María y la evangelización
Padre Nicolás Schwizer
N° 163 – 01 de diciembre
de 2014
¿Qué significa evangelización? Es, simplemente, la tarea que
Cristo encomendó a su Iglesia, cuando dijo a sus discípulos: “Vayan por todo el mundo y proclamen el
Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15). Evangelizar es proclamar la Buena
Nueva del infinito amor que Dios nos tiene y que nos manifestó a través de
Jesucristo. ¿Y cómo se lleva a cabo esa proclamación? No es solamente predicar
o hablar del Evangelio. Evangelizar es todo lo que la Iglesia hace para que la
luz del Evangelio vaya penetrando la vida de los hombres.
Es un proceso complejo y gradual que incluye también el testimonio de
vida, la conversión del corazón, la participación en la comunidad y los
sacramentos y, finalmente, que el hombre evangelizado se vuelva, a su vez,
evangelizador y misionero (Evangelii nuntiandi). Estos son los pasos de la
evangelización.
Y ahora: ¿Qué
significa la Evangelización para nosotros? ¿Qué podemos hacer para convertirnos
en instrumentos y protagonistas? Creo que nuestro aporte: el ser y
construir familia; como también el anuncio de la paternidad de Dios y de
nuestra propia paternidad. Otra contribución fundamental a la Evangelización es ofrecerle
a la Iglesia y al mundo de hoy: nuestra imagen original de la Santísima Virgen.
La Virgen María
Nuestros
pueblos son profundamente marianos. Ven a la Virgen como la gran Abogada de sus
necesidades ante Dios. Pero su devoción requiere ser iluminada y completada. El
Padre Kentenich nos mostró la verdadera imagen de María: Ella no sólo es
Intercesora ante Dios, sino también el gran Modelo y la Madre‑Educadora del
pueblo de Dios. Eso se manifiesta en forma original en las tres gracias
en el Santuario:
La gracia del
cobijamiento que nos arraiga no sólo en su corazón maternal, sino que nos
conduce al corazón del Padre Dios y en él nos hace sentir hijos queridos.
La gracia de
la transformación interior que nos impulsa a autoeducarnos y convertirnos en
hombres nuevos según el modelo de Cristo y María.
Y la gracia del envío apostólico
mediante la cual Ella nos educa a ser instrumentos suyos y colaboradores de
Dios.
María es llamada “Estrella de la evangelización”. Ella es nuestro modelo
y guía, la primera evangelizadora de la historia. Cuando el ángel le
anunció que Dios la había escogido para ser la Madre de su Hijo, Ella no pudo
contenerse y partió donde su prima. Quería ayudarle. Pero también quería
compartir con Isabel la alegría del Evangelio. Quería comunicarle la Buena
Nueva de que el Mesías, esperado durante siglos, había llegado. Su canto de
alabanza, el Magnificat, constituye el primer anuncio del Evangelio de Jesús
mediante la voz humana. María se ha convertido en la primera evangelizadora de
la Iglesia.
Es también la gran Estrella de evangelización del continente
americano. Hace siglos llegó el Evangelio a bordo de la carabela‑insignia
de Colón, la “Santa María”‑ nombre más que simbólico. Desde aquel 12 de
octubre, la Santísima Virgen ha presidido la gesta evangelizadora de nuestro
continente. Y en el rostro mestizo de la Virgen de Guadalupe, se realizó la
fusión vital entre la fe venida de ultramar y la sensibilidad propia de los
pueblos indígenas. Cuando María imprime su imagen en la manta del indio Juan
Diego, Ella, Cristo y el Evangelio se vuelven latinoamericanos.
Con el Padre Kentenich estamos convencidos de que Dios está cambiando su
método. Hasta nuestro siglo, la Virgen permanecía en segundo plano. Pero en
nuestros días, Dios la coloca más y más en primer plano. Este es el
cambio de táctica de Dios: manifiestamente quiere que María pase, de modo
extraordinario, al primer plano de nuestro campo visual. Con ello, Dios quiere
vincular al mundo entero a la persona de la Santísima Virgen, quiere que se
consagre a María, que selle una Alianza de amor con Ella.
Preguntas para
la reflexión
1. ¿Cómo
podemos colaborar con la evangelización?
2. ¿Qué
papel ocupa María en mi tarea apostólica?
3. ¿Cómo he vivido las tres gracias del Santuario?
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