sábado, mayo 03, 2008

Pentecostés

Queridas madres de Federación:

El 2 de mayo comenzamos la novena al Espíritu Santo, preparándonos para la fiesta de Pentecostés

Luego de la irrupción de gracias de la V Conferencia Espiscopal en Aparecida el año pasado, queremos vivir su legado, pidiendo a María que, así como imploró junto a los Apóstoles la venida del Espíritu Santo, lo haga ahora con nosotras. Queremos, desde nuestros Santuarios, vivir un nuevo Pentecostés para poder ser discípulos misioneros para una Patria familia.

En el documento conclusivo nos dice:
“En América Latina y El Caribe, cuando muchos de nuestros pueblos se preparan para celebrar el bicentenario de su independencia, nos encontramos ante el desafío de revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor, para que la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos…
Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en la Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias...”

Hemos recibido el gran tesoro a través de nuestro Padre Fundador, y no lo podemos dejar enterrado, sino que tenemos que llevarlo a los demás. Es el Espíritu Santo quien nos mostrará el cómo y el dónde, a través de la fe práctica en la Divina Providencia. El Padre quiere formar en cada una de nosotras la imagen de Cristo y de María, para que podamos mostrarla al mundo. Esto sólo podrá ser posible si nos abrimos con un corazón receptivo al amor del Espíritu Santo.

Es él quien nos regala el don de la filialidad que nos permite ver a Dios como un Padre generoso y misericordioso. Es él quien nos acompaña para que nunca nos sintamos solos, es él quien nos consuela y fortalece en nuestros pesares. Es él quien habla por nosotros y pone palabras de verdad cuando tenemos que llevar a Cristo a los demás y no sabemos qué decir. Es él quien nos regala su fuego para que no podamos guardarlo en nosotras, sino que tengamos la necesidad de “ir y encender el mundo”.

Pidamos con espíritu misionero la presencia del Espíritu Santo para que seamos capaces de formar el hombre nuevo en la nueva comunidad, comenzando en nuestra pequeña comunidad, la familia, para que desde allí podamos irradiar el amor de Cristo a los hombres, que antes de partir prometió el envío del “Paráclito”. Dejémonos impregnar de todo su amor y sabiduría.
Les deseo un bendecido y fecundo Pentecostés a cada una, con mucho cariño, M.Inés

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