viernes, febrero 01, 2008

Carta Cuaresma
Queridas madres de Federación:

Espero que hayan tenido un feliz comienzo de año, y que estén totalmente renovadas para iniciar nuestras actividades. Quisiera que reflexionemos ante la proximidad de la Cuaresma que comenzará este 6 de febrero, Miércoles de Ceniza, día de ayuno y abstinencia. Comienza este nuevo ciclo que nos regala la Liturgia para impulsarnos a la conversión y a la preparación para la fiesta máxima, que es la Pascua de Resurrección. Han pasado algo más de 365 días, y podríamos mirar un poco hacia atrás para preguntarnos si hemos conquistado aquello que nos propusimos para la Cuaresma pasada, ya que este tiempo cuaresmal es tiempo de crecimiento espiritual, de conversión, y de restauración y fortalecimiento de nuestra Alianza con el Dios Uno y Trino.

En este camino queremos, cada una de nosotras, encontrarnos más profundamente con Cristo. ¿Cómo buscamos a Cristo? ¿Somos capaces de abrir los ojos para ver a Cristo, para descubrir a Cristo en lo que me pasa, en mi vida cotidiana? ¿Veo a Cristo en las dificultades y alegrías, en las personas que conviven conmigo, en mis hermanas de comunidad, en mis compañeros de trabajo, y especialmente en el pobre?

Es tiempo de acercarnos al Dios que es amor y que por amor entrega a su Hijo a cambio de nuestros pecados y faltas. Nuestro aporte es esa “feliz culpa”, como decimos en la liturgia de la vigilia pascual. Gracias a nuestra culpa y a nuestro pecado vino Jesús al mundo para regalarnos la redención. ¿Nos quedaremos sólo en la culpa o le ofreceremos nuestras oraciones, sacrificios y esfuerzos por alcanzar el Ideal para el cual nos creó? Ese ideal tenemos que conquistarlo cada día también con oraciones y sacrificios y con la ayuda de la gracia.

“Feliz culpa”, si no tuviésemos pecados, si no tuviésemos culpas, ¿qué necesidad tendríamos del sacrificio de Jesús? Meditemos nuestras sombras, y tratemos de ponerles la luz del amor de Cristo y por amor a Él y por gratitud a su entrega, convirtamos nuestro corazón. Pero que esa conversión sea, no solamente interior, sino también hacia el exterior. Y esa conversión exterior podríamos manifestarla a través de la limosna, como nos lo pide Benedicto XVI.

El Santo Padre, en el mensaje para esta Cuaresma, nos recuerda que los medios que acompañan tradicionalmente al cristiano en este tiempo, proceso de renovación interior, “son la oración, el ayuno y la limosna”.

Nos pide en esta Cuaresma centrar nuestra atención en la caridad, específicamente en “la generosidad material a favor de los necesitados”. Nos dice que “la práctica de la limosna representa un modo concreto para salir al encuentro de quien se encuentra en necesidad y al mismo tiempo, un ejercicio ascético para librarse del apego de los bienes terrenos”… “una característica típica de la limosna cristiana, debe hacerse escondida. Todo debe ser hecho para gloria de Dios y no para la nuestra”. Es decir, que no sea para alimentar nuestro orgullo, nuestra vanidad, o para mostrarnos a los demás. Esa limosna podría ser no solamente material, sino también regalar mi tiempo, mi corazón al que me necesita. ¿Cuántas personas hay a nuestro alrededor que sólo necesitan “una oreja” para desahogarse, una palabra de aliento, de consuelo?

Nuestra santidad la conquistamos en las pequeñas cosas de cada día, y nos ayudamos con nuestro HE. Una sugerencia. Podríamos agregar en este tiempo un casillero que diga “Cuaresma” y en él ir anotando cada día las oraciones, sacrificios, la renuncia a comer algo rico, el ayuno, el esfuerzo, la entrega, la privación, todo lo que haga por amor a Jesús. Algunas de esas privaciones podrán significar un ahorro en dinero. Ese importe será mi limosna, no de lo que me sobra, sino de lo que me duele. Podré entregarlo directamente al necesitado, a la parroquia, o a Cáritas.

Sin embargo este tiempo no tiene que verse como un ejercicio de masoquismo espiritual o corporal, sino de apertura a un amor que nos llama a una mayor libertad interior, a la paz, a la alegría, a la serenidad, al perdón, a la justicia… En el centro de nuestra conversión está el misterio de Cristo que por amor a su Padre y a nosotros entregó su vida en la cruz. Y no por masoquismo, sino por obediencia a la voluntad del Padre y por regalarnos la Vida eterna.

Tal vez algunas habrán recibido un power point que ha estado circulando y que, más allá de si es una cadena o no –a las que no me prendo- podríamos rescatar un pensamiento. Se trata de una persona que muere y se presenta al juicio, en el que el diablo le muestra todas las cosas malas que ha hecho por las debe pagar y por lo tanto le pertenece. Pero su abogado defensor es Jesús, quien se acerca al juez, su Padre, y le dice que todo eso es cierto, pero que el precio ya está pagado: “Yo pagué su cuenta”. Jesús ha pagado mi cuenta y con amor misericordioso no mira mis pecados y faltas. Él me ama y me ha redimido. Es una bonita imagen para no quedarnos en la Cuaresma o en el Viernes Santo, sino que sea una preparación para el encuentro con el Cristo Resucitado que me salva con su amor, y por amor y gratitud a Él convierto mi corazón para que se asemeje al suyo.

Les deseo una fecunda y bendecida Cuaresma iluminada por la Luz de la Resurrección. Les envío un cariñoso saludo a cada una,

M. Inés

1 comentario:

GladysMaría G. de Manzione dijo...

Gracias M.Inés! Qué bien hace tu aporte para vivir esta Cuaresma desde el ser de una federada junto a Cristo, por Cristo y para Cristo. Que Dios bendiga en vos a toda la Federación y así por María nos conduzca siempre al Padre.
GladysMaría
Curso 14
Filia Dilecta