viernes, abril 09, 2010

12 de abril Consagración del Padre Fundador a María

El próximo lunes 12 de abril recordaremos el momento en que la mamá del Padre lo consagró a la Santísima Virgen antes de dejarlo en el orfanato, regalándole su cadenita y medalla y pidiéndole que Ella fuera plenamente su Madre. El Padre dijo muchos años más tarde que en esa consagración ya se encerraba en germen la Obra de Schoenstatt.

Vivencias con el P. Kentenich
Lux Elena Ramírez

En agosto de este año peregriné junto a otras 9 madres de la Federación de madres a Alemania: con los ojos, la mente y el corazón puestos en nuestro Padre Kentenich.

Pisé lugares santos: La Iglesia de la Adoración: el sábado 15 de agosto, día de la Asunción, participé de la Misa, Mi imaginación volaba y parecía ver y escuchar a nuestro Padre, hablar con vehemencia de nuestra Madre María.

Me acerqué a su tumba, donde descansa su cuerpo y esparce su alma.

Me arrodillé en el Santuario Original: ¡Profunda emoción!¡Tantas veces leí el acta de fundación! Me parecía estar juntos a los primeros Congregantes en esa Capilla que, de un depósito de herramientas se convirtió en un lugar de Gracias. Era el Padre que me preparaba a mí también como Instrumento.

Entré en la Casa del Padre, lugar donde se expone su vida, su legado, sus cosas, reliquias tales como los elementos que utilizaba para celebrar Misa en Dachau, sus ropas, las puertas, la réplica del bunker de la cárcel de Coblenza donde estuvo preso.

El domingo peregrinamos a Gymnich, ciudad donde nació y pasó su infancia el P. Kentenich. Celebramos Misa en la Parroquia. La liturgia del día se refería a la importancia de la Eucaristía. El Celebrante nos hizo reflexionar sobre la importancia de la Eucaristía, alimento de nuestra vida espiritual. Nos habló de cuan importante fue para nuestro Padre este Sacramento, sobre cómo en Dachau sobrevivió gracias al Pan¬-Cuerpo de Cristo. Cómo procuró que los enfermos y moribundos lo recibieran en momentos límites. Contó cómo Teresa de Calcuta, en medio de la hambruna, se alimentaba y alimentaba a otros con el Cuerpo de Jesús.

Visitamos la casa donde nació el P. Kentenich. Se respiraba santidad; santidad que tenía como fundamento luchas, sacrificios y mucha soledad. Era el Padre quien nos llamaba a que como madres, demos, defendamos y regalemos vida. ¡un sí a la vida!

De ahí fuimos a Oberhausen, al orfanato dónde la madre del P. Kentenich consagró a su hijo a la Sma. Virgen y donde el Padre vivió parte de su infancia. Con mucha emoción observé la réplica de la imagen ante la cual Catalina entregó a su hijo a María. Ante ella pedí por los niños, para que María los cuidara.

Pasaron un documental y fotos sobre su infancia. Me impresionó, una vez más, lo difícil de su nacimiento, de su infancia; ¡cuántas luchas desde el inicio, desde siempre! Apenas eran sus primeras dificultades. Dios ya lo preparaba para las grandes luchas que aún debía pasar.

Al divisar el patio, venía a mi memoria todo lo que leí al respecto; creía ver a nuestro Padre pequeño, descalzo, con frío, sin embargo, siempre niño, con esas adversidades, jugando con los demás niños.

Luego visité el Campo de Concentración de Dachau. Al poner los pies en ese lugar mi corazón se detuvo anonadado; todo lo que había leído y estudiado me venía a la mente, con un desborde de imágenes y sentimientos, ¡impresiones! Había leído, sí, pero
ver... es otra cosa! Todo me daba vueltas, me parecía escuchar gritos, llantos, horror tristeza y veía pasar la muerte. Llevé 5 horas dentro, pasé tiempo leyendo cada panel explicativo, las fotos eran apenas una muestra de tanta barbaridad.

Me detuve especialmente, y eso lo supe mejor recién ahí, ante la exposición que relataba la presencia de mujeres en ese lugar. Primero fueron traídas para trabajar, luego fueron prostituídas; quedaban embarazadas y eran obligadas a abortar; recién poco antes de la liberación pudieron conservar sus hijos. Estremecida, vi fotos que mostraban cuando las madres húngaras eran obligadas a subir a los transportes de evacuación ante la desesperada mirada de sus hijos. Pasaron por ahí aproximadamente 7.000 mujeres.

Es impresionante ver el crematorio, todavía en buen estado para visitarlo, junto a horrendas fotos y estadísticas espeluznantes.

Me imaginaba al Padre dando pláticas, escribiendo, asistir a muchos, rezar y fundar... ¿cómo lo hacía?

Dios no quiso dejarme partir con un corazón apesumbrado. Cuando terminé de recorrer, visité el monasterio de las Carmelitas, justo atrás del Campo. Se celebraba Misa; el Sacerdote decía en su homilía: "a partir de tanta muerte, construyamos la civilización del amor" Al Consagrar el Pan y el Vino elevaba también el cuerpo y la sangre de aquellos que murieron en el Campo de Concentración.

En esas semanas el Padre me acompañó, me cuidó, me mostró y con una amplia sonrisa me envió: "Con María, seguros de la victoria, hacia los tiempos más nuevos". .

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