martes, diciembre 21, 2010

"Peregrinando a Belén".
Novena Navideña
P. Guillermo Carmona

Sexto día: BELEN, UNA FAMILIA DONDE TAMBIEN HAY HIJOS

Elemento del pesebres: algunos pastorcitos

Ambientación histórica

Hoy colocamos, en el pesebre, a los pastores, personajes muy queridos del cuadro navideño.

Pues bien, a éstos eligió Jesús para que fuesen sus primeros testigos ante el mundo. "El ángel les dijo: no teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo; hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor."(Lc 2,10.11).

Se acercaron timidamente, como suelen acercarse los pobres a la mansión de los ricos. Llevaban sus regalos: leche, lana quizá hasta un cordero. ¡Ya era mucho! "Y encontraron a María, a José y al recién nacido acostado en el pesebre"(Lc 2,16).

Lo habrán tocado, como suele hacerlo la gente sencilla. No entendían bien lo que estaba pasando, pero había una alegría enorme, un gozo santo, Dios comenzaba a robarles el corazón. Lo lógico, para ellos, hubiese sido que Jesús naciese en un palacio. Lo lógico y conveniente, pero... un Dios naciendo como ellos, era mil veces más hermoso. Daba pena, pero acortaba distancias. Un Dios tan audaz y contradictorio, les encantaba.

Pautas para la reflexión

Es imposible llegarse hasta Jesús si no se tiene un corazón de niño, un corazón de hijo. Sólo el niño es capaz de creer en los misterios. ¿Cómo comprender, sino, el "absurdo" de un Dios que se hace hombre? ¿Cómo poder aceptar esa misericordia, capaz de sudar sangre por nosotros? ¿Cómo creer que El nos ama entrañablemente, a pesar (o debido justamente) de nuestros pecados y miserias.

Por eso, para entrar en la Basílica de Belén, en Tierra Santa, es preciso, literalmente, "achicarse", inclinarse, (en tiempos de las cruzadas, por miedo que los musulmanes entrasen con sus caballos al lugar, se tapió la puerta grande y se dejó sólo una entrada muy pequeña y baja, único acceso al templo). Es preciso hacerse niño, porque "si no cambiáis y no os hacéis como los niños..."(Mt 18,3).

No se trata solamente de ser niño, sino también de saberse y sentirse hijo. El Padre kentenich ha sido el profeta de esta filialidad. Filialidad como conciencia de adopción divina en nuestra vida. Para esto solía contarnos una anécdota muy ilustrativa: la del rey que perdió a su hijo cuando niño y nunca más supo de él.

Un buen día, mientras el rey estaba de cacería, se le hizo de noche y no le quedó más solución que albergarse en una cabaña donde vivía una familia con sus hijos. Durante la cena el rey percibió que uno de los hijos era muy distinto a los otros, comentando ese hecho a los padres, estos le contaron que ese joven no era en realidad hijo propio, sino adoptado, y que había sido encontrado casi muerto y perdido en unos bosques. El rey asoció inmediatamente este relato a la historia de su propio hijo y, explicándoles el hecho agregó: Todos mis hijos tienen una marca típica que los distingue como príncipes. Al día siguiente se examinó al joven y se pudo reconocer en esa marca su verdadera identidad: era un hijo del Rey.

También nosotros, concluye el Padre Kentenich, llevamos la marca de la filiación divina. A veces nos extraviamos y perdemos. Pero Dios nos busca y nos halla a través de alguna circunstancia, de alguna persona o inspiración íntima del alma. Somos hijos del rey por adopción divina, por un llamado especial. Sus bienes son nuestros, su vida es la nuestra, la herencia es el cielo. Su gracia y bendición nos acompaña siempre.

Recordemos todo esto en este día. Queremos forjar una familia sobre la base de la filialidad a Dios y frente a María.

Algunas preguntas para la reflexión.

1. ¿Qué experiencias buenas tengo, o he tenido, como hijo?
¿Qué quiero conservar de ellas?
2.-¿Qué situaciones negativas surgen en la relación con mis padres? ¿Cómo podría solucionarlas? 3. ¿Qué quisiera hacer, para mi ser filial frente a Dios se desarrolle mejor?.

PADRE NUESTRO, AVE MARÍA Y GLORIA

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