¿Quién fue la Hna M. Úrsula? Para las que no la conocieron, ella fue la secretaria de nuestro Padre y Fundador. Ya la Hna María Pilar nos contó de ella hace poco en nuestra web. Lo conoció muy joven, siendo ella postulante, y lo pudo acompañar muy de cerca, sobre todo en los años cuando él visitó a la Argentina, y luego, a la distancia, cuando el Fundador vivió su exilio.
Recuerdo una vez, cuando yo tenía 17 años y
ella nos visitó en nuestra Escuela de Portadoras que realizábamos a nivel
nacional en Florencio Varela. Allí nos contó del Padre. De esa visita, recuerdo
muchas cosas que siempre las conservé en el corazón. En este momento, sólo me
nace contarles algunas:
- Nos dijo
que antes de conocerlo al Padre y Fundador, como alemana, bien prusiana, tenía
mucho miedo a Dios, porque lo veía como el Dios castigador, pero que por medio
del Padre Kentenich ella conoció una imagen de Dios misericordioso, imagen que
la ayudó a ir superando sus miedos, al punto de decir: “ya no le tengo miedo a
la muerte, porque será el momento del encuentro con el amor misericordioso y
paternal de Dios”. Nos contaba que al principio a ella le costaba mucho rezar, y
que 5 horas de retiro se le hacían una eternidad, pero que al dejarse conducir
por la educación del Padre y Fundador, podía después hacer 5 días de silencio y
tener el sentimiento de necesitar más tiempo para con Dios.
- El Padre
le había dicho a la Hna: “cuando usted no sepa qué hacer, busque la respuesta en
este libro, entonces ahí encontrará mi respuesta”. Se trataba del libro de la
Santidad de la Vida diaria. Más allá del libro, al escuchar eso, nació en
nosotras –las chicas que la escuchábamos- el anhelo de comenzar a tener un
diálogo continuo con nuestro Padre y Fundador.
- También
nos contó que él le había dicho que ella tenía la misión de transmitir al Padre,
ella escuchó sorprendida, y le dijo: “Pero Padre, ¿y el día que yo no pueda
transmitirlo más, qué va a pasar?”, el Padre le respondió: “Ese día yo la vendré
a buscar…”
No es casualidad que con 99 años haya seguido
lúcida, con una memoria extraordinaria, transmitiendo con sus palabras o con su
ser, todo lo que aprendió de él. Al cumplir 90 años decía: “quisiera vivir hasta
los 100 años, así los demás pueden ver lo que hace la educación del Padre en una
persona”. Ella fue educada por nuestro Padre y Fundador y vivió –literalmente-
como hija del Padre hasta su último suspiro.
Ella formó parte de la primera generación de
Hermanas que llegaron a Argentina y Uruguay. Estando en Nueva Helvecia, fue el
Padre mismo quien aceptó la primera Alianza Filial de esa primera generación que
trajeron Schoenstatt a nuestras Patrias. Si hoy, el Movimiento de Argentina vive
una corriente patrocéntrica tan marcada, mucho se lo debemos a ella, quien
incansablemente viajó a cada lugar donde Schoenstatt estaba naciendo para
transmitir todo lo que el Padre Kentenich nos dejó aquí en nuestras
tierras.
Sabemos que nuestro Ideal de Rama Hija del
Padre, Forjadora del Reino, nació de la vivencia central de la Alianza Filial.
Las generaciones de la JF que lo formularon, fueron las primeras dentro del
Movimiento en la Argentina que sellaron esa Alianza. Recuerdo una vez, estaba en
Nuevo Schoenstatt con una de las ex JF de la generación Fundadora Filial, en
cuanto la vio a la Hna. M. Úrsula, corrió a saludarla, luego regresó hasta donde
estábamos y me dijo: “esa Hermana… nos transmitió el amor al Padre a sangre y
fuego… no sé cómo hizo, pero hizo que nuestros corazones queden marcados por el
Padre. Yo vivo de eso, y eso les transmito a mis hijos…”.
Hoy podemos decir que el Padre Kentenich la
vino a buscar. Ella partió, pero lo que sembró en nuestros corazones queda vivo
en cada uno de nosotros, es nuestra tarea transmitirlo a las generaciones que
nos siguen.
La Iglesia, sobre todo después del Concilio
Vaticano II, nos pide que seamos fieles a nuestro Fundador, porque él es
depositario de un carisma que Dios nos envía para revitalizar nuestra fe en el
peregrinar hacia Dios. “Canonícenlo ustedes” fue el pedido que nos hizo Juan
Pablo II. Nuestras vidas tienen que mostrar que su carisma gesta santos en este
nuevo milenio que estamos transitando. Que las generaciones venideras nos
juzguen si seremos capaces de transmitir ese amor al Padre y Fundador como
transparente del amor de Dios.
Hermana M. Úrsula, gracias por todo lo que nos
regalaste, gracias por transmitirnos tan vitalmente el amor a nuestro Padre y
Fundador, gracias por transmitirnos su misión.
(La Hermana M. Úrsula es la Hermana mayor que se
encuentra en el centro de la foto)
Fuente: http://juventudfemenina.org.ar
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