miércoles, enero 18, 2017

El Puente N° 6 / 2017 - ALMA Y CORAZÓN

ALMA Y CORAZÓN... cultivando la cultura de la alianza, cultivando la cultura del encuentro

 ¡ESTA ES LA BANDERA QUE HE ESCOGIDO!

Plática del Padre José Kentenich
“Canto del cisne”
Septiembre de 1941

El 14 de septiembre de 1941, la Gestapo buscaba al P. Kentenich en Schoenstatt con la intención de tomarlo prisionero. Al día siguiente, él comenzaba un retiro para sacerdotes. Por eso le explica al hombre de la Gestapo que, si lo llevaban preso en ese momento, se sabría inmediatamente en toda Alemania, ya que ese día debían llegar a Schoenstatt de 100 a 150 sacerdotes de todas las diócesis alemanas. Si el curso no se daba porque él estaba en la cárcel, al volver a sus diócesis los sacerdotes propagarían por todas partes que el Padre Fundador fue tomado prisionero.

El P. Kentenich predica entonces su último retiro, cuya plática final es llamada su “canto del cisne”; haciendo referencia a la creencia popular y herencia cultural de que el cisne, al poder predecir su muerte, emite su último canto - el más bello - antes de la llegada de la hora final. El texto aquí presentado corresponde a esa plática. 



¡ESTA ES LA BANDERA QUE HE ESCOGIDO!

“Voy a cantar ahora mi canto del cisne, el último canto que entone en alabanza a María. Pensemos en el conocido ejemplo de aquel varón que debía someterse a una delicada operación. Deseaba que su última palabra fuera: ¡alabado sea Jesucristo! Así quisiera también hacerlo yo. Y si acaso no fuera éste el canto mío del cisne, entonces quisiera decir que mi último canto ha de ser una alabanza a María; toda alabanza a María es alabanza a Dios (…)

Quisiera expresar aquí todo lo que he experimentado durante años y volcarlo en las palabras: “Madre tres veces Admirable de Schoenstatt”. En verdad es la expresión más querida, más importante, más grandiosa. (…)

¿Qué puedo ahora decir en particular en la cesura de dos épocas?

¡He aquí a tu Madre!” Cuando Cristo parte del mundo regala lo último que tiene. Así debe ser. Eso queremos asumir para los tiempos venideros… Es su canto del cisne: “¡He aquí a tu Madre!”. Ambos se necesitan mutuamente: María y la Iglesia. La Iglesia debe cumplir sus deberes filiales. Por eso debe valer también para nosotros: “Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”.

El juramento de fidelidad debe valer para siempre:
“Esta es la bandera que yo he escogido, no la dejaré jamás, ¡se lo juro a María!”

Y la respuesta:
“Este es el instrumento que yo me he escogido, no lo dejaré jamás, ¡se lo juro a Dios!”

Pensamos no en cada uno sino en toda la familia.

Nuestra respuesta total debería ser: “Ave Imperatrix, ¡morituri te salutant!

¿Qué queremos regalarle? Le hemos declarado: “Morituri te salutant” (…) Ahora debemos comprometernos en serio en la vida cotidiana: no jugar con palabras, sino demostrar con hechos que pertenecemos a ella totalmente, y que hemos muerto a nosotros mismos y al mundo. Hemos de ejercitarnos en el morir a través de la autoeducación. No hay tiempo para discutir, hoy la consigna es actuar. De otro modo perdemos demasiado tiempo.

¿Y si perdemos todo? Tenemos que tener el sentimiento de forasteros en esta tierra, para poder estar plenamente arraigados a Dios.

Una palabra como legado:

¡Permanezcamos fieles a la Santísima Virgen!

Pensemos en el ejemplo maravilloso del Caballero de Buchen. Se mantuvo firme y detuvo las filas de los enemigos hasta que terminó de pronunciar el Ave María y, herido mortalmente, cayó. También nosotros mantengámonos firmemente: seguimos a la Santísima Virgen con valentía y firmeza, y vamos con valor a la lucha. Dejemos que en nuestros oídos resuenen siempre sus palabras: “Este es el instrumento que me he escogido, no lo dejaré jamás, ¡se lo juro a Dios!” 

 José Kentenich



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