sábado, diciembre 03, 2016

Editorial P.Guillermo Carmona - Diciembre 2016



Las tradiciones y costumbres son aptas para recordarnos nuestra fe. Por otro lado, lo que no es tan simple de ser descripto en forma exacta, suele hacerse mejor a través de símbolos: expresiones sensibles de una realidad invisible. Diciembre es un mes con gran cantidad de símbolos. Muchos de ellos nos despiertan cercanía, nostalgia, recuerdo… Es la tradición en el sentido original de la palabra: viene del latín, “tradere”, que significa “entregar”. Diciembre es el mes donde más se nos entrega: el amor del Padre en el rostro del Niño Jesús.
Aprovechemos este tiempo litúrgico y sus símbolos: la corona de adviento, la luz, la vela, la oscuridad, “las posadas”, con que acompañamos la visita de María y de José en la ciudad de Belén, donde “no había sitio para ellos”.
Celebraremos también a la Inmaculada, la más significativa y central de las fiestas marianas. No hay ningún dogma de la Virgen que tenga tantas alegorías, expresiones sensibles. Nosotros en Schoenstatt también la veneramos: Ella ejemplifica la armonía, la que existía antes de que el hombre cayera en el pecado y aquella que recobraremos cuando lleguemos a la casa del Padre.
Navidad es la fiesta del amor y la familia. Muchas veces lo exterior opaca lo importante: el Dios que se hace pequeño y humano, para que nosotros podamos hacernos grandes y divinos en el misterio de su venida.
Preparemos nuestro corazón para que se transforme en un pesebre. Las palabras del Papa Francisco en la Evangelii Gaudium nos alienta: “María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura”. ¡Que ella lo haga también con nuestro corazón! 


P. GUILLERMO CARMONA

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