miércoles, diciembre 17, 2014

Novena Navideña. Día 2

Segundo día - 17 de diciembre

“En la Palabra estaba la vida y la vida era la luz de los hombres”

Tu santuario es nuestro Nazaret oculto en la noche del tiempo.
Virgen Inmaculada, allí tu oración anhelante urge la aurora de salvación.
Allí es donde el arcángel Gabriel solicita tu respuesta
y donde, por tu Sí, se alumbra el mundo.

Te veo renovar en silencio tu Sí
y veo tu luz penetrar la noche desde Schoenstatt,
pues el favor de Dios infinitamente sabio
lo escogió como faro luminoso para el mundo de hoy…

El universo entero con gozo glorifique al Padre,
le tribute honra y alabanza por Cristo con María
en el Espíritu Santo, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
(Del Hacia el Padre, 181-185)

Para meditar:

La Palabra que estando junto al Padre antes de todos los tiempos y que es Dios -que nace pobre y humilde en un pesebre en Belén- es también la Vida en plenitud. Vida con mayúscula porque es Vida de Dios.
Toda vida se contrapone a la muerte. En el lenguaje antropomórfico del Génesis se narra que Dios creó al hombre y a la mujer en absoluta felicidad y regalándoles una vida extraordinaria: con serenidad hablaban con Dios al caer la tarde, vivían en armonía consigo mismos, con el mundo circundante y entre ellos. No había rencores ni discordias, no existían ni la ignorancia ni los instintos desordenados. Pero ellos pecaron -¡gran misterio es el Pecado original!- y estos privilegios se perdieron.
La vida se precarizó: el diálogo sereno con Dios se quebró, surgieron las desarmonías y comenzaron las desavenencias, vinieron los sufrimientos, la ignorancia y, por sobre todo, la muerte. Con el pecado se perdió la gracia, la Vida divina.
Pero esa Vida, que vivía desde siempre, llegó hasta nosotros en Belén. El regalo de la Nochebuena
es la comunicación de esta Vida, el contacto con la Palabra, la hermosa experiencia que es la amistad con Dios.
Este ofrecimiento de Dios espera la respuesta del hombre. El bautismo y los sacramentos son un
“sí” al ofrecimiento de la Vida. Ella puede acrecentarse como también dilapidarse, todo depende de la disponibilidad humana que favorece su presencia o la rechaza, impidiendo que dé frutos.
Cada Navidad es la Vida que viene en la fragilidad de un niño y en esa pequeñez se nos da la posibilidad de reanudar el vínculo con Dios. En el rostro del Niño se manifiesta el cariño y la ternura del Padre. Por eso cada Navidad nos regala algo más que armonía, es un anticipo de Cielo.
En la Nochebuena le podemos pedir a Jesús que nos regale la verdadera Vida. Le podemos pedir por nuestra vida física: salud y fortaleza; por nuestra vida psíquica y espiritual: amor, alegría, paz, paciencia, bondad, mansedumbre, fidelidad, humildad,…
Pidamos también los “Dones del Espíritu Santo” expresión sublime de esta Vida regalada por
Jesús: - La Sabiduría, que nos permite gustar de las cosas de Dios.
- La Inteligencia, que nos comunica el conocimiento profundo de la fe y nos capacita para entenderlas.
- La Ciencia, que nos enseña la recta apreciación de las cosas terrenas.
- El Consejo, que nos ayuda a formar un juicio sensato sobre las prácticas de la vida.
- La Fortaleza, que nos brinda la fuerza necesaria para trabajar con alegría por Cristo.
- La Piedad, que nos relaciona con Dios como nuestro Padre y Creador.
- El Temor de Dios que hace rechazar el pecado para mantener la unión de amor con Él.
¡Qué regalo poder prepararnos para ir al pesebre y sumergirnos en la fuente de la Vida, imperecedera y eterna! Es vivir la gracia y en gracia para siempre.

Reflexionemos

1. ¿Qué es la vida para ti? No interesa aquí una definición filosófica o teológica, sino una respuesta existencial y vital. ¿Qué le diríamos a alguien que nos hace esta pregunta?
2º. ¿Cuándo experimenté especialmente que Dios me regalaba su Vida?
3º. ¿Hay alguna dimensión que me parece importante recobrar para la vida, quizás porque se experimentan tantos signos de muerte a nuestro alrededor?

Peticiones, renovación de la Alianza y bendición final.

Invoquemos a Cristo, alegría y júbilo de cuantos esperan su llegada, y digámosle:
- Esperamos alegres tu venida: ven, Señor Jesús.
- Tú que existes antes de los tiempos: ven y salva a los que viven en el tiempo
- Tú que creaste el mundo y a quienes en él habitan: ven y restaura tu obra.
- Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal: ven y arráncanos del dominio de la muerte.
- Tú que viniste para que tuviéramos vida abundante: ven y danos vida eterna.
- Tú que quieres congregar a todos los hombres en tu reino: ven y reúne a cuantos desean contemplar tu rostro.
- Pedimos por nuestras intenciones personales

Pidamos ahora con confianza filial la venida del Reino del Padre: “Padre nuestro…”

Renovemos ahora la Alianza con nuestra Madre: “Oh Señora mía… “

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