sábado, noviembre 01, 2008

Caminando hacia la santidad

Padre Nicolás Schwizer

Ser santo significa estar arraigado en dos mundos. Y lo más decisivo es esa pertenencia al otro mundo, ese ser hombre del más allá.

Para ver nuestro proceso de crecimiento interior, tenemos que mirar nuestra vida desde su meta: la santidad. Existen leyes de progreso y leyes de retroceso en nuestra vida espiritual. Y la pregunta es, si estamos bajo la influencia de las leyes de progreso o de retroceso.

Leyes de progreso. El Padre Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, nombra dos leyes de progreso: descontento consigo mismo y valor de empezar cada día de nuevo.

1. Si realmente queremos llegar a ser hombres abiertos al más allá, entonces estaremos descontentos con nosotros mismos hasta el final de nuestra vida. Pero no se trata de un descontento angustioso o paralizador, sino de un descontento que es impulso y estímulo para seguir luchando. Significa que tenemos delante de nuestros ojos un ideal muy alto. Significa que todavía no hemos podido alcanzarlo. La distancia entre ideal y realidad sigue siendo muy grande. Recordemos la frase del Padre Kentenich: “El que soy saluda con tristeza a aquel que debería ser.” Y entonces queda una inquietud permanente en nuestro interior que no nos deja tranquilos. Y eso, desde el punto de vista psicológico, quiere decir que vive un anhelo muy profundo en nosotros. Y si somos hombres y mujeres del anhelo, seremos en la misma medida hombres y mujeres de la realización.

2. Si cultivamos ese anhelo en nosotros, se va manifestando la segunda ley de progreso: tener el valor de empezar cada día de nuevo. No es fácil levantarse, con ánimo renovado, después de cada caída. Y tampoco es fácil pasar por alto las derrotas y decepciones personales.

Exige dejar por atrás todo lo pasado y mirar hacia el futuro. Exige orientarse de nuevo en los grandes ideales que marcan mi camino hacia la perfección. El Padre Kentenich llega a decir que empezar aspirando y luchando cada día de nuevo ya es santidad. San Francisco de Asís dijo en su lecho de muerte: “Ya es hora de que empecemos de nuevo, porque en realidad no hemos comenzado todavía.”

A lo mejor cada uno tendría que preguntarse: ¿El anhelo por el alto ideal de la santidad sigue vivo en mi corazón? ¿A pesar de los fracasos y desilusiones, ese anhelo se renueva y hasta va creciendo en mi vida? ¿Y siento tener el ánimo y la fuerza suficiente para empezar cada día de nuevo la lucha?

Leyes de retroceso. Entre las leyes de retroceso en la vida espiritual, podemos nombrar especialmente a una que debemos tomar muy en cuenta. Es el estado o espíritu de tibieza.

¿Qué se entiende por tibieza? Es un estado de indiferencia o de acostumbramiento al pecado. No se trata de cometer algún u otro pecado, sino es una forma de “tragar” habitualmente los pecados, sin luchar ni preocuparse de ello. Tibieza es, pues, un estado de inmovilización o de enfermedad moral-religiosa.

¿Y cuáles son las causas de esta situación de tibieza? Según la experiencia, la causa principal es la subalimentación espiritual-religiosa. ¿Qué entiende el Padre Kentenich por ello? La subalimentación espiritual es para él la falta de cultivo de la vida religiosa, de las actitudes y de las prácticas religiosas. En concreto se trata del descuido, menosprecio o incumplimiento de nuestra vida sacramental, vida de oración, vida de Consagración a la Virgen María. Y eso se manifiesta en que por razones insignificantes dejamos de cumplirla o la cumplimos a medias. Y después buscamos autojustificarnos. Puede ser también que no le demos suficiente importancia a nuestro Santuario-Hogar o Rincón schoenstattiano, donde tenemos el cuadro de la Virgen en nuestra casa. Y eso a pesar de que sabemos muy bien que todos estos elementos forman parte de nuestro camino a la santidad.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Bajo cuál de las leyes estoy?
2. ¿Cómo estoy en mi vida sacramental?
3. ¿He incorporado la misa dominical, extra dominical o diaria?

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