miércoles, octubre 31, 2007



Esclavitudes exteriores y el no apostólico

Un campo que influye fuertemente sobre nuestra libertad interior son las presiones que nos llegan de parte de otros. Son por ejemplo: presiones de personas cercanas “que quieren sólo lo mejor para nosotros”. Y con ese motivo nos invaden.

Muchas veces lo permitimos, porque nos sentimos inseguros, no sabemos qué hacer. O nosotros mismos miramos de reojo a los otros, para ver como lo hacen ellos, como lo hace la mayoría. O queremos quedar bien ante los demás, para que no nos critiquen.

Pero yo soy yo mismo. Tengo que vivir mi propia vida, con mi estilo y ritmo particulares, mis límites y mis originalidades. Mis prioridades determinan mis decisiones. Los otros no pueden decidir sobre mí, con sus pedidos, sugerencias y presiones.

Es verdad, tengo que mantenerme sensible frente a las necesidades de los demás. Pero no pueden avasallar mi libertad interior, obligarme a hacer algo que no quiero hacer. En esto tienen que unirse, a la vez, ternura y firmeza.

Otro peligro son los medios de comunicación que quieren presionarnos y manipularnos. Resulta que estos medios, muchas veces, piensan por nosotros, deciden por nosotros, planifican el futuro por nosotros. Y a lo mejor les permitimos que nos impongan todo. Y así nos convertimos, de a poco, en esclavos de la opinión pública o como diría el Padre, en hombres masificados. Y así vamos perdiendo la capacidad de tomar interiormente posición frente a lo que escuchamos, a lo que vemos o leemos.

Fruto de esta mentalidad es lo que el Padre Kentenich llama el hombre-cine u hombre-televisión. Es el hombre discontinuo que vive de sensación en sensación, de impresión en impresión, a toda velocidad, sin parar, sin brújula y sin sentido.
Un símbolo típico de esto es el zapping. De este hombre dice el Padre Kentenich, que ha perdido su alma, que es la discontinuidad personificada, la perfecta despersonalización. Aquí tienen, con pocas palabras, la enfermedad y la cruz del hombre moderno: Es un hombre que vive y depende de sensaciones superficiales.

Y allí está también la moda, eje alrededor del cual gira la sociedad posmoderna. Las “revistas del corazón” hacen de transmisor: por ejemplo la mujer light imita la forma de vestir de los personajes que en ellas aparecen, sus expresiones, su tipo de vida vacía y rota. Y todo esto termina en la frivolidad y superficialidad.

Tenemos que ser más críticos frente a la sociedad moderna, y frente a los valores-antivalores que propaga. Y también tenemos que procurar hacer una síntesis serena de todas las noticias e impresiones que nos bombardean.

Otro tema importante para nosotros es el de las ocupaciones, compromisos y tareas apostólicas. Muchos de nosotros somos gente muy ocupada, y gente ocupada es gente importante. Sin embargo, puede ser que seamos simplemente adictos al trabajo. A lo mejor tenemos mucho de Marta y poco de María. Y a pesar de ello tal vez no podemos cumplir con todo. Entonces, ¿qué podemos hacer?

Primero tendríamos que tener claridad sobre nuestras prioridades personales. Ayuda mucho sobre todo en tiempos de sobrecarga.

Y lo otro: ¿no será que no sabemos decir que no, cuando nos piden algo?
También en el apostolado: el no apostólico es tan importante como el sí apostólico. Así puedo dedicarme a aquel apostolado para el cual tengo inclinación y carisma. Cuando me proponen alguna tarea, conviene no aceptarla enseguida sino pedir tiempo para pensarlo o conversarlo con el cónyuge.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Repito lo que dicen los medios de comunicación, como verdades absolutas?
2. ¿Cuánto influye en mí, la ropa de moda?
3. ¿Me cuesta decir que no a los pedidos. O decimos que sí y luego no cumplimos?


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