domingo, octubre 23, 2011

CARTA DE OCTUBRE A LOS MISIONEROS DEL P. JUAN JOSE RIBA


QUERIDOS MISIONEROS DE LA VIRGEN PEREGRINA :

Nuevamente me siento a escribirles estas líneas antepuertas del mes de octubre, mes de la Alianza, mes del Santuario de Schoenstatt por excelencia.

El corazón del P. Kentenich

El secreto de todo auténtico fundador dentro de la Iglesia es que ha tenido una experiencia original de Dios en su vida y que la ha trasmitido a sus seguidores.

Pensemos en San Ignacio y su experiencia de Dios con los ejercicios espirituales o en San Francisco y su experiencia del Cristo pobre. Así se enriquece la Iglesia y cobra fuerzas para superar desde el Espíritu los desafíos del tiempo. Se mantiene siempre joven pues el Espíritu la rejuvenece con una nueva legión de hombres y mujeres que se sienten tocados y lanzados a la arena de la vida a dar testimonio del Dios vivo.

El P. Kentenich dijo a su paso por Argentina: “Quien me busque me encontrará en el Santuario”. Su vivencia más profunda de Dios la tuvo en el encuentro con la Sma. Virgen en el Santuario. Todo comenzó en la sencillez del 18 de octubre. En ese día los primeros junto al Padre sellaron la Alianza de Amor. Desde ese día María tomó posesión de ese lugar y se hizo Madre y Educadora de todos los que se acercaban con fe a ese lugar. Esta Alianza fue creciendo y fue probada en el campo de concentración y en el tiempo del exilio. Con los santuarios filiales se enraizó en cada país que le abría sus puertas. Así llegó a mi vida cuando conocí su hogar y me hizo como misionero un hijo de esta inmensa Familia espiritual.

Preguntémonos: ¿recuerdo el primer día que entré en un Santuario de Schoenstatt? ¿Qué sentí? ¿Qué me susurró la Mater al oído? ¿Qué me sucede hoy cada vez que regreso al Santuario?

El secreto de Don Joao

“Al Santuario me entregué, por el santuario viviré, por el Santuario moriré”. Con estas palabras resumía Don Joao el sentido de su vida. Por lo pronto era un hombre que sabía muy bien donde estaban sus raíces, a quién pertenecía su corazón. A su manera había hecho suyas las palabras de Jesús: permanezcan en mí y así darán mucho fruto (cfr. Jn. 15, 5). Él permanecía en María y así permanecía en el Señor. Por eso todos los días peregrinaba al Santuario y de esa fuente inagotable sacaba las fuerzas para llevar adelante la misión que se le había confiado en las familias.

Más, si las leemos con atención, veremos que para él lo decisivo era hacer conocer la presencia de María en su Santuario a todos. La Mater salió con él a buscar a sus hijos y “el burrito se puso a andar. No tenía lugares para comer y para pernoctar, y adonde llegaba decía: gracias, Madre y Reina, por este espíritu fuerte; ni la lluvia, ni el barro, ni el viento, ni la oscuridad me detenían: el burrito bajaba la cabeza y seguía”. Cada misionero es como una imagen viva de Don Joao anunciando las gracias del Santuario e invitando a visitarla en su hogar. En él sigue ardiendo el mismo fuego de amor a María en el Santuario y a los hombres de este tiempo, el cual consumía el corazón de Don Joao y del P. Kentenich.

Preguntémonos: ¿Permanezco en el Santuario como lo hacía Don Joao? ¿Sigo siendo ese burrito que con alegría y esfuerzo lleva la imagen de gracias a los hombres?

Un bendecido mes de la Alianza. Les envío mi bendición y me sigo confiando a su oración.

P. JUAN JOSÉ RIBA

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