jueves, mayo 17, 2007




Carta de Alianza mayo 2007

En estos día hemos sido testigos de la visita del Santo Padre, Benedicto XVI, a Brasil y de la apertura de la V Conferencia general del Episcopado Latinoamericano en el Santuario de Aparecida. Y digo “testigos” en el sentido evangélico, ya que hemos contemplado y escuchado al Papa que viene a traernos su mensaje, a congregarnos en torno al Pastor y a animarnos a ser, con él, mensajeros de la Vida en Cristo a nuestros pueblos. El cardenal Francisco Javier Errázuriz, presidente del CELAM, al saludar al Santo Padre le decía:
“Nos emociona este encuentro tan esperado con Vuestra Santidad junto a Nuestra Señora Aparecida en esta ciudad santa, verdadera capital de la geografía de la fe. Nos llena de gratitud y confianza la oración interrumpida de nuestra Iglesia, que implora con María, la Madre de Jesús, para sus pastores y para quienes colaboran con ellos, como también para toda la Iglesia, una nueva irrupción del Espíritu Santo, un nuevo Pentecostés.”

Éste es el gran pedido y el anhelo: que la V Conferencia sea una irrupción de Vida y Gracia, un nuevo Pentecostés para la Iglesia en América.

El lema de la V Conferencia ha sido una de las fuentes para nuestro lema de año de Familia Nacional: discípulos y misioneros de Cristo.

¿Qué significa para nosotros ser hoy discípulos de Cristo?

1. Un llamado:
Jesús llama a su seguimiento: “Ven y sígueme” (Lc, 18, 22) En esa experiencia se funda la vida del discípulo: el Señor me llamó. No es el discípulo el que elige al Señor, sino el Señor es el que llama al discípulo; Dios tiene la iniciativa (Jn. 15, 16-17)

2. Un encuentro personal:
Cuando el llamado es respondido libremente se produce un verdadero encuentro. El encuentro personal con Jesucristo es la razón de vida del discípulo. Por el encuentro vital con Cristo el discípulo descubre quién es y para qué vive; encuentra el sentido de su vida. “La iglesia vive por ese encuentro y es la razón más profunda de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestra caridad” (Doc. de Part., Nº 39, CELAM)

3. En comunión eclesial:
El llamado personal de Cristo a cada discípulo es manifestación de un amor exclusivo pero no excluyente. Por eso la conciencia de ser llamados crea entre los discípulos la comunión fraterna. Esa comunión fue el intimo deseo de Cristo en la oración a su Padre: “Te pido Padre que todos sean uno, lo mismo que lo somos tú y yo.” (Jn. 17, 21) El verdadero discípulo de Cristo está unido a la comunidad eclesial por su vínculo a una parroquia, a un movimiento, a una comunidad, etc. y participan activamente en ellos según su identidad y vocación (Doc. de Part. Nº 66-73).

4. Discípulos para la misión:
Ser discípulo de Cristo implica ser enviado a continuar la misión de Cristo en la tierra. Nadie es verdadero discípulo del Señor si no se siente, también, impulsado a anunciar su Reino. “Como el Padre me ha enviado yo también los envío a ustedes” (Jn. 20, 21). El campo de la misión es cada ambiente, todo el mundo, todas las realidades, comenzando por la propia de cada día. Especial atención nos merecen los más pobres, y una urgencia actual es la defensa de la vida humana desde la concepción hasta su muerte natural (Doc. Part. 78-88).

5. Con María, la primera discípula y misionera:
Ella encarna el modelo de la que escucha el llamado del Señor, responde libremente, participa en comunión y sale a compartir lo recibido (Lc. 1, 26-56). Según el Padre Kentenich, María es “modelo y modeladora” del discípulo del Señor, prototipo de la Iglesia misionera. Como Madre de la Iglesia Ella, hoy, sigue implorando la fuerza del Espíritu Santo sobre los discípulos de su Hijo para que en Él y con Él sigamos construyendo el Reino del Padre aquí en la tierra.

6. En la escuela del Padre Fundador:
El Señor ha inspirado en la Iglesia a los largo de los siglos muchas comunidades, movimientos y familias espirituales que dan respuesta a las necesidades de los hombres en un tiempo determinado. Los Fundadores son así padres que dan vida espiritual en Cristo, caminos que conducen a Él. Por el vínculo con el Padre Kentenich nos sentimos llamados a ser discípulos de Cristo con un marcado carácter mariano, familiar y apostólico. Esa es su herencia y nuestra misión.

Como Familia de Schoenstatt queremos acompañar a nuestros obispos reunidos en Aparecida y pedir sobre ellos la Luz del Espíritu Santo. Queremos responder, como María, con prontitud y decisión al llamado del Señor. Queremos ser presencia viva de Cristo para las necesidades y anhelos de nuestro pueblo.

Querida Familia de Schoenstatt, en este mes que festejamos Pentecostés y el 25 de mayo, pidamos a la Sma. Virgen que el Espíritu del Señor inunde nuestros corazones con la fuerza de su amor, que irrumpa en un nuevo Pentecostés para la Iglesia, y desde cada Santuario nos envíe como discípulos y misioneros para anunciar y construir la Patria Familia.

Desde el Santuario les deseo un bendecido día de Alianza.

P. Javier Arteaga

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