domingo, diciembre 12, 2010

Misión: Familia


Padre Nicolás Schwizer N° 97
15 de diciembre de 2010

Si queremos tomar en serio el ser misioneros, tenemos que empezar por nuestra propia casa. Renovar y evangelizar nuestra propia familia. Ahora, ¿por qué la familia constituye un desafío hoy, un campo de misión?

1. Porque hoy en día la familia está en crisis.
El deterioro creciente de la familia natural es uno de los problemas más alarmantes en la sociedad: divorcios, separaciones, conflictos y rupturas familiares, padres ausentes, madres solteras, niños y jóvenes abandonados. Se van disolviendo los vínculos fundamentales de la familia, porque al hombre de hoy le cuesta crecer hacia un amor sano, maduro y generoso.

Y conocemos las trágicas consecuencias de todo esto para el sano crecimiento de nuestra juventud, para su estabilidad sicológica, su madurez afectiva y su vivencia religiosa.

2. Las primeras experiencias de amor. La importancia única de la familia consiste en que ella es el lugar donde se hacen las primeras y más imborrables experiencias de los vínculos de amor. Sin las vivencias de la primera infancia será difícil estar dispuesto a pagar el duro precio que exige el aprendizaje del amor y de la vinculación personal: generosidad, confianza, respeto, comprensión y fidelidad.

Es cierto que el amor más importante para el hombre es el amor a Dios. Sin embargo, para poder amar a Dios es necesario, normalmente, haber descubierto primero el valor del amor humano. Porque Dios es amor y no podemos tender a Él si no hemos sido preparados mediante experiencias de amor familiar. Es por eso que el Padre José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, piensa que el aumento del ateísmo y la destrucción de la familia marchan juntos. Porque a muchos hombres, el acceso vital al mundo de Dios les está impedido por traumas familiares.

Podemos decir que nuestro aporte más decisivo para la formación religiosa de nuestros hijos no se realiza mediante nuestras enseñanzas o testimonios de fe, sino se realiza por medio de las vivencias de amor familiar que podemos brindarles. Los padres comenzamos a conducir a nuestros hijos hacia Dios, cuando comenzamos a amarlos.


3. La familia es fundamento y signo de la Iglesia. La Iglesia se gesta a partir de cada hogar cristiano, como comunidad y escuela de fe. Por eso se le da título de “iglesia en pequeño” o “iglesia doméstica”.

Por el sacramento, cada matrimonio cristiano debe ser transparente y testigo del amor de Cristo para con su Iglesia. Cada pareja recibe la misión de reflejar en su vida el amor generoso, fiel, fecundo y heroico de Cristo. Pero no es fácil lograr en nuestras familias esa presencia viva del Señor. No es fácil evangelizar nuestras familias, p.ej. fomentando la oración en común, la frecuencia de los sacramentos, la lectura bíblica o espiritual, el ambiente religioso, las costumbres cristianas…

4. El hogar de María, en Nazareth, representa el modelo de todo hogar cristiano. Allí Jesús era el centro y su presencia llenaba la vida entera de la pequeña familia. Lo divino y lo humano se entrelazaban en una síntesis perfecta. Para María, conversar con su Hijo Dios ya era rezar.

Ciertamente esto representaba una situación excepcional, imposible de imitar. Sin embargo, María puede y quiere educar hoy nuestras familias según el espíritu de Nazareth. Y es urgente que lo haga. Porque en la medida en que se descristianiza el ambiente exterior, se redobla la importancia de la familia cristiana como escuela de la fe. Ya no es evidente que los hijos, por el hecho de haber sido bautizados, conservarán para siempre la fe.

En el futuro, sólo aquellos padres que conscientemente hacen de su hogar un reflejo del hogar de Nazareth, podrán confiar con ejercer una influencia de fe, duradera y profunda, en el corazón de sus hijos.

Preguntas para la reflexión

1. ¿De qué manera puedo contribuir con esta misión familiar?
2. ¿Estoy en el campo de lucha o soy un simple espectador?
3. ¿Soy consciente que tengo una misión divina como miembro de mi familia?

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