Queridos hermanos y hermanas en la Alianza,
El 20 de
enero peregrinamos cada año -física o espiritualmente- a Nuevo Schoenstatt para renovar nuestra
gratitud y entrega. Nos acompañan las palabras del Señor al pie del Monte:
“Quítate el calzado, porque la tierra que pisas es tierra santa” (Ex 3,15).
El Santuario
del Padre que hoy cumple 65 años de historia -y su prolongación, la Iglesia de
Padre que celebra sus bodas de plata- nos recuerda la “tierra del encuentro”,
el arca de la alianza, que le certificaba al pueblo la presencia de Dios vivo.
Hoy
peregrinamos a ese lugar para beber una vez más del “misterio del templo”: el
Dios Tres veces Santo y la Madre Tres veces Admirable han puesto allí su
morada. Nosotros somos beneficiarios de este don inmerecido.
El Santuario
del Padre sintetiza los hitos del camino de Schoenstatt en nuestra Patria. El
20 de enero es por eso “memoria”, “presencia” y “profecía”.
Es memoria
del origen, de la acción poderosa de Dios que dio vida a la Alianza y al
Santuario. Asombro y maravilla surgen de esta constatación: “¿Es que
verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra?” se preguntaba el
hombre del Antiguo Testamento.
El Santuario
NO se construyó porque el P. Fundador quiso forzar la presencia de María; por
el contrario, es Ella quien entró en nuestra historia: no es casa edificada por
manos de hombres, sino memoria de la vida nueva que Dios regala.
Es presencia
de María porque es lugar de Alianza. Alli se actualiza el pacto de Ella con la
Familia y con cada hijo de Schoenstatt. Es el lugar donde se construye
comunidad, ya sea que pertenezcamos a los peregrinos, a la Liga Apostólica,
Federaciones o Institutos.
El Santuario
es el lugar donde profundizamos nuestra fe en el carisma de Schoenstatt, donde
crece la esperanza, más allá de las desilusiones, cansancios o desencantos.
Donde se vive el amor noble y respetuoso, pero efectivo y no sólo teórico. Nos
podemos mirar a los ojos porque la Mater en el Santuario nos ha escogido y
reunido.
Es profecía
que nos recuerda hacia adónde vamos: “¿Peregrino, hacia dónde va el camino?”
nos hemos preguntado alguna vez. Y la respuesta será: hacia el Schoenstatt
eterno: “pondré mi santuario en medio de ellos para siempre” (Ez 47,26). Es la Madre
que baja ataviada como una esposa y plena de luz, como lo describe el
Apocalípsis. Alli no habrá lágrimas, ni tristeza, ni dolor, ni muerte. En
perspectivas actuales: no habrán agravios, agresiones, pobres ni indigentes, ni
cambios de gobiernos, aunque sean de naciones poderosas... Es la fuerza sanante
del Santuario, la victoria del Resucitado.
Queridos hermanos, el día de hoy es una
invitación a la alegría. Los invito también al cambio: la Mater quiere
transformar más y más el corazón de piedra en corazón de carne (cf. Ez 36,26).
Es la alegría de Zaqueo cuando fue mirado por Jesús en el Sicómoro. Por eso el
Santuario no es solo un punto de llegada, sino también de partida. Comenzamos
cada día la peregrinación hacia las tres gracias para ser como María:
“santuario vivo”.
Hoy en este
20 de enero pido para mí y para cada uno de ustedes ser ese “magnificat
misionero” que canta, no sólo con palabras, sino con la vida, las maravillas
del Señor. ¡Bendiciones!
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