sábado, diciembre 20, 2014

Novena Navideña. Quinto día


“Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron “
Así como te preparaste una morada
en tu Madre y Compañera al dar ella su Sí,
has enriquecido mi corazón.
Señor, ahora puedo descansar en tu pecho
según el profundo deseo de mi corazón;
puedo cuidar por tu reino de paz, igual que tu discípulo amado.
Estás enteramente con tu ser en el santuario de mi corazón,
así como reinas en el cielo y habitas glorioso junto al Padre.
En tu mano tienes el cetro, dominas sobre ciudades y campos;
tierra y cielo son tu tienda, eres el Rey del universo.
Te adoro con fe y me ofrezco a ti como instrumento;
nada retengo para mí, tu honra es mi felicidad.

(Del Hacia el Padre, 141,145).


Para meditar…

Jesús tuvo la experiencia del rechazo: “Vino a su casa, a los suyos, y éstos no lo recibieron”. Dios no es de los que empuja la puerta, es de los que llama. Toca primero y pide permiso. Si no le abrimos, sigue su camino; si lo hacemos, se queda, cena con nosotros y nos regala cercanía, alegría y luz.

En el nacimiento de Jesús hubo cuatro tipos de rechazos que son paradigmáticos: ilustran rechazos de antaño y también de hoy.

El Rey Herodes que buscó matar al Niño. “Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo” (Mt. 2,13).

Las personas en Jerusalén. Herodes “se turbó, y toda Jerusalén con él” (Mt. 2,3). “Despreciado y desechado entre los hombres” (Is 53,3).

El dueño de la posada de Belén. Su nombre no está registrado, sólo se nos dice que María acostó al Niño “en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada” (Lucas 2,7). ¿Por qué el dueño del mesón no hizo un pequeño espacio para la mujer que estaba a punto de dar a luz?

Los escribas y “estudiantes” de las Escrituras. Ellos sabían exactamente dónde nacería Jesús. Citaron ante Herodes al profeta Miqueas (5,2) y conocían dónde iba a nacer.

¡Hay tantas personas que no tuvieron y no tienen tampoco hoy lugar para recibir al Niño! Pero “gracias a Dios” hubo también quienes lo recibieron: los pastores y los Magos. Los pastores estaban cuidando sus ovejas esa noche cuando el ángel les dijo:

“Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo, el Señor. Esto les servirá de señal: Hallarán al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.” (Lc 2,11-13). Ellos no perdieron el tiempo. Inmediatamente, buscaron a Jesús. La Biblia dice: “Vinieron, pues, apresuradamente” (Lc 2,16).

También los Magos del Oriente lo encontraron. Viajaron grandes distancias y pasaron muchas adversidades y engaños. Pero “al entrar…vieron al niño, y postrándose, lo adoraron” (Mt 2,11).

La Navidad es la fiesta donde le podemos dar la bienvenida al mundo y mirándolo a la cara, aceptarlo plenamente. Jesús no nos pide ni exige nada. Sólo quiere ser un huésped. Basta tomarlo en nuestros brazos y besarlo con cariño.

Aunque nos hayamos apartado, él vuelve en Navidad y golpea de nuevo nuestra casa interior. “Perdí mi corazón por el camino polvoriento del mundo; pero tú lo tomaste en tu mano. Se esparcieron todos mis deseos, tú los recogiste y los fuiste enhebrando en el hilo de tu amor. Vagaba yo de puerta en puerta y a cada paso me acercaba más a tu portal” (R. Tagore). Jesús es el portal de Dios.

Reflexionemos

1. ¿Tenemos la sensación de que el mundo “no lo recibe” a Jesús? ¿Cuándo?
2. ¿Qué experiencias tenemos de haber recibido a Jesús? ¿Cómo se dio? ¿Qué sentimos?
3. ¿Qué rol ha jugado la Virgen en tu vida en este proceso de aceptar a Jesús?

Peticiones, renovación de la Alianza y bendición final.

Invoquemos a Cristo, alegría y júbilo de cuantos esperan su llegada, y digámosle:

  • Esperamos alegres tu venida: ven, Señor Jesús.
  • Tú que existes antes de los tiempos: ven y salva a los que viven en el tiempo
  • Tú que creaste el mundo y a quienes en él habitan: ven y restaura tu obra. 
  • Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal: ven y arráncanos del dominio de la muerte.
  • Tú que viniste para que tuviéramos vida abundante: ven y danos vida eterna.
  • Tú que quieres congregar a todos los hombres en tu reino: ven y reúne a cuantos desean contemplar tu rostro.
Pedimos por nuestras intenciones personales

Pidamos ahora con confianza filial la venida del Reino del Padre: “Padre nuestro…”
Renovemos ahora la Alianza con nuestra Madre: “Oh Señora mía…"

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