“La luz brilla en las tinieblas
y las tinieblas no la percibieron”
Tu santuario es nuestro Belén, en
cuya aurora Dios se regocija.
Allí diste a luz virginalmente al
Señor,
quien te eligió por Madre y
Compañera.
En esa admirable fecundidad nos
trajiste al Sol de Justicia.
Para que nuestro tiempo pueda
mirar la Luz eterna,
erigiste benignamente a
Schoenstatt.
Como Enviada de Dios y Portadora
de Cristo, quieres, desde el santuario,
recorrer el mundo en tinieblas.
Con alegría sumerge nuevamente al
Señor en mi alma, y,
al igual que tú, me asemeje a él
en todo;
hazme portador de Cristo a
nuestro tiempo para que se encienda
en el más luminoso resplandor del
sol.
El universo entero con gozo
glorifique al Padre,
le tribute honra y alabanza por
Cristo, con María,
en el Espíritu Santo, ahora y por
los siglos de los siglos. Amén.
(Del Hacia el Padre, 186-190).
Para meditar…
La Navidad no se trata solo de hacer regalos o de organizar un festín,
nos recuerda el Papa Francisco. Y no podemos negar que muchas veces pareciera
que la Navidad la tenemos que buscar en el shopping o en el supermercado.
Los cristianos sabemos que la Navidad es mucho más que eso. Es el
nacimiento del Esplendor, de la Luz. Su llegada iluminó la oscuridad y proclamó
la Verdad.
“De la luz que es el Padre salió la luz que es el Hijo” (S. Hipólito).
Y este Hijo hecho hombre es la “luz verdadera que ilumina a todo hombre” (Jn.
1, 9). San Pablo dirá que gracias a la luz llegamos a ser “luz en el Señor” e
“hijos de la luz” (Ef 5, 8).
Seguramente podemos recordar momentos de oscuridad. Hay oscuridades
físicas y hay oscuridades del alma y del
espíritu. Da miedo y causa angustia caminar en las tinieblas. Vivir en la
mentira, el odio y el desamor es vivir en la noche.
Llegar al pesebre es llegar a la Luz, por eso, en este tiempo navideño,
deberíamos vivir tres procesos: recibir la Luz, vivir en esa Luz y testimoniar
o portar la Luz.
a. Recibir la Luz. Recibimos a Jesús en la Eucaristía, sol espiritual
que ilumina y da calor; lo recibimos en la oración, en el contacto con personas
que nos regalan luz y acogiendo al pobre, al indigente y al humilde. Es bueno
recibir la luz que hay también en el mundo: a pesar de sus miserias, Dios se ha
encarnado en un mundo que tiene cosas bellas.
b. Vivir en la luz es vivir en la verdad. Es preciso “dejar las cosas
de la noche y andar en pleno día, a plena luz”, como decía San Pablo. Ser
transparente, mostrarse como uno es y no andar con meras apariencias. Ser de
una sola pieza, auténtico y transparente.
c. Transmitir la luz es hablar a los demás de Jesucristo, ser misionero
en un mundo que aprecia la luz pero no sabe dónde hallarla. Es poner esperanza
en medio de la desesperanza, amor en medio del desamor, comunión en medio de
las discordias… Schoenstatt es un movimiento que quiere vivir en esa Luz e
iluminar los ambientes con la luz de María y de su Hijo: "centinelas del
mañana" (Is 21,11-12), centinelas de la luz.
Reflexionemos…
1. ¿Qué tinieblas ensombrecen nuestros ambientes?
2. Agradecidos por las luces que hemos constatado, nos preguntamos
¿cómo incrementarla, aprovechando la gracia y aportando nuestro esfuerzo?
3. El Santuario es fuente de luz ¿Cómo podemos ser portadores de la luz
del Santuario para otros?
Peticiones, renovación de la
Alianza y bendición final.
Invoquemos a Cristo, alegría y júbilo de cuantos esperan su llegada, y
digámosle:
- Esperamos alegres tu venida: ven, Señor Jesús.
- Tú que existes antes de los tiempos: ven y salva a los que viven en
el tiempo
- Tú que creaste el mundo y a quienes en él habitan: ven y restaura tu
obra.
- Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal: ven y arráncanos
del dominio de la muerte.
- Tú que viniste para que tuviéramos vida abundante: ven y danos vida
eterna.
- Tú que quieres congregar a todos los hombres en tu reino: ven y reúne
a cuantos desean contemplar tu rostro.
- Pedimos por nuestras intenciones personales
- Pidamos ahora con confianza filial la venida del Reino del Padre: “Padre nuestro…”
- Renovemos ahora la Alianza con nuestra Madre: “Oh Señora mía… “
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