miércoles, octubre 08, 2008

P. Enrique Schaefer
Padres de Schoenstatt

Señor, ¡aquí estoy: envíame!
Is. 6,8

Hoy, 8 de octubre, falleció el P. Enrique Schaefer. Nació el 6 de junio de 1922 en Berlín, Alemania. En 1940, cuando terminó el bachillerato y recién había empezado la segunda guerra mundial, lo llamaron a las filas como telegrafista. Después de la guerra encontró su vocación sacerdotal. Cuando conoció algo de Schoenstatt decidió dedicar su vida al servicio de esta obra y entró en la comunidad palotina. Entonces se incorporó a la generación Ver Sacrum. Estudió en Schoenstatt y allá se ordenó sacerdote el 27 de julio de 1952. Celebró su primera misa en el Santuario Original.

Un año más tarde vino a la Argentina, donde trabajó primero como profesor en el seminario menor de los Padres palotinos en Turdera, más tarde como ecónomo en la administración. Trabajó un año en la Pampa, otro en Buenos Aires. Después volvió a Turdera y trabajó para la Familia de Schoenstatt. Muchos años fue capellán de Nuevo Schoenstatt y acompañó muy fielmente a las Hermanas de María.

Cuando se fundó el Instituto de los Padres de Schoenstatt en el año 1965, pasó a la nueva comunidad y fue su primer superior en la Argentina, hasta 1972. Esos años vivió en La Plata. Después más de 20 años en Buenos Aires. Ayudó a la Federación de Sacerdotes diocesanos, atendió grupos del movimiento en Palermo y viajó a Concordia para atender a la Familia de Schoenstatt. Cuando la comunidad se trasladó en 1994 a Florencio Varela, aceptó la atención de los católicos de habla alemana en Valentín Alsina y Temperley, lo que realizó hasta el final.

Hombre parco y sobrio, humilde y transparente, realista y franco. Hombre de acción y de pocas palabras. Lo caracterizó un gran sentido del deber y responsabilidad, trabajador y servicial, muy práctico y concreto. Generoso y disponible en todo y para todo: aún para los más suaves “deseos” de Dios y sus superiores. Y por sobre todo: fiel en todo y hasta el final.

Con plena lucidez, entereza y serenidad sobrellevó una dura enfermedad este último año en forma ejemplar, sin querer ser carga para nadie, dejándose ayudar humildemente cuando era necesario, sin claudicar y sin resistirse.

Así vivió: dispuesto a entregarse por Schoenstatt, como lo expresa en su ideal, y aquella palabra que eligió personalmente para su estampita de ordenación y también para su recuerdo póstumo: “Señor, ¡aquí estoy: envíame!”(Is 6,8). Así vivió y así partió. Con la misma disposición respondió esta mañana a su último llamado.

P. Juan Pablo Catoggio
Superior regional

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