sábado, noviembre 20, 2010

Mes de María 2010
2ª. Semana: 20.11. Fe práctica Divina Providencia

“Las cosas de este mundo no sólo tienen un valor propio, sino además una significación simbólica. Todas ellas son como pequeños profetas de Dios, que por encargo de Él nos traen la buena nueva de Dios, de sus atributos y de sus propósitos para inflamarnos en un amor grande de Dios. Por eso San Agustín llama a las cosas nutus Dei, es decir, saludos o indicaciones de Dios. Y San Buenaventura nos habla de un manutergium Dei. Quiere decir que Dios nos lleva amorosamente de la mano por medio de las cosas, nos muestra su presencia y sus deseos, y nos introduce en su corazón paterno. No acabaríamos nunca si quisiéramos enu­merar todos los "pequeños profetas" que encontramos al cabo del día.

Para animamos a tener la mirada más aguda y a tener más fino oído para los mensajeros y los mensajes de Dios, voy a referir varios ejemplos:

Paso junto a un rosal florido. Este rosal ha recibido de Dios el encargo de hablarme de su amor y de su hermosura. O veo agua cristalina; ¿por qué no me ha de recordar, con voz profética, el bautismo y la purificación del alma? El pajarillo que canta en la enramada, ¿no nos saluda de parte del Padre celestial, que con tanta providencia le viste y alimenta?

Un ama de casa me contaba que, al limpiar los zapatos por la noche, pensaba en la paciencia divina con que Dios nos va limpiando día tras día de todo el polvo y suciedad que vamos cogiendo a lo largo del día, si le pedimos perdón con arrepentimiento. Un árbol cargado de fruto, me seguía contando, pone siempre en mis labios la oración: "Ayúdame, Señor, para que en el gran día de la recolección no me encuentre con las manos vacías."

El despertar primaveral de la naturaleza sugiere al santo de la vida diaria la resurrección de la carne; su letargo otoñal le recuerda la muerte. El cerezo en flor le dice algo de la hermosura del alma en gracia santifi­cante, y el cierzo frío, que en sus caminatas nocturnas le corta los miembros, le está predicando la frialdad glacial que espera tantas veces al Salvador en muchas almas de caridad apagada. Doquiera que vaya o se encuentre, el santo de la vida diaria se ve rodeado de pequeños profetas que susurran la palabra a su oído” (De la Santificación de la vida diaria, 142).

Reflexión elaborada por los Padres de Schoenstatt de Córdoba para el Mes de María de 2010

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