miércoles, noviembre 26, 2008

Noviembre 2008

Queridas madres de Federación:

Estamos finalizando el año litúrgico, y comenzaremos el Ciclo B con el primer domingo de Adviento el próximo 30 de noviembre.

Este tiempo fuerte nos prepara para un nuevo nacimiento del Niño Jesús. Algo que ya pasó, ¿puede volver a pasar? Algo que sucedió hace más de 2.000 años no puede caer en el olvido, sino que es algo que permanece en el tiempo. Es el Dios creador que se hace pequeño para estar entre nosotros y poder acompañarnos. Él quiere venir a nuestra vida personal y familiar para regalarnos su ternura, su amor, su perdón, su solidaridad, para que nosotros podamos llevarlo a los demás. Jesús quiere que encontremos en cada persona su rostro de niño indefenso para que le regalemos gestos de amor.

El domingo pasado, Jesús nos dice cómo debemos comportarnos con nuestros hermanos: “porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver. Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte? 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.

Esto significa que tenemos que estar preparados para encontrar a Jesús en cada persona que espera de nosotros ayuda, consuelo, esperanza. Y como la vida es un ir y venir, nosotros tampoco estaremos solos con nuestros sufrimientos, con nuestras alegrías y anhelos, porque Dios está con nosotros, Dios se hace niño porque quiere quedarse en nuestro corazón, quiere vivir con nosotros. Él espera que le hagamos un lugar en nuestro corazón y en nuestra casa, y que festejemos su nacimiento, su cumpleaños con Él y no olvidándonos de qué es lo que celebramos. Tantos preparativos, regalos y comida, no tienen que hacernos olvidar el verdadero sentido de la Navidad.

No nos pide grandes cosas, sino que lo dejemos entrar, que intensifiquemos nuestra entrega y nuestra vida de oración, que vivamos en una actitud de servicio y de entrega al hermano que es donde habita Jesús. Que tengamos un corazón sencillo, arrepentido, alegre, reconciliado conmigo mismo y con los demás. Si en nuestro corazón hay rencor o dolor por el alejamiento de alguien, sepamos pedir y regalar perdón. Que en momentos difíciles sepamos regalar alegría y esperanza. Esa alegría y esa esperanza que surge de saberme y sentirme amada por el Padre que nos regaló a su Hijo.

La Madre Teresa de Calcuta, en “Tengo Sed de Ti”, nos recuerda las palabras del Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta y llamo…” y luego piensa que Jesús le dice: “Yo ahí estoy, esperando hasta la más pequeña sugerencia de invitación que me permita entrar. Y quiero que sepas que cada vez que me invitas, Yo vengo siempre, sin falta. Vengo en silencio e invisible… Vengo con mi misericordia, con Mi deseo de perdonarte y de sanarte, con un amor hacia ti que va más allá de tu comprensión… Vengo deseando consolarte y darte fuerzas, levantarte y vendar tus heridas. Te traigo Mi Luz, para disipar tu oscuridad y todas tus dudas… Vengo con Mi paz, para tranquilizar tu alma...”.

Es Jesús quien tiene sed de mí porque yo soy valiosa para Él, Él me ama tal como soy y está esperando mi respuesta. Él espera que le haga un lugarcito en mi corazón para poder transformarme en un jardín en flor. En Belén no había lugar para Él. ¿Lo encontrará en mi corazón? Él buscó un lugar humilde para nacer, es por eso que tengo que desprenderme de todo orgullo, vanidad, tristeza, ruidos, para que pueda entrar en mi corazón.

Jesús nace nuevamente en esta Navidad porque quiere llenar de alegría y de sentido nuestras vidas y quiere ser nuestro modelo a imitar. Miremos una vez más hacia adentro de nosotras mismas para que nazca la mujer nueva. En Él podemos vivir nuestro constante nacer de nuevo y todos nuestros esfuerzos para que se realice en nosotras el “Milagro de la Nochebuena”.

El P.Carmona en su plática del Evangelio de los talentos, nos dijo que lo que no se trabaja se pierde, mientras que lo que se trabaja se multiplica. Sus palabras me llevaron a reflexionar, si desde el Adviento anterior he multiplicado los talentos de la fe, del amor, de la entrega, de la solidaridad. Si los he multiplicado en mí, en mi familia, en mi trabajo, en mi entorno.

Jesús nos invita a ser generosos, a darnos por amor y no por obligación. Entre nosotras, cristianas y federadas deberíamos desterrar la palabra “cumplo” y reemplazarla por el amor. No podemos decir que cumplo con la Misa, con el Horario Espiritual, con mis tareas y compromisos, con mi prójimo y con mi trabajo, sino que por amor voy a Misa, por amor hago mi HE, por amor conquisto actitudes marianas, por amor hago las tareas de mi casa y de mi trabajo, y todo eso lo ofrezco con amor para transformar mi corazón y el de los que me rodean.

De la mano de María, preparemos el camino de la nueva venida de Jesús con medios concretos para que en mi corazón y en mi entorno se viva un nuevo Belén donde reine la alegría que cantaron los pastorcitos ante el Niño Dios.

Les deseo a cada una un bendecido y fecundo Adviento y una feliz Navidad junto a sus familias. Las abrazo con mucho cariño,

M.Inés E. de Podestá

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