando interactuamos. El don que Dios le dio a mi hermana no es sólo para ella, sino también para mí. Se lo regaló a ella pero también a mí en ella. Tengo que agradecer ese regalo y del mismo modo compartir mis propios dones. La diferencia me complementa y me enriquece.
 3. El alegrarse por los talentos y logros de mis hermanas. Eliminar todo tipo de celos, de envidias. A veces, nos cuesta alegrarnos lo suficiente de los logros de las demás,  felicitarlas y alegrarnos de corazón. Debemos dejar de lado el orgullo y la soberbia y entregarnos al amor fraterno.
 4. Actitud de destacar lo bueno y positivo. El padre tenía una imagen, muy simpática para esto, decía: tenemos que ser mariposas y no moscas de letrina. Las mariposas buscan lo lindo, van de flor en flor. La mosca de letrina va a la letrina. Ser mariposas y no moscas de letrina.
Cuando destacamos lo bueno de nuestras hermanas les provocamos que quieran mejorar aún más y eso siempre redundará en beneficio de la comunidad. 
5. Invertir en la cuenta afectiva del curso. Uno recibe un montón de la comunidad, y en definitiva recibe mucho más de lo que da, pero la actitud debe ser: primero doy, y doy sin esperar. Cuando doy sin esperar, recibo. Pero cuando condiciono mi dar a recibir, normalmente comienzo a calcular y me empieza a ir mal.
Antes que el dar está el recibir, porque es lo primero, antes de dar yo recibo la vida, y recibo la vida como una gracia. Dios me regala la vida.
Por eso, toda la vida cristiana es un deber de gratitud a lo que hemos recibido y al amor de Dios que siempre es primero. Y creo que en esto vale lo mismo: en la comunidad se trata de amar primero y no esperar que me amen primero. Cuánto más  abro mi corazón, más me enriquezco, con cosas que sé y con cosas que no sé.
En la comunidad y en la cuestión de la comunidad siempre hay que tomar la iniciativa. Si todas tomamos la iniciativa, todas salimos ganando.
6. El sobrellevar una a la otra. El amor tiene mucho de aceptar indudablemente al otro y de asumir la responsabilidad por el otro, por lo tanto yo cargo con lo tuyo. Es bueno rezar por cada una de las hermanas y encomendarlas en la oración diaria, además de interesarnos por su vida, sus alegrías y  sus problemas.
“Como elegidos de Dios, santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura y la paciencia. Sopórtense los unos a los otros y perdónense mutuamente, siempre que alguien tenga motivos de queja contra otro. El Señor los ha perdonado, hagan Uds. lo mismo, y sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección, y que la paz de Cristo… corrigiéndose los unos a los otros…” Colosenses, (cap.3, 12-17) 
7. Comprensión versus susceptibilidad. Susceptibilidad es esa irritabilidad, es el no sobreponerme a lo que me hiere, a lo que me molesta, a algo que yo veo en otra persona, es cuando me siento atacada exageradamente, cuando me quedé demasiado “tocada”, quisquillosa. Contra esa susceptibilidad, el mejor consejo es una  mayor comprensión y el despojo del amor propio.
 8. Ser maestras de la reconciliación, de la mediación, del encuentro versus toda forma de rencor y resentimiento. Varios de estos defectos comunitarios no hieren a otro sino a uno mismo. Esto es un ejercicio, que primero cuesta, pero de a poco se va internalizando y se logra en forma natural. Debemos buscar siempre la forma de mantener unida la comunidad dejando de lado las susceptibilidades individuales.
 9.  Actitud de sencillez, de humildad frente a este afán de protagonismo o de reconocimiento. Una cuota de reconocimiento, es natural, porque todos tenemos necesidad de cierto reconocimiento y de una “palmadita”, y de que me quieran, es lo lógico. Pero tiene que tener todo una cierta medida. Cuando esa necesidad de reconocimiento es tan grande que estoy demandando constantemente más y más cariño y afecto, y que me quieran y me lo demuestren y demás, en un momento llega a ser desmedido. 
10. No asustarse tanto de las crisis. Todas las hemos pasado en algún momento: familiares, laborales, de salud, económicas, etc. No se destruyó nuestra familia porque tuvimos una discusión, no se vino todo abajo porque pasamos una crisis. Luego de pasar cada crisis crecimos y salimos más fortalecidas. No hay que asustarse demasiado por las crisis. Saber que hay momentos mejores, más productivos, más creativos, de mejores relaciones y otros más difíciles; pero que la Mater está siempre allí para mantenernos unidas.
Aporte Curso N° 12 -Madre filial, transparente de María, instrumento de amor, paz y alegría”
Cecilia González de Favier
María Julia Podestá de Flamarique
María Laura Jofré de Iraira
Bibliografía:
“Federación, Vocación, Comunión y Misión.” Charla del P. Guillermo Carmona
LA COMUNIDAD” Charla del P. Juan Pablo Cattogio

d)

Espíritu Apostólico: “Como Sal y Levadura en Masa”

Aporte Curso 3º Paraguay


Dios nos llama ante todo como hijos  de la Iglesia a tomar conciencia cada vez mayor de su responsabilidad: "Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo"»

Con dos sencillas comparaciones el Señor Jesús nos habla de una doble responsabilidad en la misión de anunciar la buena nueva al mundo entero: la primera es la de "no desvirtuarnos", cuidar de no perder la fuerza y la capacidad de "salar"; la segunda es la de "hacer brillar nuestra luz delante de los hombres". Nuestra presencia en medio del mundo -enseña el Señor- ha de ser como la de una ciudad puesta en lo alto de un monte, no puede ocultarse, es visible para todos. Esforzándonos por llevar día a día una vida cristiana coherente y luminosa, estamos llamados a ser un importante punto de referencia para la vida de muchos que, viendo nuestras buenas obras, darán gloria a nuestro Padre «que está en los cielos».

Así hemos de profundizar en nuestro llamado a vivir bien y también a enseñar.

SER SAL: VIVIR DE ACUERDO A LA PROPIA IDENTIDAD

Primero, hay que vivir bien, y por ello el Señor Jesús nos compara con la sal. ¿Quién no quiere vivir bien? Todos lo queremos. Pero, ¿qué es vivir bien? Muchos creen que vivir bien es rodearse de riquezas, buscar constantemente gozar de placeres o dominar sobre los demás. Este "vivir bien", que constituye el horizonte de máxima aspiración para muchos, no puede apagar la sed de infinito del hombre. Otros piensan que vivir bien consiste en limitarse a no hacer mal a nadie, o -un poco más allá- buscar hacer el bien a los demás viviendo la filantropía. Sin embargo, este vivir bien en sentido ético, aunque bueno como tal, es también insuficiente al ser humano: tampoco sacia su sed de infinito.

El ser humano para vivir bien en el sentido pleno de la palabra necesita mucho más que eso, necesita ante todo saber quién es para poder ser quien es, es decir, al ser humano le urge conocerse a sí mismo, su identidad verdadera, para a partir de allí orientar decididamente toda su acción hacia la realización de aquello que está llamado a ser. Para vivir bien debo saber quién soy yo y vivir de acuerdo a eso que soy en verdad. Sólo así seré verdaderamente feliz.

SOY PERSONA HUMANA Y SOY CRISTIANO

Lo primero que descubro cuando reflexiono sobre mí mismo es que soy persona humana, es decir, que vivo y existo, no como existe una piedra, una planta o un animal, sino como ser humano. Descubro que soy un ser individual, singular, pero a la vez abierto y en relación con el ambiente y con otras personas humanas como yo, descubro que soy un ser para el encuentro y para la comunión, capaz de relacionarme con Dios.

Por la Revelación comprendo además que soy persona humana porque he sido creado por Dios, Comunión de Amor, a su imagen y semejanza. Lo que soy es un don de este único Dios personal.

Por la Revelación conozco también que luego del desorden y la muerte introducidos en el mundo por el pecado del hombre, y luego de la obra reconciliadora realizada por el Señor Jesús, asociado a la muerte y resurrección del Señor Jesús por el Bautismo, he llegado a ser una nueva criatura: soy cristiano.

A la pregunta Quién soy respondo entonces: soy persona humana y soy cristiano. Por Don de Dios, esa es mi identidad básica. Conocer esta realidad ontológica es fundamental para poder vivir bien, es decir, vivir de acuerdo a aquello que es mi naturaleza, vivir de acuerdo a aquello para lo que he sido creado. De eso depende mi felicidad. Si perdemos de vista quienes somos, dejaremos de obrar en conformidad con lo que somos. Entonces, como la sal, "nos desvirtuamos", perdemos la capacidad y fuerza para "dar sabor" a la vida de muchos, y nosotros mismos nos estropeamos.

SER LÁMPARA: DIFUNDIR LA LUZ RECIBIDA

Desde esa identidad hay que enseñar, y por ello el Señor Jesús nos compara con la luz que difunde una lámpara.

El modo como Dios Padre ha dispuesto en sus amorosos designios hacer brillar en el mundo su Luz, aquella que es la vida de los hombres, aquella que nos arranca de las tinieblas del pecado y de la muerte, es por la Encarnación de su Hijo, del seno inmaculado de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo. Pero asimismo ha querido difundir esta luz asociando también a todo hombre redimido a la misión de su Hijo.

Por el Bautismo el hombre pecador pasa de las tinieblas a la luz. En adelante está invitado a caminar como hijo de la luz, apareciendo ante los demás como una antorcha radiante. Así los cristianos «son la luz del mundo, ya que, iluminados por Él mismo, que es la Luz verdadera y eterna, se convirtieron ellos también en luz que disipó las tinieblas», Por la predicación, la enseñanza y el testimonio de una vida de intensa caridad, todo cristiano está llamado a difundir esa Luz que él mismo ha recibido, procurando incrementarla cada vez más en sí mismo.

No tengamos miedo al mundo paganizado, porque el Señor nos busca justamente para que seamos levadura, sal y luz en medio de este mundo. No te preocupes, que el mundo no te hará daño, a no ser que a ti te dé la gana. Ningún enemigo de nuestra alma puede nada, si nosotros no queremos consentir. Y no consentiremos, con la gracia de Dios y la protección de Nuestra Madre del cielo.
Sed piadosos. Sed rezadores. Una vez, estaba yo preocupado por las circunstancias de una nación determinada, y decía: Dios mío, ¿qué pasará allí? Justamente porque el ambiente era muy malo. Y vino uno de los Directores y me dijo: Padre, esté tranquilo, porque somos muy rezadores. (...) Sed rezadores, y no tengáis miedo del mundo paganizado. Quitaremos el paganismo del mundo, con la oración.

Pero no hay que pensar sólo en los riesgos de un ambiente hostil. Muchas veces, lo que dificulta la vida cristiana no son los grandes enemigos de fuera, sino simplemente la premura de tiempo, el agobio que deriva del exceso de trabajo o del pluriempleo, el sentir como una incapacidad física para llegar a todas las cosas. Hay momentos en que uno puede dejarse llevar por el nerviosismo, y perder el punto de mira, el norte sobrenatural, que debe dirigir todo lo que se hace, también lo más humano.

Ese desasosiego roba la presencia de Dios y puede romper la perspectiva, de tal manera que se llegue a pensar que no tiene sentido dejar un trabajo muy urgente para dedicar en exclusiva unos minutos a la oración, a la vida de piedad... Se pierde entonces, no sólo la oportunidad de santificar el propio esfuerzo, sino que, en la práctica, y no es paradoja, disminuye la eficacia en el trabajo, el aprovechamiento del tiempo.

CONCLUSIÓN

Cabe hacernos ahora y siempre una pregunta fundamental: ¿Cómo contagiaremos a los demás si no es con nuestras buenas obras, es decir, con obras que reflejen lo que somos y anunciamos? ¿De qué sirve que alguno de nosotros hable con mucha elocuencia si sus palabras no van precedidas y acompañadas por el "sabor" y fuerza que da a las palabras el testimonio de una vida cristiana coherente, nutrida de caridad?

No olvidemos que nuestra primera responsabilidad es la de ser santos desplegando los que somos por Don de Dios, y es que «la san­tidad es la verdadera fuerza capaz de transformar el mundo. De este modo, abriéndonos y cooperando intensamente con el dinamismo transformante de la gracia derramada continuamente en nuestros corazones, el Señor Jesús nos llama a ser hoy sal y luz para el mundo entero.

Nuestra responsabilidad como cristianos:

  • Ser sal de la tierra: Mt 5,13.
  • Ser luz del mundo: Mt 5,14-16.
  • Ser como levadura que todo lo fermenta: Mt 13,33; Lc 13,21.

PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO

  1. ¿Qué significa para ti ser "sal de la tierra y luz del mundo"? ¿Con qué otro ejemplo explicarías esta realidad?
  2. ¿Qué opinas de las distintas formas de "vivir bien" que el mundo ofrece a los seres humanos?
  3. ¿Por qué es importante saber quién soy?
  4. Es necesario conocerse bien para poder vivir plenamente. ¿Por qué?
  5. ¿Qué importancia tiene que seamos coherentes en nuestro testimonio si sabemos que estamos llamados a ser "luz del mundo"?

¿Crees que estás siendo "luz del mundo"? ¿Por qué?

Beverly Ocampos de Callizo