Navidad 2016
Queridos hermanos y amigos,
Dos experiencias marcaron este año y ambas están muy unidas al misterio
de la Navidad: el Jubileo de la misericordia y la realidad internacional que me
tocó vivir a través de muchos viajes.
[1] “Este es el tiempo de la misericordia”, no se cansa de repetir el
Papa Francisco. El P. Kentenich insistió en sus últimos años de vida en el
mensaje del “Padre de un amor infinitamente misericordioso”. El año jubilar fue
realmente un tiempo de gracias para toda la Iglesia y lo fue para Schoenstatt.
Muchos Santuarios fueron elegidos formalmente como puertas santas de
misericordia, el Santuario Original y muchos otros. Si siempre son lugares de
gracias, este año lo fueron doblemente. San Pablo escribe a su discípulo Tito
que “la misericordia de Dios, fuente de salvación para todos, se ha
manifestado” (Tit 2,11). Navidad es el misterio de la misericordia encarnada,
del mismo Dios Amor hecho hombre.
[2] Me ha tocado viajar mucho este año, visité 15 países distintos, en
cuatro continentes. La misma comunidad de los Padres de Schoenstatt crece en
nuevos ámbitos culturales (¡nuevos para Schoenstatt!!) como en la India o en Burundi,
Congo o Nigeria en África. Y crece más allí que en los países “tradicionalmente
schoenstattianos”, si acaso se puede decir así. Me hace reflexionar muchas
cosas. Cuánta variedad y riqueza hay en las diversas culturas, cuántas
tradiciones y costumbres distintas. Primera enseñanza: Dios no es aburrido, le
gustan los colores y la variedad. Segunda enseñanza: no hay que tener miedo a
las diferencias (¡y menos a los diferentes!), son una riqueza para unos y para
otros, para todos. Tercera enseñanza: debemos aprender unos de otros,
enriquecernos y complementarnos mutuamente, y para ello debemos encontrarnos,
dialogar, sentarnos a la misma mesa, con el mate o lo que corresponda en cada
lado. Cuarta enseñanza: Schoenstatt es universal como la Iglesia, ninguna
cultura lo puede monopolizar, Schoenstatt debe ser alma de todas las culturas y
en todas las culturas debe encarnarse, inculturarse. Quinta enseñanza: esta es
la cultura del encuentro y de la alianza que Schoenstatt quiere vivir y
anunciar, y para ello debe “salir de sí mismo” y “salir al encuentro”.
Hasta aquí me referí a la internacionalidad e interculturalidad que
caracteriza mi comunidad en esta etapa, que es un gran don y un desafío a la
vez. Pero el recorrer tantos países me hizo ver que es una misión – un deber
insoslayable – que tenemos. El mundo se debate contradictoriamente entre una
globalización creciente e irrefrenable y una tendencia nacionalista,
proteccionista a ultranza, hasta separatista, que no pocas veces deriva en
conflictos abiertos, discriminación e intolerancia, guerra, violencia y terror.
¿Cómo encontrar o crear caminos de encuentro, de unidad en la diversidad, de
diálogo respetuoso y de mutua complementación?
Al contemplar el misterio de la Navidad no puedo dejar de destacar esta
dimensión universal. Al detallar la genealogía de Jesús, Lucas y Mateo destacan
la trascendencia histórica del hecho aparentemente insignificante de Belén. Mateo
menciona especialmente a los magos de oriente. Los pueblos lejanos vienen a
adorar al rey en el pesebre. Lucas da más detalles. José y María deben ir a
Belén pues el emperador Augusto decretó “un censo para todo el mundo”. Por eso
José debe “salir” de Nazaret. Y “mientras se encontraban en Belén, le llegó el
tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió
en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el
albergue” (Lc 2.6-7). Poco después “salen” nuevamente, esta vez para Egipto,
país extranjero. La Familia de Jesús son emigrantes, quizá podríamos decir hoy
refugiados. Ellos están “en salida”, salen de Nazaret, salen de Belén, salen de
su tierra.
Podemos ir más lejos. La Encarnación es el misterio de “Dios en salida”.
Jesús, el hijo, no se aferra a su condición de Dios, sino que “sale” del Padre,
se “vació” y se abajó a sí mismo y se hizo hombre como uno de nosotros (Fil
2,5-8), asumiendo nuestra naturaleza, uniéndose a cada hombre y a todos los
hombres, a cada cultura y a todas las culturas.
Navidad no conoce fronteras. La navidad nos acerca y nos hace hermanos.
“Ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos, han sido
acercados… Porque Cristo es nuestra paz: él ha unido a los dos pueblos en uno
solo, derribando el muro de enemistad que los separaba… Él vino a
proclamar la Buena Noticia de la paz, paz para ustedes, que estaban
lejos, paz también para aquellos que estaban cerca… Por lo tanto, ustedes
ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros
de la familia de Dios.” (Ef 2,13-19).
Hermanos, todos nosotros tenemos nuestros problemas con “algunas
diferencias” y “algunos diferentes”, todos nosotros ponemos ciertas barreras,
hacemos diferencias. Me deseo y les deseo a todos que esta Navidad agrande
nuestro corazón, lo abra, lo haga más universal, que seamos una Iglesia y un
Schoenstatt en salida, que salgamos de nosotros hacia nuestro vecino, hacia los
que están lejos y los que están cerca, hacia las periferias, hacia los muchos
nuevos Belenes de nuestra época, para que todos seamos “prójimos-próximos”,
para que todos seamos hermanos.
Les adjunto un poema de Borges que me acompañó este año. Entenderán por qué. Los recuerdo en la Nochebuena en el Belén del Santuario Original, su
P. Juan Pablo
Jorge Luis Borges (1899 en Buenos Aires - †
1986 en Ginebra)
Los Conjurados (1985)
En el centro de Europa están conspirando.
El hecho data de 1291.
Se trata de hombres de diversas estirpes, que
profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas.
Han tomado la extraña resolución de ser razonables.
Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus
afinidades.
Fueron soldados de la Confederación y después
mercenarios, porque eran pobres y tenían el hábito de la guerra y no ignoraban
que todas las empresas del hombre son igualmente vanas.
Fueron Winkelried, que se clava en el pecho las
lanzas enemigas para que sus camaradas avancen.
Son un cirujano, un pastor o un procurador, pero
también son Paracelso y Amiel y Jung y Paul Klee.
En el centro de Europa, en las tierras altas de
Europa, crece una torre de razón y de firme fe.
Los cantones ahora son veintidós. El de Ginebra, el
último, es una de mis patrias.
Mañana serán todo el planeta.
Acaso lo que digo no es verdadero; ojalá sea
profético.
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