En el plan de Dios, fuimos pensados con nuestro Padre y fundador, para
que él pudiera, con nosotros y a través de nosotros, realizar su misión
histórica
Sabemos que hemos sido
especialmente elegidas y que somos el yo extendido del Padre por lo tanto todas
nuestras tareas deben reflejarlo nítidamente. El 15 de septiembre último
comenzó el año del Padre que terminará el próximo 15 de septiembre con motivo
de los 50 años de su Pascua. El sentido de este año jubilar es profundizar el
vínculo con él para así poder ser fieles reflejos del Padre. ¿Cómo podemos
lograrlo? Viviendo una unión y una dependencia extraordinariamente fuerte a él.
Durante este encuentro
compartiremos textos extraídos de la JORNADA PARA JEFES DE LA RAMA FAMILIAR, de
1992. Allí se nos dan pautas de cómo alcanzar un vínculo más profundo con
nuestro Padre.
El vínculo con el Padre y
Fundador es, con toda seguridad, absolutamente personal; por eso, lo que cada
una refleje de él será totalmente original pero su grandeza no se mostrará al
mundo si no cuenta con cada una de nosotras.
Si fuéramos elegidas para
cualquier rol de conducción tenemos que tener claro que, en esta elección,
somos partícipes de un envío de Cristo. El Señor lo expresaba diciendo:
"Así como el Padre me envió, así también yo los envío a ustedes“. Por lo
tanto nuestro nombramiento es un encargo del Señor. Él les dice a sus
apóstoles: "Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes y yo los
destiné para que den fruto y un fruto abundante". "Ustedes sin mí
nada pueden hacer".
Si no fuera así, nos
sentiríamos extraordinariamente desvalidos, porque las tareas son a veces
demasiado grandes para nuestras fuerzas. El Padre Kentenich repite una y otra
vez: "Dios gobierna el mundo a través de causas segundas libres".
Dios no es paternalista, no hace solo las cosas: él reparte tareas. Busca
personas, las llama, las convoca, les regala un encargo y pide su colaboración.
Les dice: Yo necesito tu colaboración, te necesito a ti. Y si, libremente, tú
aceptas, te voy a dar mi apoyo, las gracias necesarias, para que saques
adelante conmigo esta Obra.”
Por otro lado,el ser
elegidas jefas en Schoenstatt quiere decir que el Señor nos destinó para esta
Familia, para ejercer una co-responsabilidad en el ámbito de esta Familia y con
las fuentes de vida propias de esta comunidad. De allí que nuestra fecundidad,
como dirigentes, está supeditada a la relación que tengamos con aquella causa
segunda, con aquel hombre clave que Dios puso como fundador de la Obra en la
cual estamos participando. El encargo y el envío, pasa del Padre Dios a
Cristo, de Cristo al Padre José Kentenich y de él a nosotras.
Dios no me encarga cosas
mecánicamente; me las ofrece, me pide. Si yo me decido a aceptar, a dar mi sí y
me abro a él y le pido que las haga conmigo, diciéndole: "¡Señor,
ayúdame tú, porque yo no soy capaz!" entonces empieza a haber vida en mí.
De modo semejante, si yo le doy cabida al Padre en mi corazón, también voy a
experimentar que él está más preocupado que yo mismo de la vida de la comunidad
que me encomienda; que él cree en mí y en nosotros. Él tiene poder de
intercesor ante el Señor y la Mater, para pedir las gracias que necesitamos a
fin de lograr nuestras metas como jefes. "Sin mí nada pueden
hacer", dice el Señor, y esto es absoluto en relación a él. Pero, para
nosotros, dirigentes schoenstattianos, analógicamente también el Padre
Kentenich puede decirnos: "Ustedes sin mí no pueden hacer nada".
¿Por qué? "Porque Dios los condicionó a mí, al elegirme como Fundador y
Padre de la Familia: él me confió Schoenstatt a mí, me los confió a ustedes a
mí“. Si yo ejerzo mi responsabilidad de jefe por cuenta propia, sin tener
una fuerte unión a ese hombre clave, a ese fundador que Dios puso en el ámbito
de mi vida, entonces simplemente no voy a poder ser fecundo para Schoenstatt
¿De qué se trata esta unión
al Fundador? Lo primero es que somos dirigentes,
dependientes; del Padre participamos del carisma del Padre. Estamos llamados a
vivir una unión y una dependencia extraordinariamente fuerte a él. Unión y
dependencia que implica conocerlo profundamente, quererlo y seguirlo.
Conocer al Padre
¿Cómo lograr un cariño
filial y un seguimiento fiel a nuestro Padre, para así poder ser fecundos en
nuestra tarea? Si en el plan de Dios es tan importante el Padre para nosotros,
como jefes, tenemos que llegar a ser los que más lo conozcan.
Ahora bien, conocer no
siempre significa un conocimiento meramente intelectual. Hay conocimientos y
conocimientos. Por ejemplo, ustedes conocen a sus hijos, pero no los conocen
como un psicólogo, o un profesor, o un médico. Ustedes los conocen con los ojos
del corazón. Hay un conocimiento personal, ese que da el amor, y es este el
conocimiento que nosotros necesitamos tener de nuestro Padre. Alguien
podría leer todos los libros y escritos sobre nuestro Padre, pero, como jefe,
no le aprovecharía mucho si el conocimiento adquirido no pasase, de alguna
manera, por el corazón. No se conoce de verdad sino con el corazón. Por
eso, queremos acercarnos interiormente al Padre.Este conocimiento personal se
trata, más bien, de un conocimiento cualitativo, personal, que sabe quién es
y lo que siente el otro, que conoce sus costumbres, su estilo, la forma en que
reacciona, etc. De esta forma deberíamos adentrarnos, como jefes, en el
Padre. Así lo conoceríamos hondamente y no con un mero conocimiento
intelectual. Podría ser un grave error creer que, para conocer al Padre, basta
con leer sus escritos o escuchar algunos testimonios. Esas cosas, por cierto,
pueden servirnos pero, en el fondo, se requiere algo más, un paso que se da con
el corazón y no sólo con la cabeza: tengo que dejarlo entrar en mi vida.
San Pablo, respecto a la
fe, habla de los "ojos del corazón". La fe no es sólo algo
intelectual, es más, supone un adherirse, un adentrarse, un conocimiento
personal de Cristo, hasta poder decir: "yo lo conozco y lo amo", en
un mismo acto. Así tendríamos que acercarnos al Padre, hasta descubrirlo
como alguien a quien Dios me dio como padre, como modelo, como la roca en que
me apoyo para cumplir mi tarea de dirigente.
Caminos de conocimiento y acercamiento al Padre
Debemos ir más allá: hay
que empezar a conversar, a establecer un diálogo personal con él; atrevernos a darle
cabida en nuestra vida. Encomendarle nuestras preocupaciones; poner en sus
manos nuestras tareas. En una palabra, tomar en serio que él es alguien
vivo junto a nosotros; compartir la vida con él. Si logramos esto, al menos
en una cierta medida, podremos ser buenos dirigentes schoenstattianos.
Por eso, desde hoy
mismo, empecemos a entregarle tareas al Padre, a compartir nuestras
preocupaciones con él; a agradecerle; a ofrecerle pequeños regalos. La
amistad se hace así. Cuando ustedes quieren avivar su amor, se hacen
regalos, por más pequeños que sean. El marido llega en la tarde con una flor
para su esposa y con eso reaviva el amor. El amor se reaviva con pequeños
detalles y las leyes del amor son siempre iguales. Si uno empieza a hacer
pequeños regalos al Padre, entonces, el conocimiento y la intimidad con él irá
creciendo. Si solamente me limito a leer cosas, a reflexionar, o a hacer
tareas, desplegando una gran actividad, nunca voy a lograr una relación íntima
y personal con él. Como en el matrimonio, en el que, si no se dan expresiones
de cariño, delicadezas, si no hay un trato cálido, un compartir preocupaciones,
si no hay sacrificios del uno por el otro, o una entrega que se muestre en
obras, el amor no crece, se estanca la relación, se marchita la vida.
Para reflexionar
1-
¿Qué tipo de relación tengo con el Padre?¿Siento que tengo un verdadero
vínculo con él?
2-
¿Lo dejo al Padre entrar a mi vida como si fuera una persona muy
querida, que está viva y camina a mi lado? ¿Le abro mi corazón, mi alma?
3-
¿He pensado alguna vez que él me ha elegido para que sea su hija porque
él quiere ser mi padre?
4-
Si ya tengo un vínculo con él, ¿cómo podría acrecentarlo? ¿Qué regalos,
gestos, detalles harían que se renovara mi amor a él?
Bibliografía
Jornada para jefes de la
Rama familiar 1992
No hay comentarios.:
Publicar un comentario