domingo, noviembre 04, 2012


El amor comprensivo

 Padre Nicolás Schwizer
N° 138 - 01 de noviembre de 2012

Todos tenemos el anhelo y la necesidad de ser comprendidos. Y todos tenemos que hacer el esfuerzo de comprender a las personas que nos rodean, de colocarnos en el lugar de ellos, en su pensar y sentir, de captar el móvil de sus actitudes y reacciones.

 El amor comprensivo nos hace ver, en primer lugar, lo positivo en el hermano y no tanto lo negativo. Porque si no, él se sentiría y con razón oprimido, aplastado, caricaturizado.

Desgraciadamente, cuesta encontrar personas dispuestas a descubrir y aceptar los valores de los otros. Es común observar como una gran parte de los hombres se sienten celosos, cuando se destacan los valores de otros. Tienden a hacer comparaciones y a sentirse inferiores.

¿Y cómo debe ser esa comprensión?

a) En primer lugar es un comprender bondadoso y benevolente. Significa no juzgar o criticar a primera vista, sino tratar de comprenderlo al otro. Significa también perdonarle, si hace falta.

Comprender a alguien, significa perdonarle. Y significa tenerle paciencia, comprender el desarrollo orgánico del otro.

El héroe del amor al prójimo tiene un corazón lleno de bondad, ojos llenos de bondad, labios llenos de bondad, manos llenas de bondad.

b) En segundo lugar, es una comprensión enaltecedora.


El Padre Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt acostumbraba a decir que cada uno tiene derecho a tener 20 rarezas o anormalidades.

¿Qué significa entonces un comprender enaltecedor?

Cuando yo a pesar de todas esas rarezas creo en lo bueno del otro.
 
Cuando yo veo la luz a través de la confusión y la oscuridad del otro. Cuando a pesar de las fallas creo en la nobleza y en la misión de cada uno de los míos.

La tendencia a quedarnos en lo negativo, a descubrir y destacar lo malo del otro, nos viene del pecado original y hemos de vencerla. Cuando uno logra vencer esa huella frustrante, quedará admirado de cuánto hay de hermoso y de bueno en cada hermano. A través de esta lucha, uno no sólo aprende a aceptarse a sí mismo, sino que aprende a aceptar también a los demás tal como son.
 
La comprensión enaltecedora, la manera de ver al otro, tiene que concretarse después en la manera de tratarlo. Pero la base es “una confianza inquebrantable en lo bueno de cada uno”, incluso cuando lo bueno está escondido bajo mucha escoria.

c) Finalmente, la comprensión debe ser respetuosa

En el verdadero amor existen dos movimientos intrínsecos: uno de acercamiento y de unión, y otro de retroceso y de reserva. Este último es el respeto ante el otro o el detenerse y maravillarse ante la grandeza ajena. El amor encierra en sí no sólo un donarse, sino también un reservarse. Y esa reserva, ese respeto es incluso más importante que la donación. Y lo mismo frente a los hijos, en la educación: respeto ante cada destino, ante cada originalidad, ante toda vida ajena. Porque en lo más profundo es respeto ante Dios y su presencia en los míos.
 
 
Preguntas para la reflexión

1.      ¿Me es fácil ver lo bueno en los demás?
2.      ¿Soy consciente de mis propios defectos?
3.      ¿Cuántas rarezas tengo, 15, 20… o más?
 
 
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