Marzo 2016
Queridos hermanos en la Alianza,
En la primera Carta de Alianza de este año, quiero compartirles el lema que
definió la Central y la Presidencia del Movimiento de Schoenstatt Argentina para
el 2016: “Misericordiosos como el Padre,
salgamos al encuentro”. Se enlaza así el desafío de la Iglesia y lo que
veníamos trabajando el año pasado.
El lema nos recuerda lo que los schoenstattianos
llamaríamos el “ideal personal” del Papa Francisco: “miserando atque eligendo”
dice su escudo episcopal, “mirándolo con misericordia, lo eligió”. Dios nos
mira, golpea la puerta de nuestro corazón, nos pide permiso para ingresar y regalarnos
un encuentro de reconciliación y ternura. Si aceptamos su invitación, lo que
sucede en la oración y el diálogo interior, experimentaremos su misericordia.
Esa experiencia nos asemejará a Jesús y a María y podremos salir al encuentro de
los demás, para ser también nosotros misericordiosos.
Juan XXIII, al iniciar el Concilio Vaticano II, afirmó
que la Iglesia debía usar la medicina de la misericordia mucho más que la severidad
de la ley o la justicia. Al finalizar dicho concilio, Pablo VI confesó que la espiritualidad
del samaritano había penetrado el Vaticano II. Cincuenta años después, el Santo
Padre Francisco abría en Roma la Puerta Santa iniciando el “Año santo de la
Misericordia”.
Nuestro Padre Fundador escribió, después de 14
años de destierro, que esos largos años de Milwaukee le habían servido para certificar
la imagen de Dios Padre que Schoenstatt cultiva: un Padre lleno de amor.
“Sabíamos también que en ese amor de Dios
teníamos que incluir como característica fundamental, su misericordia. Pero lo
que resulta nuevo para nosotros es la grandeza extraordinaria de ese amor
divino y misericordioso.” decía el padre Kentenich en diciembre del 65.
De allí deviene la imagen del
hijo, pecador y miserable, y por eso siempre digno de la misericordia del Padre
que lo acoge para darle su apoyo y cercanía.
¿Cómo
vivir este lema de año? Traspasando la puerta de nuestros Santuarios como puertas de
misericordia. Mirándola a la Mater podemos repetir el lema varias veces,
deseando que esa misericordia nos inunde. El Santuario es como el redil (Juan
10) donde Jesús es la Puerta, que nos conduce al hogar, a la vida.
Jesús es Puerta para entrar y para salir. Entrar para llenarnos del
espíritu de misericordia. Salir para ir al encuentro de los hombres, al
encuentro de los espacios donde están sus problemas, sus angustias y sus alegrías.
En la exhortación apostólica La alegría del Evangelio se afirma: “La Iglesia tiene que ser el lugar de la
misericordia gratuita donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado,
perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio” (EG 114). ¿Podrán
ser nuestros Santuarios lugares de la misericordia gratuita? ¿Podrán ser
nuestros Santuarios como esos “hospitales de campaña” donde después de una
batalla se curen las heridas del desamor, el odio, la soledad o la tristeza?
Pronto viviremos la Semana Santa. Al hacer memoria
del dolor de Jesús, podemos recordar vivencias que nos causaron daño. Incrustar
en la Cruz del Señor esas experiencias y reconciliarlas con su sangre y con su
muerte será también vivir la misericordia. Recordemos también momentos de
alegría que serán el anticipo de la Pascua. En ella ponemos la confianza: si Dios
y la Mater fueron fieles y misericordiosos en el ayer, lo serán también en el
mañana.
Vivir
la misericordia no es algo fácil. Y aunque tengamos la intención a veces no
alcanza. ¿Estás dispuesto a perdonar a las tres personas que más te hirieron en
la vida? ¿estas dispuesto a pedir perdón -nuevamente- a las tres que más lastimaste
en el pasado? Las “obras de misericordia” no son fáciles: perdonar al que habla
mal de nosotros o nos critica maliciosamente, disimular los defectos de los que
nos rodean o entregar algo de nuestro placard (no siempre lo que no nos sirve)
a quien no tiene para vestirse. Pero podemos decidirnos, muchas veces no sin
sacrificio, a despertar nuestra conciencia aletargada.
Queridos hermanos,
en este día 18, víspera de San José, les deseo una Semana Santa muy fecunda y
una gozosa mañana de la Pascua. Los bendigo desde nuestros Santuarios.
P. Guillermo Carmona.
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