Reservas interiores ocultas
Uno de los grandes anhelos del P. José Kentenich, fundador del
Movimiento de Schoenstatt fue educar al hombre libre interiormente. Libre de
todo lo contra‑divino para poder ser plenamente libre para Dios y su voluntad.
Y uno de los obstáculos más grandes en ese camino de la libertad cristiana es
el egoísmo, ese pequeño tirano dentro de nosotros mismos. Porque es mucho más
fácil, desprenderse de cosas o de la vinculación a otras personas que
deshacerse del apego a sí mismo. En lugar de girar en torno a Dios giramos en
torno a nosotros mismos. Y como productos de ese egoísmo encontramos las
reservas ocultas de nuestra naturaleza: esas cosas que retenemos para nosotros
mismos y que no estamos dispuestos a ofrecerlas al Señor.
¿Cuáles son nuestras reservas interiores
ocultas, que nos impiden una entrega total a Dios? ¿Cuáles son las cosas
que retenemos para nosotros mismos y no estamos dispuestos a ponerlas en manos
del Señor? Podemos distinguir dos tipos:
1. Reservas
del entendimiento
El hombre de hoy quisiera asegurar y comprender
todo con su razón. Pero en la vida nos encontramos con mucha oscuridad que la
razón humana no puede captar. También a nosotros nos resulta difícil aceptar
las cosas incomprensibles e inexplicables de la fe
Nos cuesta dar saltos mortales en las manos de
Dios, iluminados solamente por la luz de la fe. Nos cuesta entregarle al Padre
nuestra inteligencia humana y dejarnos guiar por Él a través de las disposiciones y conducciones que no logramos penetrar. Porque Él nos conduce, muchas veces, por
caminos oscuros que no podemos entender.
Mi tarea personal es, entonces, encontrar mis reservas del
entendimiento. Y cuando las haya descubierto, entonces tengo que colocar una
escalera para el entendimiento a cada una de mis reservas, subir por la
escalera y arriba encontrarme con Dios. Y allí arriba le voy preguntando: ¿qué
quieres decirme con esto? ¿Cuál es tu deseo detrás de aquello? Y después tengo
que colocar también la escalera para el corazón. Porque si no voy elaborando y
abrazando las oscuridades de la vida también con el corazón, no puedo llegar a
ser un hombre interiormente libre.
2. Reservas
del corazón y de la voluntad
También el corazón y la voluntad tienen sus reservas ocultas. El egoísmo
puede aparecer p.ej. como comodidad: cuántas veces buscamos justificar nuestro
aburguesamiento y nuestra comodidad, porque nos falta espíritu de sacrificio. O
nos negamos cambiar nuestro punto de vista, nuestro modo de obrar o pensar,
porque ya nos hemos acostumbrado a ello,
porque ya se han hecho rutina en nosotros.
Ahora,
si pensamos en el futuro, podemos descubrir una cantidad de reservas ocultas.
Para que el examen sea serio, cada uno tendría que pasar revista a todas las
posibilidades imaginables. ¿Qué es lo que no estoy dispuesto a entregarle a
Dios? ¿Le entregaré todo, excepto esto o aquello? ¿Qué me costaría más?
Tenemos que conocer las reservas ocultas que anidan en nuestro corazón y
eliminarlas. Son obstáculos en nuestro caminar hacia la santidad, hacia
Dios. Nos esclavizan a nuestro propio yo e impiden entregarnos al Padre. No
debemos descansar hasta que podamos decir: Padre, si quieres justamente eso o
aquello que a mí me cuesta tanto, entonces lo pido que me lo envíes. Es este
camino de la cruz que nos conducirá hacia la perfecta libertad interior.
Hemos de entregarle a Dios nuestro
entendimiento, nuestro corazón y, sobre todo, nuestra voluntad. Nuestra
voluntad propia debe crecer hacia una armonía más plena para con los menores
deseos de Dios, hacia una sumisión y conformidad total con su voluntad divina.
Esta es la perfecta libertad de los hijos de Dios.
El gran modelo de este espíritu de abandono
total es la Virgen María. En la hora de la Anunciación, con su “Fiat” (hágase según tu voluntad) le dio
a Dios la libertad plena de hacer con ella lo que quería.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Tomamos en serio nuestra lucha
por la libertad interior?
2. ¿Aspiramos al grado más alto de
santidad? ¿O nos quedamos, a medio camino?
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