viernes, diciembre 17, 2010

Carta de Alianza
Navidad 2010

Queridos hermanos en la Alianza:

El lunes pasado entré en el Santuario y me senté en el primer banco para contemplar el pesebre. La gruta con María, José, los pastores y los animales, todos contemplando al Niño en la pequeña cuna. Siempre me ha gustado el pesebre de Navidad. Es el símbolo de la Misericordia de Dios y la Paz entre los hombres. Cuando era chico esperaba con anhelo que mamá lo armara para ayudarla y así también jugar con las imágenes de los pastores, reyes y animales imaginando que venían de lejos, atravesando las montañas para ver al Niño Jesús. Hoy, después de tantos años, sigo teniendo el anhelo de Navidad contemplando el pesebre. Delante de mí está ubicada una imagen de un pastor arrodillado, de espaldas, mirando al Niño; y allí también estoy yo, mirando lo que ve el pastor. ¿Qué miramos cuando estamos frente al pesebre? ¿Qué contemplaron y experimentaron los pastores en aquella noche única de la historia?

El evangelio de Lucas nos dice que fuera de la ciudad de Belén «había unos pastores que pernoctaban al descampado, y de noche se turnaban velando por su rebaño» (Lc 2,8). Los pastores son hijos de aquel «pueblo que camina en las tinieblas» y al mismo tiempo son sus representantes; elegidos para ver la gran luz. «Se les presentó un Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz, quedando ellos sobrecogidos de gran temor» (Lc 2,9). Y de lo hondo de aquella luz que les viene de Dios llega una voz: «No teman; les traigo una buena noticia, una gran alegría... Hoy les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc, 2,11). Estas palabras debieron de producir una alegría inmensa en los corazones de aquellos hombres sencillos que esperaban, como todo el pueblo de Israel, la realización de la gran Promesa del Mesías. Con razón dice el Ángel que esta alegría «es para todo el pueblo» (Lc 2,10) ese pueblo de Dios que andaba en tinieblas pero no se cansaba de esperar en la Promesa. Y agrega «como señal encontrarán un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre» (Lc 2,12). Los pastores de Belén, hombres simples, curtidos por los días de arreos y las noches de temerosa vigilia, escucharon y entendieron bien las palabras del Ángel. Se pusieron en marcha, fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido (Lc 2, 15-20).

La Navidad nos dice mucho más de lo que alcanzamos a ver con superficiales “ojos de turistas”. ¡Dios nos llama a adentrarnos en el misterio de la Navidad! Nos llama a la contemplación su gran Don. Dios ha elegido siempre a los simples y pequeños para mostrarles su amor. Los pastores fueron los primeros testigos del Misterio de Dios hecho hombre. Ellos, como María, son para nosotros el caso preclaro del cristiano: escuchan y reciben la Palabra de Dios como un inmenso regalo; luego la ponen en práctica, son obedientes a Dios; tercero contemplan y adoran al Dios con nosotros; y por último anuncian y comparten con la gente este gran Don de Dios. Viven en Alianza con Dios y con los hermanos.
¿Con qué mirada nos acercamos al pesebre en Navidad? ¿Cómo contemplamos al Niño Dios? ¿Con qué corazón esperamos y celebramos Navidad?

El Papa Benedicto XVI nos dice: “Navidad es la fiesta que canta el don de la vida. El nacimiento de un niño debería ser siempre un acontecimiento que trae alegría: el abrazo de un recién nacido suscita normalmente sentimientos de atención y de premura, de conmoción y de ternura. La Navidad es el encuentro con un recién nacido que llora en una gruta miserable. Contemplándolo en el pesebre, ¿cómo no pensar en tantos niños que aún hoy ven la luz en una gran pobreza, en muchas regiones del mundo? ¿Cómo no pensar en los recién nacidos no acogidos y rechazados, a los que no llegan a sobrevivir por falta de cuidados y atenciones? ¿Cómo no pensar también en las familias que quisieran la alegría de un hijo y no ven colmada esta esperanza? (…) Sin embargo, las dificultades y las incertidumbres y la misma crisis económica que en estos meses están viviendo tantas familias, y que afecta a toda la humanidad, pueden ser un estímulo para descubrir el calor de la simplicidad, de la amistad y de la solidaridad, valores típicos de la Navidad. Despojado de las incrustaciones consumistas y materialistas, la Navidad puede convertirse así en una ocasión para acoger, como regalo personal, el mensaje de esperanza que emana del misterio del nacimiento de Cristo”.

Celebrar la Navidad es celebrar la Vida y al Dios de la Vida que triunfa sobre la muerte, el mal y el pecado. Cristo se presentó a sí mismo diciendo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14, 6) y nos reveló la causa de su presencia entre nosotros: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10). Jesús ha venido para dar la respuesta definitiva al anhelo de vida y de santidad que el Padre Dios, creándonos a su imagen, ha inscrito en nuestra alma. Hoy vemos cómo la vida cotiza en baja en la “bolsa de valores” de nuestra Patria, hay muchos hermanos que desprecian y matan la vida física, moral y espiritual. Por eso, defender y celebrar la Vida del hombre desde su concepción hasta su muerte natural, y promover una vida digna, con un techo, trabajo, estudio y salud para todos es el compromiso de la Iglesia y de la Familia de Schoenstatt siempre, pero especialmente para el año 2011. ¡Es Navidad, nace Jesús, nace la Vida!

Queridos hermanos, falta una semana para la Navidad, y en este 18 de diciembre al celebrar la Alianza de Amor con María le pedimos que nos regale un corazón semejante al de Ella, al de San José y los pastores, abiertos al Dios de la Vida y solidarios con los hermanos. Con el Padre Kentenich recemos frente al pesebre:

“Madre,
Tal como muestras al Niño a pastores y reyes
y te inclinas ante Él adorándolo y sirviéndolo,
así queremos con amor ser siempre sus instrumentos
y llevarlo a la profundidad del corazón humano.”

Desde el Santuario reciban un cordial saludo y bendición para ustedes, sus familias y comunidades.

¡Feliz Navidad y bendecido año 2011!

P. José Javier Arteaga

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