lunes, mayo 18, 2009

Carta de Alianza

Mayo 2009

Queridos hermanos en la Alianza:

Estamos en el mes de mayo y dentro de exactamente un año celebraremos el bicentenario de la Patria.

Hace unos días, en una reunión con un grupo de matrimonios, surgió la pregunta ¿podemos “festejar” el bicentenario? Y una mujer respondió: “desgraciadamente no sé qué podemos festejar hoy en Argentina. No tengo esperanza”, y de allí en más cada uno dio su aporte a la lista de desesperanzas nacionales: la pobreza creciente, no sólo por la crisis mundial, sino por el desmanejo interno y la corrupción; los políticos que nos siguen mintiendo descaradamente “construyendo” una realidad a su antojo (por ej. Indec, encuestas, candidaturas testimoniales); la justicia lenta y obsecuente con el poder de turno; la inseguridad y criminalidad desbordada; el flagelo de las drogas que causa muerte y dolor a miles y jugosos negocios a los mafiosos; y la gran crispación social ante todo este desastre. Muchos se preguntan cómo pudimos llegar a esta situación paupérrima en lo social, institucional y moral. En la misma pregunta está la respuesta: la pobreza moral lleva a la pobreza institucional y social. “Corruptio optimi pessima est” decían los romanos; la corrupción del mejor es la peor. La corrupción del que es elegido o convocado y se ha comprometido para altas responsabilidades es la peor, la que hace mayor mal a la sociedad.

Ante esta situación ¿qué se puede hacer? El P. Kentenich decía que cada época de la historia presenta al hombre problemas y desafíos; la clave del éxito o del fracaso está en la forma encararlos. Kentenich decía que están los que se lamentan haciendo grandes análisis de los problemas y culminando estérilmente sus conversaciones como en una charla de café; son los pasivistas. Están los que, parados en su omnipotencia, comienzan acciones que mueren con su propia personalidad de barro; son los activistas. Y están los que movidos por el bien común, con espíritu magnánimo de sacrificio y en comunión con Dios y sus hermanos, construyen el mañana en la dura realidad de cada día; son los constructores de historia. Son los que llamamos padres de la Patria, próceres y nos hicieron una nación grande. Son también los hombres y mujeres simples que no se cansan de trabajar por sus ideales. ¿Existen hoy esos hombres y mujeres en Argentina? Sí. Existen y trabajan mucho, incansablemente. Sólo tenemos que abrir bien los ojos y mirar más allá, ver que hay gente que se compromete y se sacrifica duramente, porque cree y tiene esperanza que es posible un cambio verdadero, fundado en el bien común, el diálogo y la solidaridad.

Por ejemplo, conozco un grupo de jóvenes que para esta semana de mayo en la ciudad de Córdoba van a organizar una acción en la vía pública poniendo carteles, panfletos, spots en las radios y mandando mails masivos con la pregunta “¿Qué vas a hacer por tu Patria?” y luego otra campaña contestando esa pregunta “Yo por mi patria: Si tomo, no manejo”, “No ensucio mi ciudad”, “Respeto las normas de transito”, “Ayudo solidariamente”; “Voto con conciencia”. Conozco a una mujer que durante muchos años llevó adelante muy exitosamente una ONG cuyo fin es colaborar con entidades de bien público en ciudad de Buenos Aires. Por su intachable honradez, conocimiento en la gestión y gran capacidad de trabajo fue convocada como candidata de un partido político para las próximas elecciones; ella, teniendolo todo pero viendo la necesidad de su tiempo, ha dado su sí. Conozco un grupo de gente que ha tomado como compromiso ofrecerse como autoridades y fiscales de mesa en las próximas elecciones.

Conozco muchos misioneros de la Campaña de la Virgen Peregrina que en estos días, al llevar la imagen de la Virgen, piden a la gente que la reciben que recen también por Argentina. Conozco laicos y religiosos que van periódicamente a lugares inhóspitos del país para asistir médica, material y espiritualmente a gente que viven en la pobreza total. Conocemos a los sacerdotes de las villas que ponen y exponen su vida por salvar las vidas de los jóvenes de la droga y su mafia. Conozco también mucha gente, especialmente ancianos y enfermos, que no pudiendo hacer nada extraordinario por la Patria han tomado quizás la tarea más silenciosa e importante: rezar cada día por el país, sus habitantes y gobernantes, pidiendo que descienda sobre nosotros la paz, la verdad, la unidad y el progreso para todos. Podría seguir con otros ejemplos y ustedes también seguramente conocen muchos más que son héroes cotidianos de la honradez, del amor y del servicio. Sólo debemos tenerlos muy presente y contárselo a muchos otros en nuestras conversaciones diarias (para que no sean estériles charlas de café); quizá ellos se unan a alguna de las iniciativas. No nos dejemos ganar por la desesperanza anestesiante. Cambiemos de actitud. Sólo tenemos que abrir los ojos, ver y contarlo: en medio de tanto desastre hay muchos y buenos signos de esperanza. Vos podés ser otro. ¡Vamos, animate!

Al finalizar aquella reunión un hombre dijo: “Dios está siempre junto a nosotros, esa es nuestra fuerza y esperanza; con Él podemos buscar juntos el camino. Vale la pena intentarlo”. Debemos intentarlo cada día; ese debe ser nuestro constante gran anhelo. “Regalémosle un hogar y una Patria al hombre moderno desarraigado. El tiempo que dediquemos a esta labor está bien invertido…Nuestra gran tarea es devolverle a nuestro pueblo un hogar, una Patria.” (P. Kentenich. Jornada “Lucha por la verdadera libertad” 1946)

Queridos hermanos, en una semana celebraremos el 25 de mayo, y en un año el bicentenario de la Patria. Celebremos agradeciendo por el don de esta bendita tierra y comprometiéndonos para mejorarla. Pidamos confiadamente a María por la unidad y el progreso moral y social de los argentinos. Trabajemos diariamente por ese fin.

El 25 de mayo los invito a unirnos en oración a varias comunidades que celebraremos la Sta. Misa en el Santuario de Luján y, en representación de toda la Familia de Schoenstatt, renovaremos la coronación a la Sma. Virgen como “Reina de la Patria Familia” hecha hace 21 años. Esa es nuestra herencia y nuestra gran misión que pide toda nuestra entrega, hoy más que nunca: una Patria con corazón de familia.

Les deseo un bendecido día de Alianza.

P. José Javier Arteaga

Familia viva, ¡esperanza argentina!

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