18 DICIEMBRE
2016
Queridos hermanos,
El
gran poeta y escritor hindú, Rabindranath
Tagore escribió la siguiente alegoría:
“Iba yo pidiendo, de puerta en puerta por el camino de la aldea, cuando
tu carro de oro se apareció a lo lejos como un sueño magnifico. Y yo me
preguntaba, maravillado, quién sería el rey de Reyes. Mis esperanzas volaron
hasta el cielo y pensé que mis días malos se habían acabado. Tu carroza se paró
a mi lado. Tu mirada cayó sobre mí y bajaste sonriendo. Sentía que finalmente
había llegado el momento supremo de mi vida. Al fin había llegado la felicidad.
Pero Tú, en un gesto de humildad, te despojaste de tu turbante. Te inclinaste a
mi altura y de pronto me tendiste tu mano diciéndome: “¿Puedes darme alguna
cosa? ¿Qué me quieres dar?” ¡Ah, qué regalo fue aquello de extender tu palma de
rey para pedir a un mendigo! Confundido e indeciso saqué de mi saco un granito
de trigo y te lo di. Tú contestaste con un gesto de benevolencia. Abriste un
cofrecillo, guardaste el grano y subiste a la carroza.
Pero ¡qué grande fue mi sorpresa cuando, al atardecer el día, al vaciar mí saco en el suelo, encontré entre el poco trigo un granito de oro! Lloré amargamente por no haber tenido el corazón de entregarte todo lo que poseía.”
Pero ¡qué grande fue mi sorpresa cuando, al atardecer el día, al vaciar mí saco en el suelo, encontré entre el poco trigo un granito de oro! Lloré amargamente por no haber tenido el corazón de entregarte todo lo que poseía.”
Este poema puede ayudarnos
a descubrir a Aquél que sale a nuestro encuentro en Navidad. Jesús desciende de su
carroza, de su poderío y divinidad, tiene la valentía de bajar al llano y nacer
en una cuna desnuda. Se hace niño para que no le tengamos miedo. Se acerca a cada
uno, mendigos al fin, para que le demos abrigo y un grano de trigo que
simboliza nuestro amor,
deseos, ilusiones, sueños y desengaños. Él lo recibirá con cariño, lo guardará
en su cofre real y nos lo devolverá transformado en oro: paz, alegría y
comunión. Es el trueque del amor, en el que siempre salimos ganando. ¿Qué
granito de trigo quiero regalarle especialmente a Jesús en este año?
La mística de la Navidad se halla ligada también
a la mística del jardín. El paraíso perdido se redime en ese lugar y
en ese niño. El Edén, lugar idílico de la belleza, la comunión y la paz, se ubica
ahora en el espacio pequeño de la cueva de Belén. Los textos del Adviento y de la
Navidad hablan de una nueva creación: “El
pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz, sobre los que
habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz” (Isaías 9,1). Es
la reconquista de la felicidad perdida y el anticipo de la plenitud. Después de
aquella noche ya nada será igual.
A los schoenstattianos,
la Navidad nos recuerda el “Jardín de María”. Cuando el Padre Fundador se hallaba
prisionero en Coblenza, le llegó una carta en las vísperas de la Navidad de
1941. Una Hermana de María llamada Mariengard
(Jardín de María) le pedía al Niño Dios como regalo navideño el regreso a
Schoenstatt del Fundador. El Padre interpretó este pedido y respondió a la
Hermana afirmando que él regresaría, si el corazón de los hijos de Schoenstatt se
transformaba en un floreciente jardín de María donde Jesús podía nacer. El
“milagro de la Nochebuena” se hizo realidad, no sólo aquella vez, sino veinte
años más tarde, cuando el Padre regresó del exilio de Milwaukee.
Esta tarea, cultivar nuestro corazón como jardín de
María, es la gran ocupación pedagógica. Juan Comenius, un pensador del siglo
XVI, considerado el padre de la Pedagogía, decía que la educación del hombre
tiene que ser semejante al cuidado que un jardinero tiene por sus plantas… “El hombre, para crecer hacia Dios, tiene
que ser regado, podado, alimentado y enderezado cuando sus inclinaciones le
apartan de su finalidad”. Para hacer de mi corazón un jardín de María es
preciso añorar el bien y realizarlo: ser solidario, perdonar, acoger a los que sentimos
distantes, olvidar enconos y avivar esperanzas. Hay que limpiar los matorrales,
aplanar los senderos y enderezar las montañas del orgullo.
Hay que apropiarse del Niño y de su Madre, vivir en
el amor, en la verdad y la solidaridad. Los obispos argentinos nos invitan a
compartir “en la tierra bendita del pan”
un gesto solidario con los más necesitados; a colocar también en el pesebre la
imagen de dos santos: el Cura Brochero y de la Mama Antula. Son regalos del
pueblo argentino en este año 2016 para Jesús.
Desde nuestros Santuarios, imágenes
de Belén, donde María da a luz a su Primogénito, los bendigo y les deseo un
tiempo pleno de la ternura del Niño y de la mirada atenta de su Madre,
P. Guillermo Carmona
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