sábado, marzo 07, 2009

Circular del P.Alberto Eronti para Cuaresma

Buenos Aires, Cuaresma del 2009

Queridos hermanos:

En la circular que les envié con motivo del último Adviento, intenté hacer una interpretación evangélica de lo que estaba ocurriendo en el mundo: la crisis económica había puesto de rodillas a los habitantes del planeta. Una economía deshumanizada y centrada en el afán de lucro desmedido, provocó un verdadero terremoto en las naciones del así llamado “primer mundo”, pero la conmoción alcanzó a todos los pueblos sin excepción. Ya hay millones de personas que han quedado sin trabajo y todo hace pensar que crecerá el número de indigentes. Los “termómetros” de la economía global oscilan constantemente y los ojos de millones de personas están fijos en los índices con los que se mide el sube y baja de la misma. La inseguridad, la incertidumbre, el miedo al futuro próximo se instaló fuertemente en el sentir colectivo, produciendo stress y depresión a quienes se ven obligados a vivir al día.

¿Qué hacer ante semejante situación? Lo primero es recordar que en el centro de la crisis, que como una morsa, está el hombre, es decir nosotros. No son los números los que sufren, son personas. Precisamente, por ser personas, una situación como la que vivimos produce una profunda experiencia de desvalimiento, desazón y desesperanza. ¡Cuántos sueños y proyectos fueron barridos de golpe!

Lo segundo es reaccionar desde dentro de nosotros mismos: cada uno, cada familia, cada grupo humano ha de reaccionar lo más adecuadamente posible. Si no se reaccionara personal y familiarmente, lo que peligrará es lo que alguien llamó muy gráficamente “La paz económica en los hogares”. ¿Qué significa esto? Significa que hay que aprender a “achicar” gastos, renunciar a proyectos propios de un tiempo de bonanza pero no de crisis. ¡Cuántas discusiones entre esposos a raíz de lo económico! ¡Cuántos desencuentros entre padres e hijos por este motivo! Decididamente, no es lógico vivir como si nada pasara, porque pasa y pasará más y hemos de vencer y no ser vencidos por la realidad.

Lo tercero es un control del egoísmo desmedido. La reacción natural de quien experimenta inseguridad material y existencial, es pensar sólo en sí mismo. La situación actual nos brinda no sólo la posibilidad de replantearnos el tema de la sobriedad, la austeridad y la pobreza evangélica, sino también el de la solidaridad, sabiendo ver las necesidades de quienes conviven con nosotros. No puedo sino recordar la parábola llamada “del buen Samaritano”: dos sacerdotes vieron al hombre caído y herido y se alejaron, un pagano también lo vio, se acercó, lo socorrió y llevó para que fuera atendido. Será bueno entrenarnos para ver, para aproximarnos, para ayudar. Esto no sólo nos libera de toda tendencia egoísta, sino que nos hace libres y por eso más humanos.

En cuarto lugar, y lo que da “alma” a lo dicho, es la mirada de fe. Una antigua publicidad señalaba “donde muchos ven problemas, algunos ven oportunidades”. Se refería a oportunidades económicas, nosotros queremos referirnos a oportunidades espirituales y para el espíritu. Justamente escribo esta carta al inicio del tiempo litúrgico de la Cuaresma. En la catequesis se nos enseñó que es un tiempo de “hacer penitencia”. Dicho así no se entiende todo lo que significa: la Cuaresma es una oportunidad que nos brinda Dios en la vida de la Iglesia año tras año. Es una oportunidad para la libertad, para la pacificación, para la reconciliación, para la esperanza… La otra palabra que aprendimos es “conversión”. La conversión es “ir a más”, ir de menos a más. Más humanos y por eso más creyentes, más creyentes y por eso más humanos. La Cuaresma culmina en la Pascua, que significa “paso”, por eso “ir a más”, es pasar hacia, es crecer en lo noble, en lo bueno, en lo justo, en lo solidario, en el desprendimiento, en la libertad. Por fin, la otra palabra es “ayuno”. Normalmente lo canalizamos dejando de comer ciertas cosas o comiendo menos algún o algunos días de la semana. No es malo hacerlo, pero el ayuno principal no es el de la comida sino del desamor. Ayunar de lo que nos desfigura: la ausencia de amor. Amor expresado como comprensión, ternura, servicio, don de uno mismo.

En la cita bíblica que encabeza esta carta, San Pablo hace referencia “al muro” que divide a los hombres: “la enemistad”, cuyo opuesto es “hacer la paz”. ¿Qué muros me alejan del otro o de los otros? ¿Qué muros nos separan? Sólo si sabemos nombrar el o los muros, tendremos la posibilidad de vencerlos y liberarnos. La economía, los bienes materiales, han acentuado los opuestos: ricos-pobres, pudientes-indigentes, empleadores-empleados, etc. Los muros se superan con un puente. No está en nuestras manos modificar la crisis de la economía global, pero cada uno, cada familia, sí tiene la posibilidad de hacer del problema una oportunidad. Sobre todo una oportunidad para la libertad ante los bienes y el dinero, lo que supone una nueva y evangélica escala de valores: lo primero no es la economía sino, y por este orden, Dios, el hombre y la creación, como un bien que compartimos.

El Padre José Kentenich supo decir, hablando de los bienes materiales y del dinero en tiempos difíciles, que hemos de aprender a ser libres de lo superfluo, quizás también de lo útil, y buscar tener lo necesario. Lo necesario no es una lista larga, es la corta lista que asegura y protege la dignidad de cada ser humano. Es esto lo que sí está en nuestras manos y que sí podemos hacer.

Les deseo un bendecido tiempo de Cuaresma, sobre todo con la presencia sencilla de la “paz económica” en cada uno y en cada hogar. Si lo conseguimos, la Pascua de Resurrección nos encontrará más abiertos y anhelantes de vida y de paz. ¡Así sea!

P. Alberto E. Eronti

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