Educación de los afectos
y sentimientos
Padre Nicolás Schwizer
N° 178 - 01 de marzo de
2016
1. Aceptar los sentimientos
y afectos. El primer paso es aceptarlos
con alegría. Si Dios nos da un corazón capaz de sentir, hemos de aceptarlo.
Nuestro ideal no es el hombre insensible, frío, sin pasiones.
Sin sentimientos nos convertiríamos en máquinas, en
seres sin alma, en caricaturas del ser humano. La sensibilidad nos permite
sentir con el otro, nos permite gozar de una obra de arte y de la hermosura de
la naturaleza. Tal vez habría que recorrer uno a uno los afectos y sentimientos
que es capaz nuestro corazón, para valorarlos, verle su sentido y función, y
agradecer por ellos. Nos dice el Padre Kentenich, fundador del Movimiento de
Schoenstatt: “no existe ningún hombre
auténtico sin sentimientos; no existe ningún gran hombre sin grandes pasiones”.
2. Clarificar y objetivizar
(inteligencia). Los
afectos y sentimientos brotan espontáneamente, son reacciones instintivas. Por
eso necesitan, para humanizarse, de la iluminación por la inteligencia.
Deben ser “asumidos” en nuestro
espíritu, deben clarificarse, para poder ver sus virtudes y sus limitaciones.
P.ej. el amor materno instintivo, que se dirige sólo a los propios hijos, tiene
que iluminarse por la razón para abrirse a otros seres también, que necesitan
afecto y servicio.
También los sentimientos negativos necesitan de
la clarificación de la razón. Si brota en mi corazón una antipatía por alguien,
ese afecto debe esclarecerse y objetivizarse. Debo tratar de descubrir los
valores y los aspectos positivos del otro, y regular así la reacción instintiva
primaria. Lo mismo con una herida que me causa un hermano. Tengo que descubrir
la llaga, buscar dónde está el motivo y así se puede curar.
Es necesario, entonces, que nos conozcamos en
nuestras reacciones, que reflexionemos sobre aquello que sentimos. Nada debe
ser dejado al arbitrio de la pura espontaneidad de los afectos ciegos. Y cuando
hablamos de esclarecer, siempre pensamos en el intelecto iluminado por la fe.
3. Encauzar (voluntad). Los sentimientos y afectos no deben ser
reprimidos. De lo contrario, crean en nuestro interior un estado de alarma, una
neurosis y son fuente constante de problemas psicológicos. Nuestra vida
afectiva tiene que ser recogida, dirigida y puesta al servicio de un ideal
superior.
Es nuestra voluntad que cumple con esa tarea:
asume los afectos y les da un cauce. Pero no se trata de un dominio despótico
de la voluntad, sino más bien de un dominio diplomático: un dominio que invita,
asume, canaliza y apela a lo positivo.
Canalizar los afectos significa darles respuesta:
la razón muestra el camino que deben seguir, y la voluntad asume el afecto y lo
conduce por ese camino. En algunos casos significa también, que se satisfacen
sus impulsos en un plano superior. P.ej. cuando un ansia de cobijamiento
sensible no puede o no debe satisfacerse en el plano sensible; con más razón
debe encontrar satisfacción en el plano espiritual‑sobrenatural, lo cual
responde también al anhelo íntimo del instinto. Canalizar significa también,
que los sentimientos primero deben ser podados, purificados.
4. Purificar y ennoblecer. Ya sabemos que en nuestro ser y especialmente
en la vida instintiva y afectiva, existe un desorden causado por el pecado original, desorden que es confirmado y agravado
por nuestros propios pecados personales. P.ej. si mi apetito no es moderado, se
va creando en mí una disposición a la gula; si no me modero en la bebida, me
convertiré en un alcohólico. Cada uno siente el peso de este desorden, sentimos
que la naturaleza tira para abajo, y que cuando hemos obrado mal, la caída deja
una huella en el alma que la predispone a seguir el camino errado. A pesar de
los esfuerzos de la inteligencia y de la voluntad, se ha creado una inclinación
malsana.
Para ordenar esos afectos debemos purificarlos y
ennoblecerlos: quitarles los
vestigios del sensualismo, subjetivismo y egoísmo; librarlos de antipatías,
envidias y apegos esclavizantes. Tenemos que aprender a saber renunciar, cortar
y podar las desviaciones. La autoeducación exige sacrificios. Pero no se trata
de hacer sacrificios por hacer sacrificios. La renuncia está orientada hacia la
meta del hombre maduro, hacia el desarrollo pleno del amor en nuestra vida. Una
vida instintiva ordenada favorece, impulsa y asegura la auténtica libertad, en
el amor y para el amor.
Pregunta para la reflexión
¿Conozco los afectos de mi persona que debo purificar
y ennoblecer?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario