miércoles, noviembre 27, 2013

El Padre Kentenich la vino a buscar

Ayer, 26 de noviembre, la Hna M. Úrsula compartió con nosotros sus últimas horas en esta tierra. Aún con su respirador, se notaba en ella todo su ímpetu y toda su fuerza, todo su amor filial. Hoy, 27 de Noviembre a las 3:55 a.m. partió a la eternidad.

 ¿Quién fue la Hna M. Úrsula? Para las que no la conocieron, ella fue la secretaria de nuestro Padre y Fundador. Ya la Hna María Pilar nos contó de ella hace poco en nuestra web. Lo conoció muy joven, siendo ella postulante, y lo pudo acompañar muy de cerca, sobre todo en los años cuando él visitó a la Argentina, y luego, a la distancia, cuando el Fundador vivió su exilio.

Recuerdo una vez, cuando yo tenía 17 años y ella nos visitó en nuestra Escuela de Portadoras que realizábamos a nivel nacional en Florencio Varela. Allí nos contó del Padre. De esa visita, recuerdo muchas cosas que siempre las conservé en el corazón. En este momento, sólo me nace contarles algunas:

-          Nos dijo que antes de conocerlo al Padre y Fundador, como alemana, bien prusiana, tenía mucho miedo a Dios, porque lo veía como el Dios castigador, pero que por medio del Padre Kentenich ella conoció una imagen de Dios misericordioso, imagen que la ayudó a ir superando sus miedos, al punto de decir: “ya no le tengo miedo a la muerte, porque será el momento del encuentro con el amor misericordioso y paternal de Dios”. Nos contaba que al principio a ella le costaba mucho rezar, y que 5 horas de retiro se le hacían una eternidad, pero que al dejarse conducir por la educación del Padre y Fundador, podía después hacer 5 días de silencio y tener el sentimiento de necesitar más tiempo para con Dios.

-          El Padre le había dicho a la Hna: “cuando usted no sepa qué hacer, busque la respuesta en este libro, entonces ahí encontrará mi respuesta”. Se trataba del libro de la Santidad de la Vida diaria. Más allá del libro, al escuchar eso, nació en nosotras –las chicas que la escuchábamos- el anhelo de comenzar a tener un diálogo continuo con nuestro Padre y Fundador.

-          También nos contó que él le había dicho que ella tenía la misión de transmitir al Padre, ella escuchó sorprendida, y le dijo: “Pero Padre, ¿y el día que yo no pueda transmitirlo más, qué va a pasar?”, el Padre le respondió: “Ese día yo la vendré a buscar…”

No es casualidad que con 99 años haya seguido lúcida, con una memoria extraordinaria, transmitiendo con sus palabras o con su ser, todo lo que aprendió de él. Al cumplir 90 años decía: “quisiera vivir hasta los 100 años, así los demás pueden ver lo que hace la educación del Padre en una persona”. Ella fue educada por nuestro Padre y Fundador y vivió –literalmente- como hija del Padre hasta su último suspiro.

Ella formó parte de la primera generación de Hermanas que llegaron a Argentina y Uruguay. Estando en Nueva Helvecia, fue el Padre mismo quien aceptó la primera Alianza Filial de esa primera generación que trajeron Schoenstatt a nuestras Patrias. Si hoy, el Movimiento de Argentina vive una corriente patrocéntrica tan marcada, mucho se lo debemos a ella, quien incansablemente viajó a cada lugar donde Schoenstatt estaba naciendo para transmitir todo lo que el Padre Kentenich nos dejó aquí en nuestras tierras.

Sabemos que nuestro Ideal de Rama Hija del Padre, Forjadora del Reino, nació de la vivencia central de la Alianza Filial. Las generaciones de la JF que lo formularon, fueron las primeras dentro del Movimiento en la Argentina que sellaron esa Alianza. Recuerdo una vez, estaba en Nuevo Schoenstatt con una de las ex JF de la generación Fundadora Filial, en cuanto la vio a la Hna. M. Úrsula, corrió a saludarla, luego regresó hasta donde estábamos y me dijo: “esa Hermana… nos transmitió el amor al Padre a sangre y fuego… no sé cómo hizo, pero hizo que nuestros corazones queden marcados por el Padre. Yo vivo de eso, y eso les transmito a mis hijos…”.

Hoy podemos decir que el Padre Kentenich la vino a buscar. Ella partió, pero lo que sembró en nuestros corazones queda vivo en cada uno de nosotros, es nuestra tarea transmitirlo a las generaciones que nos siguen.

La Iglesia, sobre todo después del Concilio Vaticano II, nos pide que seamos fieles a nuestro Fundador, porque él es depositario de un carisma que Dios nos envía para revitalizar nuestra fe en el peregrinar hacia Dios. “Canonícenlo ustedes” fue el pedido que nos hizo Juan Pablo II. Nuestras vidas tienen que mostrar que su carisma gesta santos en  este nuevo milenio que estamos transitando. Que las generaciones venideras nos juzguen si seremos capaces de transmitir ese amor al Padre y Fundador como transparente del amor de Dios.

Hermana M. Úrsula, gracias por todo lo que nos regalaste, gracias por transmitirnos tan vitalmente el amor a nuestro Padre y Fundador, gracias por transmitirnos su misión.
 
(La Hermana M. Úrsula es la Hermana mayor que se encuentra en el centro de la foto)
 

 

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