jueves, febrero 18, 2010

Carta de Alianza

Febrero 2010

Queridos hermanos en la Alianza:

Hace unos días me decía un peregrino en el Santuario que las vacaciones ya eran parte del pasado y nuevamente el día a día se le presentaba con un vértigo tal que no le quedaba resto para detenerse y pensar hacia dónde va su vida. Y en general es bastante así. La vida parece una carrera de fórmula uno... y al terminar cada día, la noche nos envuelve en la angustia de lo que no hicimos y de todo lo que nos queda por hacer. Y al día siguiente continuamos, sin parar. Sin embargo, muchas veces aparecen hechos que con desgarradora elocuencia nos obligan a frenar, situaciones que no podemos controlar, que no podemos “comprar” ni “vender”: una enfermedad, un fracaso grande, el golpe de una desilusión, un accidente irreparable, la muerte de un ser querido, siempre están agazapados en la historia de cualquier hombre. Estos hechos nos obligan a salir de la rutina de la carrera, a parar. Es en ese momento cuando constatamos lo efímero de todo y experimentamos el vacío y la desilusión de las cosas; como si la música que nos movía se silenciara. Entonces podemos conformarnos con quedarnos así, paralizados y reducidos al mínimo o decidirnos a cambiar para vivir en plenitud.

Es en esta experiencia vital que podemos enmarcar la Cuaresma. Dios nos invita a “reconocernos” tal cual somos, reconocer los logros y dar gracias por ello, pero también reconocer que algo no va bien en nosotros mismos, en mi familia, en nuestra sociedad y cambiar, convertirnos. Conversión se dice en griego «metánoia», que significa cambio de meta, cambio de dirección.

El Salmo 50, el «Miserere», que rezamos el miércoles de ceniza y cada viernes, es el salmo en el que un pecador reconoce su debilidad, muestra su arrepentimiento e implora humildemente a Dios: «borra mi toda culpa... crea en mí un corazón puro... devuélveme la alegría de tu salvación». Se trata de la súplica a Dios para que nos socorra con su Misericordia que sana, salva y santifica nuestras vidas; Dios, el único que nos hace viable el cambio profundo y verdadero.

Jesús, en el evangelio de Mateo 6, 1-16, nos muestra 3 actitudes del hombre profundamente creyente, 3 actitudes como camino de renovación en esta cuaresma:
- la oración personal para frenar la soberbia y profundizar el vínculo de amor con Dios;
- el ayuno para dominar la sensualidad, purificar nuestra vida interior;
- los actos de misericordia para liberarnos de la codicia y crecer en el amor al prójimo.

Al ir desarrollando estas tres actitudes vamos creciendo en el encuentro e identificación con Jesús, quien nos anima y acompaña a profundizar y no quedarnos en lo superficial; es como que Jesús nos dijera nuevamente “¡navega mar adentro!”
- nos anima al encuentro personal con Dios, el Padre, que nos conoce y nos ama hasta lo más profundo del ser. Sólo en el amor de Dios encontraremos nuestra paz.

- nos anima a ser sinceros y auténticos con nosotros mismos; pero, al mismo tiempo a no quedarnos encerrados en nuestras debilidades. El camino de la Cuaresma es posible si fijamos la mirada en Dios, nuestro Padre, y renovamos nuestra confianza en su amor por nosotros.
- Nos anima a salir del encierro y las seguridades mezquinas, nos anima a salir al encuentro del otro para escucharlo, tratar de comprendernos, compartir mis intereses, vivir el amor solidario con el hermano. “Debemos romper nuestra falta de generosidad y pensar en el vasto mundo, el cual requiere de nuestra ayuda.” (P. Kentenich. “Él levanta a los pequeños” Pág. 27).

Como Familia de Schoenstatt este año 2010, año del Bicentenario de la Patria, queremos trabajar por una “Patria para todos”, por una cultura del encuentro y la solidaridad, por una cultura de Alianza de Amor. En cuaresma Cristo nos llama a la conversión de nuestro corazón y con Él crecer más en el amor concreto. Benedicto XVI nos dice: “el amor al prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte en ciegos ante Dios” (Deus Caritas est, nº 16).

Querida Familia de Schoenstatt, que en Alianza con María crezcamos en un amor fiel al pie de la cruz, un amor generoso y magnánimo como el de Cristo, un amor para todos.

Reciban desde el Santuario un cordial saludo. Que tengan un feliz día de Alianza y una bendecida cuaresma.

P. Javier Arteaga

“Con María Reina, construyamos una Patria para todos”

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