viernes, abril 18, 2008

Carta de Alianza abril 08
Queridos hermanos en la Alianza:

Hace unos quince días me encontré con un grupo de jóvenes universitarios, y mientras analizábamos las voces de nuestro tiempo y qué nos decía el Señor en los acontecimientos, uno de ellos resumió su opinión con un “¡estamos para atrás!”. En esa expresión tan usual hoy entre los jóvenes él sintetizaba su angustia, su bronca y su impotencia ante la realidad argentina. “¡Estamos para atrás!” Tal vez los adultos diríamos “estamos mal”, pero creo que esas palabras, en un castellano deficitario, expresan literal y gráficamente una opinión generalizada: los argentinos estamos caminando para atrás.

Cuando en el 2008 escuchamos frases como “les tengo un odio visceral, lo único que me mueve es el odio contra ustedes", cuando vimos el desabastecimiento de alimentos de primera necesidad en los supermercados, cuando muchos salieron a las calles para “cacerolear” su desacuerdo, cuando escuchamos denuncias de “aprietes” y “persecución” económica y/o ideológica de diferentes lados, cuando medio país se tornó intransitable por los cortes de rutas, cuando la “opinión opositora” es considerada como “opinión enemiga” y cuando vemos grupos organizados que agreden físicamente a opositores o “enemigos” políticos, entonces nos parece estar reviviendo las épocas traumáticas y violentas del ´55, ´66, ´73, ´76, ´01 (por poner algunas fechas), entonces nos parece estar caminando la historia argentina para atrás. Es un frustrante y doloroso retroceso en el respeto y la convivencia ciudadana y republicana; es un retroceso que nos impide ver y aprovechar todas las buenas oportunidades de crecimiento en lo social, en lo institucional y en lo económico. Quien camina mirando para atrás (y mirando mal), termina tropezando y cayendo. Esa es nuestra historia que creíamos aprendida y superada. “La Argentina se está fosilizando. Una esclerosis conceptual creciente estanca al país en debates seniles que nos distancian cada vez más de los desafíos del presente.” (Santiago Kowadloff, Escenas de la tragicomedia nacional, La Nación, 13 de abril 2008).

Pero hay algo más: cuando miramos líderes políticos, sociales o empresariales y vemos su intransigencia, arrogancia, parcialidad en los juicios, mentiras y actitud confrontativa vemos también un poco de nuestra actitud como país. Algún psicólogo social diría que rechazamos en ellos lo feo que vemos en nosotros mismos. Porque debemos reconocer que esa intransigencia, parcialidad de juicios, mentiras y actitud confrontativa la tenemos también en nuestras calles, en nuestras universidades, oficinas, escuelas y familias.

La Iglesia ha pedido y nos ha recordado la trascendental importancia del diálogo sincero para poder ser Nación. En este mismo sentido como Movimiento de Schoenstatt también desde hace años nos hemos propuesto trabajar para revertir esta Patria en “estado de jungla”, como diría el P. Ángel Strada, tratando de forjar una Patria con espíritu de Familia, es decir, una Patria donde primen la voluntad de ENCUENTRO por sobre la disgregación, la voluntad del DIÁLOGO respetuoso por sobre el rechazo y la exclusión, la voluntad de la VERDAD por sobre el engaño y la corrupción, y la voluntad de PARTICIPACIÓN y el BIEN COMÚN por sobre el interés partidista o sectorial. Encuentro, diálogo, verdad, participación y bien común; se trata de una actitud de vida que renueve nuestra vida, una actitud de ALIANZA.
Dicen que las crisis encierran rupturas, cambios y oportunidades y en ellas sabemos que resuena la voz potente de Dios que nos interpela a dar respuesta según los dones y carismas que hemos recibido. Hoy estamos llamados a ser hombres y mujeres de Alianza; matrimonios en actitud dialogante de alianza; jóvenes que encaren sus vidas desde la dinámica del encuentro de la alianza; ciudadanos que buscan la asociación con otros en alianza. Sería muy penoso que redujéramos la Alianza de Amor con María a un vínculo personal – intimista y que no diera frutos en nuestra vida cotidiana, que no revirtiera nuestras actitudes de vida con los miembros de nuestra familia, con las demás personas, y en la forma de encarar nuestras responsabilidades privadas y públicas. Por el contrario, la Alianza de Amor con María nos lleva al encuentro profundo y transformante con Cristo, quien nos recuerda y anima: “Ámense unos a otros como yo los amé”.

Como discípulos de Cristo estamos llamados a ser factores de unidad en todas partes. No claudiquemos en la esperanza, discípulos y misioneros de la Alianza. Los invito a reflexionar responsable y creativamente para fomentar el diálogo y el encuentro no sólo para superar este difícil momento sino para desarrollar una nueva actitud de vida, como hijos de Dios y ciudadanos de esta tierra, una cultura de Alianza.

Unidos al P. Kentenich recemos a María, la Madre del pueblo argentino:

Madre, con tu Hijo Divino
desciende a los caminos de nuestra Patria,
para que siguiendo sus huellas,
encuentre paz verdadera y estable.
Patria, sólo tendrás salvación
si en amor te unes a María y a su Hijo.
Amén

Desde el Santuario reciban un cordial saludo,

P. José Javier Arteaga

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