Dios Trino, centro de nuestra vida
Padre Nicolás Schwizer
N° 165 - 01 de febrero
de 2015
1. Si el Dios Trino es el centro de mi
vida, entonces debo estar conectado permanentemente con esa fuente vital.
Entonces he de cultivar mi vida de oración, hasta llegar a ese ideal
sublime de “orar sin cesar” (1 Tes
5,17). ¿Qué significa? Significa adorar siempre la voluntad de Dios,
responderle siempre que sí, no negarle nunca nada, estar permanentemente
abierto para sus deseos.
2. También he de vivir, día a día, a
la luz de la Fe
práctica en la
Divina Providencia. Esa fe me ayuda a ver a Dios
en medio de la vida, detrás de los acontecimientos cotidianos, las cosas y las
personas. El espíritu de fe me da la capacidad de captar el paso de Dios en mi
vida, de sentirle presente instintivamente por todas partes. Me ayuda a
entender mi vida como una historia de amor con Él, como una cadena de saludos y
respuestas de amor mutuos.
3. Si Dios es el alma de mi vida, entonces debo aprender a asombrarme
y admirarme de su presencia y de su actuar. Pienso que es fruto de estar
enamorado de Él. Si no amo suficientemente no me asombro, no me dejo penetrar
por el tú, no descubro lo maravilloso de su ser. Estoy demasiado inmerso en lo
mío, demasiado preocupado por mis propias cosas.
4. Si fui creado “a imagen y
semejanza” de Dios (Gen 1,26s.),
entonces tengo que esforzarme por ser un reflejo de Él. Y ya que la esencia del
Dios Trino es el amor, he de transformarme, a lo largo de mi vida, en un
espejo, un transparente, un sacramento de su amor.
Si la grandeza de Dios es su amor,
entonces también la grandeza mía debe ser el amor. Allí tenemos todo un
programa de vida.
5. No soy solamente imagen de Dios.
Soy también templo vivo, morada y santuario de la Trinidad. O como solía
decirlo el Padre Kentenich: Soy una “pequeña
iglesia de la Trinidad ,
consagrada y habitada por el Dios Trino” (1954 María Mutter und Erzieherin,
350). U otra imagen hermosa de él: “Tengo
el cielo dentro de mí. Donde está la Trinidad está el cielo.” Y después agrega: “Nunca llegaremos a ser santos si no
llegamos a tomar conciencia del Dios presente, de la Trinidad presente en
nuestro interior” (Textos 2000, 102, 105). Y el Padre nos recomienda
aprovechar especialmente el momento de la Santa Comunión para
ello.
En conclusión, debo tomar en serio
la presencia de Dios en mi Santuario Corazón. Debo visitarlo, saludarlo,
conversar y conectarme permanentemente con Él. Debo adorar al Dios de mi
corazón, cultivar el silencio, la oración y meditación, las jaculatorias. He de
acoger y realizar sus sugerencias e inspiraciones interiores.
6. Si el Dios Trino es el centro de mi
existencia, entonces he de sellar, en algún momento de mi vida, hasta una Alianza
de amor con Él. El mismo Fundador me invita a ello: “La Alianza
de amor con María debe ir haciéndose más y más una Alianza de amor con Jesús,
con el Padre, con el Espíritu Santo, con el Dios Trino” (1946 Coronación de María, 87s.). Allí se cierra el
ciclo de mi alianza. Allí culminan mi amor y entrega. Allí llego al centro y a
la meta de mi existencia.
Preguntas para la reflexión
1.
¿Dios Trino
es realmente fuente, centro y meta de mi vida?
2.
¿Él es el
centro de mis intereses personales, de mis intereses matrimoniales y
familiares?
3.
¿Dios es el
verdadero centro de mi vida, mi apostolado?
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