jueves, julio 14, 2011

¿Águilas o gallinas?

P.Nicolás Schwizer
N° 111 – 15 de julio de 2011

El Padre Kentenich, fundador del movimiento de Schoenstatt, distingue tres tipos de personas que se suelen encontrar en una comunidad eclesial.

1. Por una parte, aquellos que tiran fuertemente hacia abajo. También los llama los “seductores”. Son los que ceden demasiado a su naturaleza, que buscan una vida cómoda y tranquila, que tienen una mentalidad naturalista, que tal vez sean buenos, pero que no hacen ningún esfuerzo grande.

Que han olvidado las palabras del Señor: “...El reino de Dios se alcanza a la fuerza y solamente los esforzados entran en él” (Mt 11, 12). Son como las gallinas, que miran siempre hacia abajo, que ven solamente o sobre todo su pequeño mundo.

2. Por otra parte, están aquellos que empujan hacia adelante y hacia arriba. El Padre Kentenich los llama los conductores, los jefes. Son los que extienden las manos hacia las estrellas. Son las águilas en el reino de Dios, los que aspiran a las alturas.

3. Y finalmente, el tercer grupo de aquellos que está en medio de los otros dos. Son los indecisos, los dependientes, los que se inclinan hacia las águilas o hacia las gallinas, según quien domine e influya más en la comunidad. Son como ovejas que se dejan arrastrar por los pastores que más les convienen o les convencen, sea hacia arriba o sea hacia abajo.

Ahora, ¿cuáles son las características de liderazgo que deben tener los miembros de una comunidad eclesial? Evidentemente no todos pueden asumir un puesto o una tarea de dirigentes en cualquier lugar. Pero “cada cual debe poder ser conductor, un líder en su estado de vida y en su ámbito”.

Eso significa, en otras palabras, “la capacidad de influir en su propio ambiente”. Debe ser fermento en su medio, saber arrastrar a los demás, imprimir su sello personal. Preguntémonos si hemos logrado transformar en algo el medio ambiente familiar, profesional y vecinal en que nos movemos.

Otra cualidad del dirigente es la “firmeza de carácter y de principios”. Si mañana o pasado mañana tenemos a derecha o a izquierda a alguno de quien tenemos que avergonzarnos, la comunidad termina perdiendo también su propia autoestimación. El dirigente debe ser, entonces, un hombre sólidamente arraigado en los últimos principios y verdades, en el mundo sobrenatural. Para ello tiene que estudiar, conocer la doctrina de la Iglesia y de su comunidad.

Además, la personalidad del dirigente ha de destacarse por su “capacidad de comprometerse, de aceptar y cumplir compromisos”. A la mayoría no les cuesta tanto, aceptar compromisos. Lo que sí les cuesta realmente, es cumplir los compromisos asumidos.

Esta falta de responsabilidad la encontramos muy a menudo entre nosotros. Me recuerda siempre la parábola de los dos hijos (Mt 21,28 ss): “Un hombre que tiene dos hijos llama al primero y le dice: Anda a trabajar en mi viña. Y él responde: No quiero. Pero después se arrepiente y va. Después el padre llama al otro y le manda lo mismo. Éste responde: Voy, señor; pero no va”. En el primer hijo se ven reflejados tal vez algunos pocos melancólicos. Pero más han de reconocerse en el segundo hijo.

Por eso, esta cualidad significa muchas veces: saber rechazar compromisos que uno no se siente capaz de cumplir bien. No sabemos decir no, cuando no queremos o no podemos hacer algo. El corazón nos lo impide. O la persuasión del otro es tan convincente. Y entonces decimos que sí, pero tal vez ya con la intención de no cumplirlo. Es una falta de responsabilidad, una falta de compromiso serio. Nuestras palabras deben expresar siempre nuestra convicción interior. Si no, ¡es mejor que nos callemos! Porque un día se nos va a pedir cuenta, también de nuestras palabras.

Preguntas para la reflexión

1. ¿A cuál de los tres tipos pertenecemos?
2. ¿Influyo en mi ambiente de trabajo?
3. ¿Cumplo los compromisos asumidos?

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