miércoles, marzo 04, 2009

¿Qué quiere regalar Dios a través de Schoenstatt y
a través tuyo a la Iglesia y al mundo de hoy?

Prédica del P. Juan Pablo Catoggio en la Fiesta de Sión 2009

Queridos hermanos,
1. Celebramos los 15 años de nuestro Santuario de Sión. La Providencia esta vez nos “corrió” con la lluvia a la Iglesia de Dios Padre: nuestros Santuarios están íntimamente unidos, justamente cada uno a su manera, pero necesariamente juntos, son “Santuarios del Padre”, Nazareth del Padre y Sión del Padre.

¿Qué significa el Santuario para nosotros?

Nos regaló y regala un centro, para volver siempre a encontrarnos y no perder nuestro centro, un hogar donde recalamos una y otra vez, para entregarle a María nuestros cansancios, confiarle nuestras preocupaciones y proyectos, donde le consultamos si vamos bien, donde volvemos a recuperar nuestras fuerzas.

En el Santuario Dios llama a los que elige, y así nos ha regalado – gratuitamente y con generosidad – cada vocación.

El Santuario es nuestro hogar y nuestra escuela, es nuestro norte y nuestra brújula, nuestro manantial.

¿Cuál es el secreto de todo esto? Es el Santuario, la presencia del Dios vivo entre nosotros, la fuerza de María en la Alianza de Amor con ella en el Santuario. Lo dije muchas veces: para los schoenstattianos el Santuario es nuestro “domicilio”, a nadie le falta casa, todos somos propietarios” del Santuario.

2. A comienzos de este mes se reunieron en Schoenstatt unos 90 delegados de 32 países para intercambiar y planear el 2014. Partieron de esta pregunta:
¿Qué quiere regalar Dios a la Iglesia y al mundo a través de Schoenstatt? Hoy y en el futuro, no sólo hace 100 años.

Yo quisiera bajar esa pregunta más concretamente:
• ¿Qué te regala Dios a vos por medio de Schoenstatt?
• ¿Y qué le regalás vos a Schoenstatt?
• ¿Y qué quiere regalar Dios a nuestra patria a través de Schoenstatt y a través tuyo en esta hora?

Les dejo las dos primeras, y reflexionaremos sobre la tercera pregunta. Pues sólo así, como diría San Pablo, “dejando lo pasado y lanzándonos hacia delante” (Fil 3), podemos celebrar 100 años de Schoenstatt, no “escribiendo” la historia pasada, sino “haciendo” la
historia del mañana.

3. Vivimos momentos difíciles y exigentes: la crisis financiera global amenaza con una recesión y desempleo de gran magnitud, ni siquiera los aires de cambio y esperanza que trajo Barack Obama parecen serenar los ánimos – y menos los mercados. Muchos se debaten entre ilusiones y miedos.

Cualquier provocación o simple excusa sirve para encender la violencia y desatar nuevas guerras. En nuestra patria parece que no podemos o no queremos darnos cuenta. Detrás de las luchas de poder quedan postergadas las verdaderas necesidades y los verdaderos necesitados. Imaginamos enemigos y conspiraciones y tapamos los problemas reales. Y así nos encaminamos – casi frívolamente, ¡cómo se ha frivolizado la política! – hacia… ¿hacia dónde? ¿quién lo sabe?

Nos falta una cabeza. Disgregados por falta de un centro, confrontados por falta de un proyecto y sueño común, sin rumbo por falta de una mano que abra horizontes y señale el camino, sin
valores que valgan la pena por la falta de ejemplos creíbles y convincentes, sin fuerzas por falta de hombres y mujeres a la altura de las circunstancias, nos faltan líderes, nos falta una cabeza.

4. Así nos acercamos al bicentenario de nuestra patria el año próximo. ¿Qué quiere regalar Dios a través de Schoenstatt y a través tuyo a la Iglesia y al mundo de hoy?

Escuchemos estas palabras:
“Es una misión que nace de la época, es una misión para la época. Quien quiera comprender Schoenstatt, debe comprender la época. Cada uno de nosotros lo experimenta: vivimos en una época que se asemeja a un volcán. Se teme – y momento a momento se corre el peligro – que vaya a estallar y que la lava entierre en su camino a una parte del mundo. El miedo recorre el mundo… En todas partes reina el temor y el temblor. Los pueblos suspiran de miedo…¡Miedo! Y movidos por ese miedo vemos masas de hombres que se arrojan a la economía. El ansia de infinito no encuentra satisfacción alguna. Cristo no está más, pero el impulso interior hacia lo infinito no se deja acallar. Por eso hacia la economía, hacia el mundo de la economía. Y movidos por igual actitud se arrojan a los placeres de este mundo. ¿Y la reacción? Lo sentimos: el corazón
sigue vacío, infinitamente vacío… Sí, renovación del mundo, en una época en que todo está en crisis, en que el Dios personal ha muerto y por eso se destruye la personalidad del hombre, en una época en la que la humanidad se desliza hacia el abismo. En espíritu vemos un pequeño Santuario, mucho más pequeño que los grandes Santuarios… No atraerá a personas que vayan en busca de comodidad sino a hombres y mujeres que quieran intervenir en la historia y no teman ponerse altas exigencias. En espíritu vemos una, no sé cuántas casas, la Casa provincial de las Hermanas, una universidad… Y todos esos edificios: ¿qué pretenderán? Plasmar hombres y mujeres que intervengan vigorosamente en el destino, en la historia del mundo actual.”
Son de nuestro profeta, cuando en 1949 bendijo la piedra fundamental del Santuario del Padre. ¡Qué actuales!

Queremos ayudar a construir la Argentina del bicentenario, como lo queremos hacer ahí donde Dios nos llame a forjar su reino: en Paraguay y Uruguay, en Italia o en Nigeria.

Dios en Schoenstatt nos regala un sueño, un proyecto de la Nación de Dios, de una patria nueva.
Nos regala un hogar donde recalar siempre y recargar nuestras fuerzas.
Nos regala una escuela de dirigentes nuevos, de nuevos “padres de la patria”.
Nos regala vocaciones, de todo tipo, que con fuerza se consagren al servicio de su reino.
Nos regala la fuerza de la alianza, la fuerza de aquel Dios que María canta en el Magnificat, por su misericordia, por su poder y por su fidelidad, ese Dios que cumple sus promesas y para el que nada es imposible.

La película “Bella” de Verastegui comienza con una excelente frase:
“si quieres hacer reír a Dios cuéntale tus planes” – Dios se ríe de nuestros planes, son pequeñeces para Él. Nosotros, que en Schoenstatt aprendimos el a menudo difícil idioma de la
Providencia, podemos también decir: ¡si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes, si quieres asombrarte, pregúntale por los suyos!

5. El Papa nos propone un año paulino, para que la Iglesia, los cristianos, nos encendamos con la pasión de este gran santo que cimentó los orígenes. Schoenstatt nació y creció bajo su bandera.
Con nadie, absolutamente, se identificó el Padre tanto como con él.
Pablo es el hombre de una gran pasión por Cristo, por quien se sabe amado al extremo, “que me amó y se entregó por mí” – ¡por eso Cristo es su vida!

Pablo es el apóstol y misionero por excelencia: ¡no puedo no predicar el evangelio! Me hago todo para todos. Aquel que se entrega como su maestro por los suyos. ¡El Padre dice desde la
cárcel que cada día lee Filipenses 1! Es el hombre universal: corazón de Pablo, corazón del mundo.

6. En este espíritu queremos encarar las cosas y compartir con ustedes, como de costumbre, nuestros proyectos y grandes inquietudes:
• Como ven, será un año decisivo en esta aventura de acompañar a nuestros hermanos en la fundación de Schoenstatt en Nigeria. Dos están ahora por primera vez de visita. Dos vendrán hacia fin de año para quedarse por un par de años en nuestra región y vivir y aprender el trabajo con el movimiento en nuestra Familia de Schoenstatt de Paraguay y de Argentina. Y como saben, el P. Andrés partirá después de Pascua por tres años para allá. Vamos todos con él – él, ustedes, nosotros todos.
• Este año tendremos dos ordenaciones sacerdotales, el 2 de mayo en Córdoba. ¿Cuántas vocaciones nos regalará la Mater para el curso del bicentenario, del 2010? Depende de ustedes y
de nosotros. Les ofrecemos una estampita por los 15 años del Santuario con la oración por las vocaciones: quizá podemos ofrecer especialmente nuestro Capital de Gracias en los Santuarios la primera semana de cada mes.
• Y queremos pedir a Dios que nos regale la actitud generosa y sencilla del P. Enrique. Ese espíritu queremos para Sión y para toda nuestra familia de Schoenstatt: “¡Heme aquí, Señor,
envíame!”

Cuando murió el Padre Fundador – 1968 -, el P. Enrique, entonces primer superior de nuestra comunidad, nos representó en su funeral. En el ataúd colocó una cajita con tierra argentina y una
pequeña carta en la que decía: “Querido Padre, recibe esta tierra argentina que hace años visitaste, que tan profundamente amaste y que ansiosamente te estuvo esperando. Te la enviamos envuelta en la bandera para que te hable de nuestro dolor en estos momentos, de
nuestra gratitud por tu vida y de nuestros anhelos. Ahora que no puedes venir y muchos no te verán, queremos ser nosotros portadores de tu persona, imitadores tuyos y continuadores de tu
obra… queremos ser transparentes tuyos y transmitir tu espíritu a esta tierra sirviendo sacerdotalmente a la Familia, la Iglesia y el pueblo argentino”.

“¡Heme aquí, Señor, envíame!”

Fiesta de Sión, 22.02.09

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