miércoles, noviembre 25, 2009


Queridas madres de Federación:

El domingo pasado finalizamos el año litúrgico con la celebración de la fiesta de Cristo Rey, para dar inicio al Adviento el próximo 29.

Como sabemos, el Adviento es tiempo de reflexión y de preparación para la Navidad. Es un tiempo que sería bueno aprovechar para hacer una introspección, no para asustarnos, o por masoquismo por lo que podamos encontrar en nuestro interior, sino para que sea un punto de partida para renovar nuestra conversión, cambiar lo que haya que cambiar, lo que se pueda cambiar y volver nuestro corazón a Dios.

La Iglesia nos regala este tiempo, junto con la Cuaresma, para que aprovechemos de mirar hacia atrás, de ver el paso de Dios por nuestras vidas y preguntamos lo que Dios nos pide para el tiempo que tenemos por delante. Vivimos muy aceleradas, no quisiéramos detenernos, no quisiéramos enfrentarnos con nuestra propia vida, con nuestras limitaciones y faltas, pero sería bueno que paremos un poquito y preparemos nuestro corazón para la venida del Niño entre nosotras.

Es oportunidad para dejar de sentirnos dioses o de dejarnos llevar por falsos ídolos para salir al encuentro del Niño que nunca desilusiona, que nos trae con su amor y humildad la reconciliación, la seguridad que no encontramos a nuestro alrededor, y en quien nuestras faltas se convierten en gracias y bendiciones.

Para ello es necesario reconocer nuestras faltas. “Cuando estamos enfermos, cuando nos sabemos y reconocemos pecadores, entonces Dios puede mostramos su amor, su alegría de cuidarnos y curarnos. Cuando estamos bien de salud, corremos tan de prisa que Dios no puede alcanzamos. Pero cuando un día entramos en el confesionario, Dios dispone, por fin, de la ocasión propicia para explicarnos cómo nos ama… El Padre Kentenich, dijo muchas veces, en sus últimos años de vida: Todos tenemos dos títulos ante Dios. Uno es el de la MISERICORDIA de Dios, con la cual podemos contar siempre. El otro es el de la POBREZA personal. Porque Dios no puede resistir la debilidad de sus hijos, si la conocen y reconocen. No puede negarse cuando ve al hombre afligido por su pobreza…Dios nos dice que nos ama, que nos perdona, que se alegra de absolvernos. Él nos dice incansablemente, que seguimos siendo sus hijos muy amados y que, a pesar de todo, Él sigue poniendo en nosotros su complacencia y su esperanza”. (P.Nicolás Schwizer, Retiro Adviento).

Para eso nació Jesús, para regalarnos el amor del Padre y la esperanza. Al sentirnos amados y perdonados comenzamos nosotros mismos a amar a los otros con el mismo amor que Jesús nos regala. Adviento tiene que ser la escuela del amor y la Navidad será el regalo de nuestra salvación.

Ofrezcamos nuestros esfuerzos de conversión por la paz y reconciliación en nuestras patrias como una respuesta a la violencia, la inseguridad, la pobreza y el odio. Preguntémonos si realmente somos constructores de paz, con actitudes y gestos concretos en nuestros hogares, lugar de trabajo y donde nos movemos, porque no podemos pedir a los demás lo que no testimoniamos. Preguntémonos si manifestamos un amor sencillo y sincero, un amor servicial y entregado a los demás, si somos capaces de perdonar de corazón cuando nos ofenden o nos sentimos ofendidas.

Acompañemos a María, camino a Belén, saliendo de nosotras y de nuestra comodidad, para tratar de paliar de alguna manera tanta injusticia, siendo solidarias frente al necesitado. Que nuestro corazón esté dispuesto a ayudar, como lo hizo María, saliendo al encuentro del que sufre, del que llora, del que necesita nuestra ayuda, nuestro consuelo. Y ese necesitado no sólo lo encontramos fuera de casa, puede estar muy cerquita nuestro y no lo vemos. ¿Cómo es mi relación con mis hijos, esposo, nietos, padres…? ¿Qué tengo que cambiar para regalarles más alegría y vean en mí a ese Niño que esperamos?

Como María, camino a Belén, llevemos en nuestro corazón a Jesús, seamos portadoras de Cristo, portadoras de la buena nueva. Llevamos un gran tesoro en vasijas de barro, y es Cristo quien quiere volver a nacer en nosotras. Necesitamos muchas “Marías” que se sepan elegidas por Dios para llevar a Jesús a los demás, intensifiquemos también nuestra oración para encontrarnos con Jesús.

Dios, a través de su Hijo Niño sale a buscarnos, ¿nos dejaremos encontrar y abrazar con amor misericordioso? ¿Dejaremos que Jesús se aloje en nuestro corazón? ¿Le hacemos un lugarcito?

Nos encontraremos la Nochebuena junto al pesebre, y les deseo un bendecido Adviento y una feliz Navidad. Les mando un abrazo grandote a cada una,

“MATER, QUIEN ME VEA TE VEA”

M. Inés Erice de Podestá
Jefa Territorial

No hay comentarios.: