viernes, agosto 31, 2007


El diálogo conyugal

Para empezar, tenemos que distinguir entre hablar y dialogar. Todo matrimonio habla, intercambian palabras. Pero eso no es todavía diálogo, porque no es intercambio de lo interior de cada uno, sino que es un conversar sobre temas exteriores.

Dialogar significa regalarse uno al otro desde lo más íntimo que uno tiene. Es entrar en comunión, es abrir el corazón al otro y mostrarle quién soy por dentro, mis angustias, mis esperanzas. Dialogar es intercambio de corazones, es fusión de corazones.

No me cabe duda de que la falta o la debilitación del diálogo conyugal es el mayor problema que los matrimonios modernos enfrentan y es un cáncer del matrimonio, porque lo destruye por dentro.
Los problemas de salud, los problemas habitacionales, los problemas económicos, todos pueden ser muy angustiosos, pero son externos. Amenazan al amor, ciertamente, pero desde afuera. En cambio, la falta de diálogo hiere la raíz del amor, la esencia del amor.

Porque el amor es comunión, es donación y se verifica a través del diálogo. Y entonces el debilitamiento del diálogo trae necesariamente consigo el debilitamiento de la ternura, de la delicadeza, de la comprensión, del respeto, de todas las cosas que implica el amor. Es, en el fondo, dejar de valorar al cónyuge como persona, como destinatario principal de mi amor y empezar a considerarlo como “socio”, como “co-gerente” de la empresa familiar, etc. Pero el amor de socios no basta para llenar el corazón de alguien que se decidió por el matrimonio.

¿Cuáles son las causas de esta falta de diálogo?

1. No tenemos tiempo. Conspira contra un diálogo verdadero, el ritmo de vida que tenemos hoy en día. Andamos tan apurados que no tenemos tiempo. Porque uno no puede abrir el corazón en un minuto y medio. Para contar esas cosas hondas que uno tiene: preocupaciones, penas, anhelos del alma, se necesita tiempo, preparar todo un ambiente, y las cosas salen de a poquito. Se necesita tiempo, pero no hay tiempo.
Y el poco tiempo que queda, muy probablemente lo devora ese aparatito, devorador de tiempo y de diálogo, y que es la televisión.


2. Se ha perdido el sentido del diálogo. Vivimos en un mundo impersonal, en un mundo que gira en torno a las cosas, la famosa sociedad de consumo. En realidad, todos hablamos, sabemos hablar mejor que nunca antes, pero hablamos siempre de cosas. Es una conversación funcional, un diálogo utilitario, o sea, hablamos lo necesario para que las cosas sigan funcionando, para que la maquinaria del hogar siga marchando. Y para que siga funcionando hay que planchar, cocinar, pagar las cuentas, ir al colegio de los chicos, comprarles zapatos -y de todas esas cosas se conversa. Pero poco o nada se dialoga de las cosas personales, íntimas.

Y entonces uno realmente se asombra cómo Dios hace milagros. Porque hay una serie de matrimonios que están juntos por milagro. Porque según todas las leyes de la sicología deberían estar separados, ya que no dialogan desde hace años. El ser humano tiene necesidad del intercambio interior y si no lo consigue en su casa, tal vez lo encuentre fuera del hogar, por ejemplo con la secretaria o con el vecino. Y así puede comenzar la destrucción del matrimonio.

Sin embargo, en muchos matrimonios no pasa eso, a pesar de que no dialogan durante años. Y entonces uno se lo explica sólo por un milagro de Dios que cuida que ninguno de ellos se encuentre con nadie que le ofrece un poquito más que el cónyuge. Pero de parte de los matrimonios, no dialogar durante tanto tiempo es estar jugando con fuego, es pasear al borde del precipicio. Es arriesgar el amor, es romper el amor, es faltar a la promesa de hacer feliz al otro.

Una comunidad de amor, una comunidad de Alianza no puede existir, no puede crecer sin diálogo. Lo mismo pasa con respecto a nuestra Alianza con la Mater. Lo mismo en relación con los hijos.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Cómo está nuestro diálogo conyugal?
2. ¿No tenemos tiempo o no nos hacemos de tiempo?
3. ¿Hablamos de nosotros, o de cosas, de los demás?

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viernes, agosto 17, 2007

El Puente
Nº 3 - Agosto 2007-
“Esto nos pasa”
Aporte del 6º Curso de la R Metropolitana “Filia Cor Unun in Patre”

La realidad de nuestro país, es bastante inquietante. Vemos a nuestro alrededor, inseguridad, falta de respeto en la calle, pornografía por doquier,
y se idealizan programas que son vacíos, vemos que se quiere institucionalizar el aborto y que las relaciones sexuales están al orden del día, no se le da ningún sentido a lo trascendente y solo importa lo económico, el poder y el dinero y la corrupción es moneda corriente en todos lados. El Padre Kentenich dijo que este caos lo causa el hombre al haber perdido su centro de gravedad. Este centro de gravedad es el Dios vivo y el
orden del ser y de vida objetivo diseñado y creado por Dios, es decir, la ley eterna.
Mas adelante, el Padre nos dice que a este desequilibrio están unidos la inmensa falta de consistencia interior, el desarraigo y descobijamiento del hombre contemporáneo. Ha llegado tan lejos, es tan fuerte el desequilibrio de la sociedad actual, que con razón podemos hablar de un hombre deshumanizado, despersonalizado y masificado. El individualismo, el colectivismo, el economicismo y el trabajo, el hombre vitalista, el hombre economicista, el hombre mecanicista han puesto a la humanidad en una vertiginosa marcha en el vacío. Si a esto se le suma la desintegración del intelecto, la desintegración de la voluntad y la atrofia del corazón y sin una visión clara y sin un profundo amor a la verdad, no podemos salir adelante. La criatura que se ha apartado del orden, querido por Dios, la comunidad humana que vive al margen del orden, prácticamente ya vive en el infierno. Esa es la realidad contemporánea. Así la humanidad se convierte en brutalidad, en último término llega a la bestialidad. La voz del tiempo es la voz de Dios. Hemos visto por nuestra parte que quizá por pereza, nos acostumbramos a las cosas tal cual están. Nos cuesta menos, es mas fácil aceptar que tratar de modificar algo, estamos aceptando demasiadas cosas. Pero esto merece un análisis, como por ejemplo aceptamos que nos cuenten historia que sabemos que no son tales, pero la propaganda es tan fuerte que empezamos a creer que vivimos equivocados y estos deban tener razón. Nos pasa en el barrio, donde aceptamos estar tras las rejas nosotros con tal que la delincuencia no entre, nos pasa en las escuelas, donde convivimos con la mediocridad mas obtusa, pensando que estamos nivelando el nivel educativo, nos pasa en el trabajo, donde el nivel de exigencia es burlado con la holgazanería, pensando como vivos, sin darnos cuenta, del daño que nos hacemos. Nos pasa en casa, donde sentados en el living en vez de estar compartiendo una lectura en familia, nos tragamos toda la basura que noche a noche nos brinda la TV. La pereza es el factor común en todos estos síntomas, que no hacen mas que explicar nuestra lamentable realidad, muchas veces nos pasa, teniendo la facilidad para realizar ciertas cosas optamos por acostarnos sobre nuestro don,
y no apoyándonos en el esfuerzo. Es mucho el don que Dios ha dado a esta sociedad, pero en contrapeso le dio la pereza para que siempre sepa que el esfuerzo conduce a la mejor recompensa, lastima que por perezosos, aun no nos hayamos dado cuenta.
Pero no todos están inmersos en el mal y el caos, hay mucha gente también a nuestro alrededor que es trabajadora, humilde, sincera, sencilla, y que se esfuerza día a día por el bien y la verdad y que trabaja en el anonimato, dejando jirones de su vida por el bien común, gente que quiere trabajar en la santidad y el compromiso, gente creyente o no que vive sanamente y con principios sólidos y no se dejan convencer así nomás. Lo bueno sería rescatar estos valores y promover a toda esa gente buena y sacarla del anonimato para que otros se entusiasmen y los imiten en todos los campos y luchemos todos por no contaminarnos del medio ambiente que va cayendo cada vez más en decadencia de todo tipo.
Hacia las nuevas playas

En el trasfondo oscuro, brilla para nosotros un nuevo e inigualable optimismo, es la simple y vigorosa fe de que está surgiendo un mundo nuevo, un mundo lleno de luz y brillo, un mundo en el cual Cristo, el Rey del universo, y Maria, la gran Reina van a obtener una victoria particularmente singular. La esencia de la comunidad consiste en estar espiritualmente el uno en el otro y para el otro.
Debemos leer la voluntad de Dios en los signos de los tiempos.
La consigna debe ser estar poseídos por Dios y por la misión. Todo esto se podría empezar a lograr buscando hacer surgir en nosotros al hombre nuevo con humildad heroica, plena confianza siendo sencillos instrumentos y viviendo en el cultivo de una comunidad perfecta, debemos sentirnos recíprocamente responsables los unos de los otros.
La tragedia no consiste tanto en que los malos sean malos, sino en que los buenos no tienen el valor de ser íntegramente buenos. Es decir que no tengamos la valentía de arrojarnos con audacia en medio del oleaje y dejar la responsabilidad a Dios. Nos falta conciencia de misión y espíritu de conquista. Nada sin Ti, nada sin nosotros. El demonio trabaja por diez, nosotros debemos trabajar por cien. Cada uno deber responder por sí mismo y sus actos, en la medida en que ha recibido una tarea del Señor. Nosotras, como 6º curso y de acuerdo a nuestro ideal de ser: Filia Cor Unun in Patre... y con nuestro estilo de vida que queremos conquistar de ser hogar para todos los hombres desde el Corazón del Padre, debemos forjar una fe sencilla en el Hijo, el cobijamiento en el amor, la confianza en la sabiduría del Padre, el abandono de si y la responsabilidad heroica, cultivando la Alianza de Amor con Maria, cultivando la familia, los vínculos y estando inmersas en Dios y en su Gracia. Pedirle como dice nuestra oración, queremos ser Hogar para todos los hombres, con entrañable amor, sincera humildad, espíritu de sacrificio y profunda alegría.
Dolores Villanueva
con el aporte de todo el
6º Curso de la Región Metropolitana
“Filia Cor Unun in Patre”



“MUJERES HOY Y ACÁ”

Aporte del 7º curso de Cba “Hija Predilecta del Padre, Canto Tu Alegría”

La Hija Predilecta frente al desafío de los tiempos

Diagnóstico de la situación actual

El ideal de la mujer ha sido totalmente distorsionado en nuestros días.
La mujer está en peligro de perder su sana autovaloración, ya que vive- casi unilateralmente- los valores masculinos, de esta manera perderá tarde o temprano su misión específica.
Hoy la mujer aspira a los mismos derechos que posee el varón.
¿Qué significa eso?
Que la mujer está en peligro de renunciar a su identidad propia, de modo que mañana o pasado mañana ya no será ni varón ni mujer. Y “lo que no se puede definir, constituye un ente indefinido”.
La emancipación de la mujer se encuentra hoy con la realidad de ver ambos sexos en total identificación, el ideal de la emancipación de la mujer parece consistir en que la mujer se transforme en un varón.
Otro gran peligro que asedia es el estrés. Siempre tenemos que estar dando y dando y nos ha ocurrido fundamentalmente a las mujeres que por
seguir avanzando en campos de la sociedad, desarrollarnos y conquistar nuevos campos de acción, sin desentendernos de nuestros propios campos, hemos sumado tantas cosas que nadie puede abarcar sanamente todas ellas. Por eso
las mujeres están sufriendo niveles de estrés que no ocurría en otros tiempos: está en un lugar, y a la vez en la casa, el trabajo, la vida social. Porque todas
las actividades se vuelcan a sí mismas. También estamos viviendo un mundo
de mucha violencia, lo cual nos genera estrés, espíritu competitivo y todo eso agota terriblemente.
La ciencia, el arte, la política, la moral, la religión misma, la fe y la vida cristiana, todo debe ser nuevo, renovado hasta los fundamentos, ya nada vale
ni sirve, lo que ayer sirvió y se pudo obtener, pronto queda en desuso y viejo, pues ya hay cosas nuevas, más atractivas. El consumismo, el esfuerzo por mantener lo logrado, la falta de tiempo, la lucha por el puesto de trabajo, la
falta de valores éticos y morales, todo esto han extremado la superficialidad y
la exterioridad, y lo que es peor nos han llevado al abandono de la vida interior.

Propuestas para responder al desafío desde nuestro ser:
“Hija Predilecta del Padre, Canto Tu Alegría


Teniendo en cuenta este entorno, podemos comprender lo específico y peculiar de Federación.

“En medio del caos, que el culto de lo externo, de lo cuantitativo, de lo económico y de lo técnico ha provocado, asumimos un programa que equivale a la exaltación solemne de la vida interior”

Esto no significa pietismo, sino sencillamente profesa el ideal del hombre nuevo creado según Dios en la justicia, en la santidad y en la verdad.
Como María, nuestra mirada está puesta en el Señor, todo lo que descubrimos en nuestra persona sabemos que lo recibimos de Él. Es Él a quien queremos glorificar.
Es su grandeza la que anhelamos proclamar. Es Él la causa de nuestra alegría. Es para Él para quien entonamos nuestro cántico de súplica, alabanza
y gratitud: “…..mi alma glorifica al Señor….” (Lc. 1, 46-55)

Como Hija: Nuestra propuesta es: Vivo en su presencia
Mañana: Elevo mi alma al Padre
Durante el día: Encuentro un momento de SILENCIO en mi Santuario del corazón.
Noche: Descubro cómo Dios me demostró HOY su amor.
Como Predilecta: Es saberme Amada.
El Consejo evangélico que se puede aplicar aquí es el de la pobreza: Vivo el desapego interno y externo de los bienes terrenales con gratitud y confianza.

Con respecto al Padre: Me sé mirada, conducida, educada y cobijada en su corazón providente.
Nuestra propuesta es: Digo “Si Padre” en algún momento del día.
El Consejo evangélico que proponemos para vivir este propósito es de la obediencia.

El Canto: Cantamos porque nos sentimos tus “Hijas Predilectas”
En tu alegría nosotras vivimos: Padre, Tu alegría es Mi alegría.
Concretamente Asumo mi vida diaria con alegría, frente a las adversidades cotidianas: “Como Vos, María”
Y el Consejo evangélico para este punto es vivir la Castidad.
Cada dificultad, cada problema, cada situación nos invita a ser hija predilecta del Padre y cantar su alegría.
Si estoy íntimamente vinculado a la Sma. Virgen, no sólo he contemplado el Ideal, sino que ese ideal ha llegado a ser el mío. Es muy importante la vinculación a María. Y muchas mujeres que, en la confusión de las corrientes espirituales actuales, han caído en una tan grande inseguridad acerca de la forma y configuración acerca de la forma y configuración del ideal de la feminidad, que han perdido su seguridad instintiva, sólo la recobrarán si se vinculan con la bendita entre todas las mujeres.
Nuestras realidades son muy complejas, desde lo económico, desde lo social, desde lo personal, cada una y todas somos partícipes de la realidad que nos urge. Nuestro desafío es hoy, ahora. No fue ayer: del ayer debemos aprender. No es mañana: el futuro depende de nuestro hoy.
Es el hoy, ahora que nos exige una respuesta.
Somos católicas, apostólicas, romanas.
Somos schoenstattianas.
Y somos aún más: somos federadas.
Nuestro programa de vida debe fortalecer nuestra interioridad para exteriorizar lo que vivimos, sino nuestro testimonio es carente de sentido, hueco.
El apostolado nos urge: en nuestra familia, en nuestros trabajos, en la iglesia, en la política, en la economía, etc. Es una misión imperativa.
Un imperativo es una verdad dinámica aplicada a una circunstancia determinada. Es una verdad que impulsa a la acción.
El P. Kentenich a través de los medios ascéticos (H.E., I.P., P.P.) da el camino a la santidad de la vida diaria. Cuando nuestra tarea se apoya en ese andamiaje de autoeducación, podemos seguir construyendo para el mañana.
Cuando la misma tarea deja de lado esa estructura de apoyo (por lo urgente) es ahí cuando nuestras fuerzas se agotan y perdemos el rumbo.

¡Imaginémonos por un momento que el Padre apareciera de pronto entre nosotras! Mirando una por una diría: “¡Ah, la señora…..hace mucho que la conozco! ¡La conozco muy bien, y conozco también la historia de su alma!...
Y cada una escuchará su nombre. El Padre les dirá: conozco su Ideal Personal, sé algo de su último Propósito Particular y no desconozco su Horario Espiritual.

El Padre está entre nosotras como Fundador de la Federación de Madres, como Padre de la Familia de Federación y como Santo. Él quiere que también nosotras seamos santas. Queremos ser madres, esposas y viudas santas.

“Cuando me transformo más y más
En la alegría del Padre
En hijo predilecto suyo
Habitante de su tierra asoleada
Cuando uno tras otro, voy superando mis límites
Y nuevas fuerzas me impulsan a la acción
Entonces mi alianza suscita todas mis fuerzas diciéndome:
¡Ha llegado la hora de tu amor!

Mater habebit curam et victoriam!!!!!!
Caritas Christi urget nos!!!!!!

Equipo:
Susana Corti de Barros
Ana María Rigo de Celli
Alicia Rigo
Iris Wiersma.
Colaboradoras:
Adriana Reyna de Velez.
Marta Rizzo Patrón de Brizuela.

Bibliografía:
Boletín de Federación Nº25 1/1995 y Nº30 2/1996
Estilo de vida del curso


“A la sombra del Santuario”

Aporte del 8º Curso de la RMet “Filia Fidelis + Instrumentum Spei”
Comentario de S.S. Benedicto XVI
sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma de 1970.

El Santo Padre envía a los obispos una carta explicativa que adjunta a la Carta Apostólica “Motu Proprio data”
Les comenta que se ha creado confusión debido a la falta de información sobre el tema y se han producido diversas reacciones, unas de alegre aceptación y otras de dura oposición.
En esta carta marca 2 temores:
El primero a que se menoscabe la autoridad del Concilio Vaticano II poniéndose en duda la reforma litúrgica surgida del mismo.
Su Santidad nos dice que es infundado este temor porque el misal
publicado por Pablo VI y luego reeditado 2 veces por Juan Pablo II es la
forma ordinaria de la Liturgia Eucarística
Pero el misal publicado por Juan XXIII en 1962, antes del Concilio, podrá ser utilizado como forma extraordinaria de la Celebración Litúrgica y que siempre estuvo jurídicamente permitido.
Benedicto XVI afirma que no son 2 ritos, sino un doble uso de un único Rito.
También alude al movimiento guiado por el Arzobispo Lefebvre diciendo
que la ruptura surge por razones más profundas que el uso del antiguo Misal.
El segundo temor se refiere a que el uso del Misal de 1962 podría
llevar a desórdenes e incluso a divisiones en las comunidades
parroquiales.
Aquí el Santo Padre opina que también es infundado debido a que el uso
del Misal antiguo supone cierto nivel de formación litúrgica y conocimiento de
la lengua latina, condiciones que reúnen unas pocas comunidades, permaneciendo el nuevo Misal como la forma ordinaria del Rito Latino para la mayoría de las comunidades.
Pero recalca que hay una razón más profunda de este Motu Proprio y es llegar a una reconciliación interna en el seno de la Iglesia, reconquistando la unidad. Y cita a San Pablo (2 Cor 6,11-13) a animarnos a abrir el corazón y dejar entrar todo lo que la fe nos ofrece.
A los obispos les recalca que son los moderadores de la liturgia en sus diócesis y su papel será siempre de vigilar que todo se desarrolle en paz y serenidad. Y los invita a que en tres años informen a la Santa Sede sobre la experiencia para evaluar en caso de dificultades.

Esta es una síntesis de la carta que fue fechada el 7 de Julio de 2007 en
San Pedro, Roma. (Fuente: Zenit)

Como Madres Federadas nos parece importante tener claro este tema para nosotras y para saber responder con la verdad frente al desconocimiento y la confusión que se generó al respecto.
Nuestra fidelidad a la Iglesia es total, no podemos tener en estas cuestiones opinión propia sino fundamentos para adherirnos a sus dictados.
“Al que desoyere a la Iglesia tenlo por gentil y pecador” (Mat 18, 17).

Y por último no hay misión más esperanzadora que trabajar por la unidad
y la paz en la propia Familia.
Que la Mater nos bendiga y nos utilice como discípulos y misioneros en
estos tiempos de diáspora que nos habla el Padre Fundador.

Graciela Moutous y Maia Hary
8º Curso Región Metropolitana
“Hija Fiel + Instrumento de Esperanza”

martes, agosto 14, 2007


Ataduras a las cosas

Un campo que obstaculiza la libertad interior, son nuestras ataduras esclavizantes a las cosas. El Padre Fundador solía comentar que hacemos demasiadas concesiones al mundo. Y así nos condenamos a nosotros mismos y a los que nos rodean, a la mediocridad.

“No podemos servir a dos amos, no podemos servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24), nos advierte Jesús. Hoy en día es enormemente difícil vivir en medio del mundo y no sucumbir ante el espíritu del mundo. Los santos lo comparan con una telaraña que atrapa a los hombres y no los suelta más.

El Schoenstattiano, un hombre distinto de los demás

Si queremos redondear un poco la imagen de ese hombre nuevo que ha de crear un mundo nuevo, hemos de decir que es un hombre distinto, un hombre que vive de manera distinta de los demás. Tenemos que actuar de forma diferente en el matrimonio, en la vida familiar, en los negocios y la empresa, en la política, en la relación con los hombres. En todo eso tenemos que distinguirnos de los demás.

Ya los primeros cristianos tuvieron la audacia de ser distintos. Y por eso crearon un mundo nuevo, un mundo impregnado por los valores cristianos. Ser diferentes significa muchas veces, pasar por locos, lo mismo que los primeros cristianos pasaron por locos. Significa también luchar contra el pecado en todas sus formas, empezando por uno mismo, pero también luchar contra muchas situaciones de pecado en el mundo que nos rodea.

Es por eso que ya los primeros cristianos decían: “Non sine sanguine”, no sin sangre. El mundo no se transforma, el Reino de Dios no avanza sin sangre. Y puede ser que en algunos casos Dios permita también la sangre del martirio. El P. Fundador estuvo a punto de derramar esa sangre.

El Padre fue un hombre que echó las bases para un mundo nuevo y una Iglesia nueva, al precio de mucho dolor y sacrificio.

Él pasó por todas las luchas imaginables. Y el pudo ser fundamento para un mundo nuevo porque venció en sí mismo los problemas del mundo nuevo.
Y entonces, a pesar de todo, tenemos que atrevernos a ser distintos, a pasar por locos, a luchar contra el mal en nosotros mismos y así vivir anticipadamente el mundo de mañana.

Estilo de vida

Por otra parte es necesario que cultivemos consecuentemente un estilo de pobreza evangélica en nuestra vida. Dios nos pide conquistar un estilo de vida austero, centrado en ser más y no en tener más, centrado en confiar en Dios y su providencia y no en nuestros bienes.

Por eso, hemos de crear un nuevo estilo de vida, más sencillo, más recio. Pensemos por ejemplo en nuestra vestimenta, nuestra comida, nuestro estilo de fiestas, nuestras vacaciones, nuestras casas, nuestros aparatos, nuestros coches, etc.

También en nuestros grupos debemos buscar formas concretas para poder crecer en la sencillez y sobriedad, en el desprendimiento y el compartir solidario. Un miembro de la Familia de Schoenstatt no puede dejarse guiar en este campo por la sociedad de consumo, por la cultura materialista y secularista. En eso tenemos que ser hombres distintos, hombres que viven de manera diferente.

Debemos distinguirnos de los demás por nuestro estilo de vida sencillo y sobrio, por nuestra independencia de la sociedad de consumo.

Preguntas para la reflexión

1. ¿En qué nos distinguimos de los demás?
2. ¿Cómo es nuestro nivel de vida?
3. ¿Cuán influenciados estamos por la sociedad de consumo?

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lunes, agosto 13, 2007

Les transcribo la carta del Card. Bergoglio, como una reflexión sobre la importancia de la oración en nuestra vida y labor apostólica. Queremos ser instrumentos de María, asumimos nuestras limitaciones y nos ponemos en total dependencia de Jesús y María.


Carta del Card. Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires,a los sacerdotes, consagrados y consagradas de la arquidiócesis,sobre la oración (29 de julio de 2007)

Queridos hermanos y hermanas:
La meditación de las lecturas de este domingo [1] me movieron a escribirles esta carta. No sé bien el por qué pero sentí un fuerte impulso a hacerlo. Al comienzo fue una pregunta: ¿rezo? que se extendió luego: los sacerdotes, los consagrados y las consagradas de la Arquidiócesis ¿rezamos?, ¿rezamos lo suficiente, lo necesario? Tuve que darme la respuesta sobre mi mismo. Al ofrecerles ahora la pregunta mi deseo es que cada uno de Ustedes también pueda responderse desde el fondo del corazón.
La cantidad y calidad de los problemas con que nos enfrentamos cada día nos llevan a la acción: aportar soluciones, idear caminos, construir... Esto nos colma gran parte del día. Somos trabajadores, operarios del Reino y llegamos a la noche cansados por la actividad desplegada. Creo que, con objetividad, podemos afirmar que no somos vagos. En la Arquidiócesis se trabaja mucho. La sucesión de reclamos, la urgencia de los servicios que debemos prestar, nos desgastan y así vamos desovillando nuestra vida en el servicio al Señor en la Iglesia. Por otra parte también sentimos el peso, cuando no la angustia, de una civilización pagana que pregona sus principios y sus sedicentes “valores” con tal desfachatez y seguridad de sí misma que nos hace tambalear en nuestras convicciones, en la constancia apostólica y hasta en nuestra real y concreta fe en el Señor viviente y actuante en medio de la historia de los hombres, en medio de la Iglesia. Al final del día algunas veces solemos llegar maltrechos y, sin darnos cuenta, se nos filtra en el corazón un cierto pesimismo difuso que nos abroquela en “cuarteles de retirada” y nos unge con una psicología de derrotados que nos reduce a un repliegue defensivo. Allí se nos arruga el alma y asoma la pusilanimidad.
Y así, entre el intenso y desgastante trabajo apostólico por un lado y la cultura agresivamente pagana por otro, nuestro corazón se encoge en esa impotencia práctica que nos conduce a una actitud minimalista de sobrevivir en el intento de conservar la fe. Sin embargo no somos tontos y nos damos cuenta de que algo falta en este planteo, que el horizonte se acercó demasiado hasta convertirse en cerco, que algo hace que nuestra agresividad apostólica en la proclamación del Reino quede acotada. ¿No será que pretendemos hacer nosotros solos todas las cosas y nos sentimos desenfocadamente responsables de las soluciones a aportar? Sabemos que solos no podemos. Aquí cabe la pregunta: ¿le damos espacio al Señor? ¿le dejo tiempo en mi jornada para que Él actúe?, ¿o estoy tan ocupado en hacer yo las cosas que no me acuerdo de dejarlo entrar?
Me imagino que el pobre Abraham se asustó mucho cuando Dios le dijo que iba a destruir a Sodoma. Pensó en sus parientes de allí por cierto, pero fue más allá: ¿no cabría la posibilidad de salvar a esa pobre gente? Y comienza el regateo. Pese al santo temor religioso que le producía estar en presencia de Dios, a Abraham se le impuso la responsabilidad. Se sintió responsable. No se queda tranquilo con un pedido, siente que debe interceder para salvar la situación, percibe que ha de luchar con Dios, entrar en una pulseada palmo a palmo. Ya no le interesan sólo sus parientes sino todo ese pueblo... y se juega en la intercesión. Se involucra en ese mano a mano con Dios. Podría haberse quedado tranquilo con su conciencia después del primer intento gozando de la promesa del hijo que se le acababa de hacer (Gen. 18:9) pero sigue y sigue. Quizás inconscientemente ya sienta a ese pueblo pecador como hijo suyo, no sé, pero decide jugarse por él. Su intercesión es corajuda aun a riesgo de irritar al Señor. Es el coraje de la verdadera intercesión.
Varias veces hablé de la parresía, del coraje y fervor en nuestra acción apostólica. La misma actitud ha de darse en la oración: orar con parresía. No quedarnos tranquilos con haber pedido una vez; la intercesión cristiana carga con toda nuestra insistencia hasta el límite. Así oraba David cuando pedía por el hijo moribundo (2 Sam. 12:15-18), así oró Moisés por el pueblo rebelde (Ex. 32:11-14; Num. 4:10-19; Deut. 9:18-20) dejando de lado su comodidad y provecho personal y la posibilidad de convertirse en líder de una gran nación (Ex.32:10): no cambió de “partido”, no negoció a su pueblo sino que la peleó hasta el final. Nuestra conciencia de ser elegidos por el Señor para la consagración o el ministerio nos debe alejar de toda indiferencia, de cualquier comodidad o interés personal en la lucha en favor de ese pueblo del que nos sacaron y al que somos enviados a servir. Como Abraham hemos de regatearle a Dios su salvación con verdadero coraje... y esto cansa como se cansaban los brazos de Moisés cuando oraba en medio de la batalla (cfr. Ex.17:11-13). La intercesión no es para flojos. No rezamos para “cumplir” y quedar bien con nuestra conciencia o para gozar de una armonía interior meramente estética. Cuando oramos estamos luchando por nuestro pueblo. ¿Así oro yo? ¿O me canso, me aburro y procuro no meterme en ese lío y que mis cosas anden tranquilas? ¿Soy como Abraham en el coraje de la intercesión o termino en aquella mezquindad de Jonás lamentándome de una gotera en el techo y no de esos hombres y mujeres “que no saben distinguir el bien del mal” (Jon.4:11), víctimas de una cultura pagana?
En el Evangelio Jesús es claro: “pidan y se les dará”, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá” y, para que entendamos bien, nos pone el ejemplo de ese hombre pegado al timbre del vecino a medianoche para que le dé tres panes, sin importarle pasar por maleducado: sólo le interesaba conseguir la comida para su huésped. Y si de inoportunidad se trata miremos a aquella cananea (Mt.15:21-28) que se arriesga a que la saquen corriendo los discípulos (v.23) y a que le digan “perra” (v.27) con tal de lograr lo que quiere: la curación de su hija. Esa mujer sí que sabía pelear corajudamente en la oración.
A esta constancia e insistencia en la oración el Señor promete la certeza del éxito: “Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá”; y nos explica el por qué del éxito: Dios es Padre. “¿Hay entre Ustedes algún padre que da a su hijo una serpiente cuando le pide un pescado? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si Ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos ¿cuánto más el Padre del Cielo dará al Espíritu Santo a aquéllos que se lo pidan!” La promesa del Señor a la confianza y constancia en nuestra oración va mucho más allá de lo que imaginamos: además de lo que pedimos nos dará al Espíritu Santo. Cuando Jesús nos exhorta a orar con insistencia nos lanza al seno mismo de la Trinidad y, a través de su santa humanidad, nos conduce al Padre y promete el Espíritu Santo.
Vuelvo a la imagen de Abraham y a la ciudad que quería salvar. Todos somos conscientes de la dimensión pagana de la cultura que vivimos, una cosmovisión que debilita nuestras certezas y nuestra fe. Diariamente somos testigos del intento de los poderes de este mundo para desterrar al Dios Vivo y suplirlo con los ídolos de moda. Vemos cómo la abundancia de vida que nos ofrece el Padre en la creación y Jesucristo en la redención (cfr.2ª. lectura) es suplida por la justamente llamada “cultura de la muerte”. Constatamos también como se deforma y manipula la imagen de la Iglesia por la desinformación, la difamación y la calumnia y cómo a los pecados y falencias de sus hijos se los ventila con preferencia en los medios de comunicación como prueba de que Ella nada bueno tiene que ofrecer. Para los medios de comunicación la santidad no es noticia, sí –en cambio- el escándalo y el pecado. ¿Quién puede pelear de igual a igual con esto? ¿Alguno de nosotros puede ilusionarse que con medios meramente humanos, con la armadura de Saúl, podrá hacer algo? (cfr.1 Sam.17:38-39).
Cuidado: nuestra lucha no es contra poderes humanos sino contra el poder de las tinieblas (cfr. Ef.6:12). Como pasó con Jesús (cfr. Mt.4:1-11) Satanás buscará seducirnos, desorientarnos, ofrecer “alternativas viables” No podemos darnos el lujo de ser confiados o suficientes. Es verdad, debemos dialogar con todas las personas, pero con la tentación no se dialoga. Allí sólo nos queda refugiarnos en la fuerza de la Palabra de Dios como el Señor en el desierto y recurrir a la mendicidad de la oración: la oración del niño, del pobre y del sencillo; de quien sabiéndose hijo pide auxilio al Padre; la oración del humilde, del pobre sin recursos. Los humildes no tienen nada que perder; más aún, a ellos se le revela el camino (Mt. 11:25-26). Nos hará bien decirnos que no es tiempo de censo, de triunfo y de cosecha, que en nuestra cultura el enemigo sembró cizaña junto al trigo del Señor y que ambos crecen juntos. Es hora no de acostumbrarnos a esto sino de agacharse y recoger las cinco piedras para la honda de David (cfr.1Sam.17:40). Es hora de oración.
A alguno se le podrá ocurrir que este obispo se volvió apocalíptico o le agarró un ataque de maniqueísmo. Lo del Apocalipsis lo aceptaría porque es el libro de la vida cotidiana de la Iglesia y en cada actitud nuestra se va plasmando la escatología. Lo de maniqueo no lo veo porque estoy convencido de que no es tarea nuestra andar separando el trigo de la cizaña (eso lo harán los ángeles el día de la cosecha) sí discernirlos para que no nos confundamos y poder así defender el trigo. Pienso en María ¿cómo viviría las contradicciones cotidianas y como oraría sobre ellas? ¿Qué pasaba por su corazón cuando regresaba de Ain Karim y ya eran evidentes los signos de su maternidad? ¿Qué le iba a decir a José? O ¿cómo hablaría con Dios en el viaje de Nazareth a Belén o en la huída a Egipto, o cuando Simeón y Ana espontáneamente armaron esa liturgia de alabanza, o aquel día en que su hijo se quedó en el Templo, o al pie de la Cruz? Ante estas contradicciones y tantas otras ella oraba y su corazón se fatigaba en la presencia del Padre pidiendo poder leer y entender los signos de los tiempos y poder cuidar el trigo. Hablando de esta actitud Juan Pablo II dice que a María le sobrevenía cierta “peculiar fatiga del corazón” (Redempt. Mater n.17). Esta fatiga de la oración nada tiene que ver con el cansancio y aburrimiento al que me referí más arriba.
Así también podemos decir que la oración, si bien nos da paz y confianza, también nos fatiga el corazón. Se trata de la fatiga de quien no se engaña a sí mismo, de quien maduramente se hace cargo de su responsabilidad pastoral, de quien se sabe minoría en “esta generación perversa y adúltera”, de quien acepta luchar día a día con Dios para que salve a su pueblo. Cabe aquí la pregunta: ¿tengo yo el corazón fatigado en el coraje de la intercesión y –a la vez- siento en medio de tanta lucha la serena paz de alma de quien se mueve en la familiaridad con Dios? Fatiga y paz van juntas en el corazón que ora. ¿Pude experimentar lo que significa tomar en serio y hacerme cargo de tantas situaciones del quehacer pastoral y –mientras hago todo lo humanamente posible para ayudar- intercedo por ellas en la oración? ¿He podido saborear la sencilla experiencia de poder arrojar las preocupaciones en el Señor (cfr. Salmo 54:23) en la oración? Qué bueno sería si lográramos entender y seguir el consejo de San Pablo: “No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús” (Filip. 4:6-7).
Estas son más o menos las cosas que sentí al meditar las tres lecturas de este domingo y también siento que debo compartirlas con Ustedes, con quienes trabajo en el cuidado del pueblo fiel de Dios. Pido al Señor que nos haga más orantes como lo era Él cuando vivía entre nosotros; que nos haga insistentemente pedigüeños ante el Padre. Pido al Espíritu Santo que nos introduzca en el Misterio del Dios Vivo y que ore en nuestros corazones. Tenemos ya el triunfo, como nos lo proclama la segunda lectura. Bien parados allí, afirmados en esta victoria, les pido que sigamos adelante (cfr.Hebr. 10:39) en nuestro trabajo apostólico adentrándonos más y más en esa familiaridad con Dios que vivimos en la oración. Les pido que hagamos crecer la parresía tanto en la acción como en la oración. Hombres y mujeres adultos en Cristo y niños en nuestro abandono. Hombres y mujeres trabajadores hasta el límite y, a la vez, con el corazón fatigado en la oración. Así nos quiere Jesús que nos llamó. Que Él nos conceda la gracia de comprender que nuestro trabajo apostólico, nuestras dificultades, nuestras luchas no son cosas meramente humanas que comienzan y terminan en nosotros. No se trata de una pelea nuestra sino que es “guerra de Dios” (2 Cron. 20:15); y esto nos mueva a dar diariamente más tiempo a la oración.
Y, por favor, no dejen de rezar por mí pues lo necesito. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Afectuosa y fraternalmente,

Card. Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires

miércoles, agosto 01, 2007


Punto débil:
punto de ataque del diablo


El Padre Kentenich le da una gran importancia a nuestro punto débil (en alemán: “Bruchstelle”, punto de ruptura). Al reflexionar sobre la realidad de nuestra vida, deberíamos elaborar también nuestro o nuestros puntos débiles o vulnerables.

Desarmonía interior. ¿En qué consiste la particularidad de nuestra naturaleza humana, a partir del pecado original?, se pregunta el Padre. Y responde: consiste en una fragilidad peculiar, misteriosa. Es como una rotura o quebradura, una desarmonía interior. Y esa debilidad estructural se acentúa más todavía mediante herencias negativas o pecados personales. Y como resultado final, cada ser humano tiene su propio punto débil.

Puede ser una falta de carácter, un vicio como por ejemplo: la gula o la bebida, un mal genio, una debilidad en el campo sexual o en otro campo. Nuestra tarea de vida es, por eso, recuperar la armonía plena, ir sanando ese punto débil. Pero muchas veces eso no es posible, comenta el Padre Kentenich. Entonces tenemos que seguir luchando toda la vida, pero a la vez tenemos que aceptar esa debilidad y aprender a vivir con ella.

Recuerdo lo que el Fundador dijo a uno de nuestros Padres: En este punto Ud. ya no va a conseguir nada, pero sin embargo tiene que esforzarse siempre de nuevo. Ese Padre en aquel entonces tenía 33 años. Podemos sacar nuestras propias conclusiones.

Somos un campo de batalla. Y el Padre ubica ese punto vulnerable en un contexto mayor: en el contexto de la lucha a muerte entre las fuerzas divinas y las fuerzas diabólicas.

Y los hombres somos el verdadero campo de lucha entre esas dos potencias invisibles de la historia, el bien y el mal.

Queremos ser instrumentos aptos en manos de Dios y de la Mater, la gran antagonista del demonio. Pero también el “otro” quiere conquistarnos. Y para eso busca encontrar nuestros puntos débiles. Es como un general que quiere tomar una fortaleza.

La fortaleza puede ser un individuo, puede ser un grupo, o puede ser una familia. Y entonces igual que un general, el diablo busca el punto más vulnerable de la fortaleza. Y en ese punto ataca con todas sus armas. Quiere decir, mi punto débil es el punto donde me ataca el maligno, donde irrumpe en mi vida. Pero, por otra parte, es también el punto hacia donde Dios dirige el arsenal de sus gracias.

¿Qué conclusiones sacamos de esto?
El Padre nos pide contar mucho más con la influencia y el poder de Satanás en nuestras vidas. Tenemos que tomar más en serio esta fuerza destructora que actúa evidentemente en nuestro mundo.

¿Qué podemos o debemos hacer?
Según el Padre, deberíamos pedir más la bendición de Dios sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Y también deberíamos rezar diariamente la oración de exorcismo del Hacia el Padre sobre nosotros, nuestros hijos y nuestro hogar. Otro medio eficaz es el amor a la Mater, la gran antagonista del demonio. Y la Alianza con Ella es como una alianza de combate contra el maligno y su influencia en nuestras vidas. Finalmente, es fundamental estudiar y elaborar mis puntos débiles personales, para estar más atento y preparado a los ataques y las tentaciones del diablo.
Preguntas para la reflexión

1. ¿Conozco mis puntos débiles?
2. ¿Soy conciente de poder del demonio?
3. ¿Rezo la oración del exorcismo diariamente?

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